El poeta de los infiernos

Madurado en dios
crispado sobre la terrible aurora
en plomo de espanto y pecado Orfeo desciende
aturdido por el tumultuoso olor del Ojo apacible
hasta el fondo de aquel pozo hirviente como la esperanza
cimentado de amadas carnes: ¡al fin pesa!
Siente invadirle la profundidad confusa
y formarse la oscura lágrima de memoria
su corazón,
y rezumar la antigua piedra de su cuerpo
a lo largo de la resplandeciente caída, oh espada inmensa.

En él una inmovilidad vertiginosa
se dilata
niega los confines de su grito
¡y cae en el espacio que desaparece! sin conocer
los astros calcinados en el éter de su canto
sin abandonar la tierra desnuda, ¡sin soltar
el arpa ardiente! para que ningún grito
de cigarra sea arrebatado al loco verano.

Pierre Emmanuel, seudónimo de Noël Mathieu



Sentir sobre sí mismo endurecerse el mundo
O por el contrario amar: no hay hueco posible.
¿Cómo amar? El ignora la respuesta.
Pero tú que dices conocerla por los dos
Muéstrale el espacio que le falta.
El, cuyo gesto es de tanta contención,
Que incluso desnudo no puede estar desnudo.
Tú eres la medida de ese espacio en torno suyo
Como lo eres de aquél más lejano de su espíritu
De tu desnudez recibirá él la suya
Bautismo en las aguas que brotan de tus pliegues
Consentimiento en el cuerpo henchido de su cumplida obra.

Pierre Emmanuel





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