El pozo

El que no duerme
reaviva una lumbre agotada en otra parte
penetra en cada poro de la noche
transmuta miedo en delirio
trafica una tristeza
obtiene silencio en hebras
del árbol de las sombras
desafía la voracidad
del fuego alrededor de sus papeles
busca refugio
en los márgenes de los días que huyen.

Rafael Gabino Britez



El regreso

antes de la última tormenta
mi padre me dio un abrazo
me entregó su sombrero
una camisa blanca
(una rosa de los vientos
bordada en el pecho)
una antología de poetas latinos
un libro con estampas
de la Guerra del Chaco
un cuchillo de campo

eso es todo, me dijo
y se quedó extasiado

en la mancha de la pared
veía un mapa
de la ruta a su pueblo

Rafael Gabino Britez





"Es imposible soslayar el contexto a escala global en que se inscribe la producción poética de esta parte del mundo: ciudades arrasadas por contaminaciones de todo tipo, material y simbólica, levantadas sobre los escombros del contrato social roussoniano, con territorios circundantes que son campo de exterminio de los recursos naturales.  Dado este marco, la poesía es, entre otras imposibles definiciones, una estrategia de búsqueda de fulgores y la desesperación de un instante en el que pareciera entrever las fuentes del desasosiego humano. En nuestro país, por lo menos durante los últimos treinta y tres años, quienes escriben poesía exploran y se mueven, con estilos y resultados diversos, en la tensión entre dos polos. A partir de la palabra heredada, hay voces que operan de algún modo sobre cierto sustrato de expresiones de una sensibilidad que el tiempo y la complejidad de las circunstancias desdibujaron. Por otra parte, está el efecto de ruptura de cánones impulsado por la experiencia cada vez más individual y menos colectiva de esta época, aunque se observan indicios de reagrupamientos todavía difusos; amén, en algunas de estas producciones, de cierto extrañamiento (no diremos nostalgia) a modo de reverbero, de una edad de oro perdida de manera impiadosa."

Rafael Gabino Britez


La sonrisa de Yuri Gagarin

 “Un piloto no debe cesar de volar”
Y. G.

“Somos sobrevivientes del linaje de Ulises,  
nadadores de aguas profundas, 
exploradores del océano cósmico, 
impulsores de una épica
recitada al pie de las naves
como un mantra salvador.”
                            Leonel César Jovellanos,
                            La mística del aventurero


Hay quienes aman viajar, se van lejos de casa
viven un tiempo abrazados al peligro
luego extrañan
emprenden la vuelta
bajo el amparo de sus dioses

otros aman la aventura constante
con cada regreso se motivan
para una nueva partida.

Cuando volvió de orbitar la Tierra
Yuri Gagarin ya no fue el mismo
aquí, sobre el suelo, se sentía pesado
salía a la calle vestido de astronauta
los vecinos aplaudían a su paso.

El héroe de la carrera espacial
sonreía, las chicas lo abrazaban
sólo querían un beso con aliento a estrellas,

su amada esposa recorría la ciudad
hasta encontrarlo, lo arropaba de modo decente
lo cuidaba hasta la próxima aventura,

su obsesión era volver al espacio
en cambio el Partido lo enviaba
como propagandista de la hazaña
lo recibían los líderes del mundo.

Es improbable, nadie quiere acordarse
de la presencia del tango en la Unión Soviética
durante aquellos años de la guerra fría,
parece inverosímil que los astronautas
escucharan a Gardel para relajarse
durante los descansos.

Un documentalista está buscando
testimonios que lo corroboren,
se interna en la espesura de la taiga
acumula entrevistas en aldeas perdidas
en medio de la estepa,
en una esquina de la Plaza Roja
algunos se lanzan a declarar sobre el asunto
entre un fundido y otro.

La leyenda dice
la sonrisa de Yuri
fue determinante para que Jruschov 
le confiara el primer vuelo
alrededor del planeta.

La sonrisa de Yuri
se parecía a la de Gardel,
tenía un aire, digamos
esa intensidad cautivadora

uno primero, otro después
ambos murieron en accidentes de avión
ahora son mitos amados por el pueblo.

Los soviéticos se rezagaron
y ya sabemos quiénes dicen
que llegaron a la luna un poco después
de que el MiG de Yuri se estrellara
una trágica mañana de marzo.

En algún lugar están ocultos
los registros grabados
los últimos instantes del vuelo,
un balbuceo confuso
la inminencia de la muerte
guardada en caja negra.

Decir que el destino se articula de manera lógica
parece aventurado,
huye de las certezas a menudo
cruza coordenadas insólitas
con datos en apariencia inconexos
para acomodar la suerte de los hombres.

Un campesino dice que vio un resplandor
estira un brazo frente a la cámara
para señalar un punto en el cielo
sobre el bosque donde el MiG de Yuri
se precipitó como un relámpago,

en la teve de Moscú nadie da crédito al relato
editado con fondo de bandoneón
y un horizonte de estepa
mientras corren los títulos.

Rafael Gabino Britez









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