El viaje interminable

A Enrique Vila-Matas
los pantanos se pusieron a nado
(Esteban Echeverría)

1.

Todo en el recuerdo se transforma.
Los cielos son terribles cielos azules,
y hay fuerte nostalgia de tiempos pasados,
olvidos, sudores, mañanas de sol blanco
en Orán. Viajero de tierra y mar, sentado
en un alcázar, en un café, en un tranvía,
en un ferry blanco que cruza el Bósforo,
aceptando el tiempo ausente como la medida
regia. El tiempo ya no existe, es un signo
de algo diferente que ignoro. Y me alejo. Parece
ser el día cuando los sueños se hacen realidad.

2.

Todo es un asunto de confianza
en una vida breve, hinchada de belleza.
Tomar té con la mano izquierda, menta
tibia, caliente. Eso es un signo único.
Como las manos dibujadas de la morisca
de senos inusitados en un cuerpo
de efebo frágil. Una mora magrebí, manos
tatuadas con senos, es imagen robada
pero es robo amoroso, una señal en el camino.
Es deseo elocuente y es inolvidable asombro.
No sé lo que quiero, digo en sueños.
Uso frases largas, largas oraciones.
Tose un perro en el desierto, en la noche oscura,
rompe el gran silencio con su raro ruido.

3.

Se corta la luz en la noche, cuando cenamos.
La comida se interrumpe y la luz vuelve.
Es un signo, símbolo de peligro y benevolencia.
Un destino generoso nos acaricia
la nuca, el cuello, nos inicia en cosas
secretas que no se dicen. A mí, a él y a ella,
por separado. Nadie más se entera. A mí
me ocurrió de noche, a ella de día, a pleno sol.
Esto no se muestra y quedará oculto
para siempre. Es el cristal de las verdades
imaginarias, un idioma con sólo dos puntos cardinales.

4.

¡Salvado! No tomo decisiones. Siempre veo
cosas imposibles. Hoy existe un arte de sacudir
alfombras, acompasado, delicado como acariciar frutas.
Sopla un aire transparente y opaco de hotel
frente al mar, lejos del horizonte, aire de brillo.
Crece una modesta complejidad de días y atardeceres.
Pero el progreso de las aguas es incontrolable
y todo cambia con esa engañosa fuerza tan especial.

5.

Las visiones se repiten acompasadas.
Es el monte pubis de esa mujer. Atisbo
sobrenatural, como el desierto
visto desde lo alto de los montes,
interminable. Invita a tocarse,
a suspirar por amor. Es solaz de ver
lo nunca visto. Pero su axila
afeitada, inhumana, es terrible signo.

6.

Las imágenes verdaderas no se pueden inventar.
Son argumentos eternos, no se pueden pensar
de otro modo. Somos verdes botellas de nociones,
somos un apurado contenido. Creo estar en El Oued
y ver la sombra de Isabelle, la mujer-hombre,
cheb y chaba, en un solo cuerpo, reina
de las inundaciones, ahogada en Aïn Sefra.
En este idioma hoy sólo se puede decir sur y norte.

7.

Es el gran dolor, los grandes dolores del cuerpo.
Algo brilla en el fondo del valle.
Brillo fuerte en los ojos como espejo al sol.
Y el mundo cambia. Son cosas que no se esperan
y cuando ocurren es por azar perfecto,
como los fuertes vientos o el gran arenal.
Son los olvidos, los miedos, los recuerdos,
la lejanía, la presencia, los años,  los desalientos.
Irse y quedarse. Son las desesperaciones
en su más límpida forma de no poder hablar.
No hay palabras que puedan reemplazar
a la imaginada realidad, la desaparecida.

8.

Hay muerte en el desierto y gritos,
más gritos que lo esperado. Hay gente,
hay los que miran y los que no miran
a los ojos. Está la Matrona del Camello,
busto erguido, lisa la nuca invisible,
la mano descansando en ese tridente angular
de la montura, un pie moreno sobre el cuello,
una rodilla cubierta hacia al cielo,
y las grandes torres en el aire.

También está la torre erizada de espinas esperando
en sus murallas. Hombres y mujeres azules.
Mujer con espada. El gallo canta de noche
en el desierto sin miedo. La mujer de espada
jamás muestra los senos. Muestra un monte
poblado, pero los senos nunca. Es gran amor.
Amor de todos y amor de nadie suspirando.
Amor de rostro entre los muslos, enseñando
a niñas de sabia lengua la tinta que nunca se acaba.
Es la tierra de la mujer vestida de hombre,
magisterio permanente de aprender y enseñar.
Pero la desaparecida realidad nunca se reemplaza.

9.

Ocurre un encuentro casual en el mercado, a gritos.
Después todo se acaba, sólo queda alguna marca,
una cicatriz pequeña, algún tatuaje en la mano,
los pies pintados. Suspiros olvidados. Reina la limpieza.
Duermo en la habitación 224 del Grand Hotel et des Palmes
en Palermo de Sicilia. Otro ladrido de perro en la calle.
Tres desayunos al sol esparcidos en siete años. Una
muerte. Pasó mucho tiempo, años y años. Espero aún ahora.
Y todo termina como empezó. El viaje no termina
y las cosas -hoy- sólo ocurren una vez.

Osías Stutman



James Joyce

1.
Un mueble me habla,
es el discurso del zapato
en Trieste. Todo me amenaza:
un hombre de bronce,
una vaca para cada uno,
los estados sin religión,
(ese mal necesario).

Abanico en mano,
vengo a penalizarte.
La emperatriz me pisa,
camina por mi espalda,
vestida de seda,
los bigotes en punta
cuidadosamente esculpidos.

Abandono las ropas de hombre
cuando una niebla cubre al mundo.
Las rodillas desnudas, contra el suelo,
blancas, en silencio. Como el tigre
traicionado por sus amigos, el texto,
toda la vida ante sus ojos,
y una identidad perdida corre.

2.
Bailar con el brazo muy levantado,
el pliegue al aire,
es lo más hermoso.
Soy el hijo de Bloom,
dice la voz, susurra la voz
de la imagen materna,
arrepentido como una hiena,
apenas respirando.

Las visiones de la verdad
luminosa nos hacen temblar. El hijo
preocupado por la inmortalidad,
marcha como un soldado hambriento.
Pensando en cómo se cuenta
la historia, the story,
desde el lecho
de la concepción.

3.
Llega un terrible cansancio
después de haber viajado,
dormido entre las sábanas,
besado los frutos, el pez
cubierto de sabores.
Acabar es llegar.

Osías Stutman


"Lo que me llevó a querer escribir poesía, desde la adolescencia hasta ahora mismo, fue y es una permanente pero vaga preocupación con los límites del lenguaje racional. En la poesía y en los usos del lenguaje místico, encontré lo que con pomposidad juvenil llamé mi vía de conocimiento. Lo de la ciencia en serio viene bastante después cuando descubrí por primera vez la excitación del hallazgo científico. Hacer un descubrimiento científico es un acto creador especial y secreto. Implica que durante un tiempo eres el único dueño de ese secreto y esa es una experiencia inefable. Pero por la estructura funcional de la ciencia sabes que tarde o temprano estas obligado a divulgar ese secreto. Tu secreto debe ser comunicado a todos por medio de una publicación o documento científico para que sea validado y utilizado por otros. La sucesión de descubrimientos crean tu fama, tu renombre. La presentación de un descubrimiento nuevo produce una excitación única y adictiva. Pero también entraña un peligro y es que con cada  descubrimiento nuevo te juegas la fama porque si te equivocas pierdes. Como puedes ver, la ciencia  (y la poesía) son juegos peligrosos. Pero estas son explicaciones post factum y estoy tratando de explicar aquí y ahora porque hice algo de una cierta manera y no de otra. 
Si ahora mismo me preguntas por qué escribo poesía, la primera respuesta que me surge es la más simple: porque me da la gana. Porque es la actividad intelectual que prefiero hacer y usar como método de conocimiento individual y de reafirmación de mi condición de ser humano pensante. A mis estudiantes siempre les decía que la única manera de encontrar algo (en ciencia) es no buscarlo. Pero para que ese “método” funcione se necesita una mente abierta a todo, con mente cerrada no funciona. Uno de los instrumentos básicos para ese buscar sin buscar era y es el uso de la asociación libre de los surrealistas como instrumento creativo (en poesía y ciencia). Por lo tanto la respuesta a la segunda parte de la pregunta, es: Sí, me ha servido (la poesía). Y el corolario es que a pesar de usar técnicas y metodologías diferentes hay muchos puntos en común entre la ciencia y la poesía. El poema terminado se parece al descubrimiento científico divulgado pues ambos dependen de otro (el lector) para cobrar existencia propia."

Osías Stutman




Los celos

                          A Antonio Gamoneda

Cincelar línea a línea
(el poema) como una visión.
Ópera desmesurada en su silencio,
con inmovilidad y blanco orden
en cada hoja. Eso es pensar
y no escribir. Es un pensar desterrado.

Los celos me impiden escribir
página a página como en las novelas
sonoras, invadidas de actores
y estratagemas entretenidas.
La populosa novela no es pensar
ni escribir ni escultura rasa. Es relato aparente,

engañoso. Describe momentos efímeros,
horas libres y noches claras, sin celos
cuando huye la mujer de guantes negros
y ojos en forma de trébol y la perla bajo la lengua.
Perdida la memoria la vemos ir y venir,
pero la tentación de llorar su ausencia es grande.

Osías Stutman











No hay comentarios: