Los pasos

Pasan con ángel por los dromedarios
de una decantadísima piscina.
Y una vez convencido de glicina,
nunca supe por qué, los serpentarios

tienden una aflicción de trementina
que me desciende: consuetudinarios,
los pasos vuelven a su corcho, usuarios
de un pez del todo reducido a espina

donde en cuclillas culpo a las corolas.
Y así pasan, mordiéndose  las colas,
por una cripta aglomerada y vieja.
Hasta que una vez más, cuando me deja
no sé por qué, la coz de lo estepario,
con ángel pasa un nuevo dromedario.

Nicolás Bratosevich

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