"A veces, el corazón del hombre a lo lejos se extravía, y bajo el arco de su ojo hay, como en los grandes arcos solitarios, ese muy grande lienzo de mar de pie en las puertas del desierto..."

"(…) Con todas las cosas errantes por el mundo, cosas al borde de la hora, van donde van todos los pájaros del mundo, a su destino de seres creados... A dónde va el movimiento mismo de las cosas, en su oleaje, adónde va el curso mismo del cielo, sobre su rueda, a esa inmensidad de vivir y crear por la que se conmovió la gran noche de mayo, van, doblando más cabos de los que crecen en nuestros sueños, y pasan, dejándonos en el océano de las cosas libres y no libres..."

Saint-John Perse


“¡Alegría! ¡Oh alegría desatada en las alturas del cielo! Las telas puras resplandecen, los invisibles atrios están sembrados de hierbas y las verdes delicias del suelo se pintan al siglo de un largo día.”

Saint-John Perse
Seudónimo de Marie-René-Auguste-Alexis Leger



"(...) Con todas las cosas errantes por el mundo, cosas al borde de la hora, van donde van todos los pájaros del mundo, a su destino de seres creados... A dónde va el movimiento mismo de las cosas, en su oleaje, adónde va el curso mismo del cielo, sobre su rueda, a esa inmensidad de vivir y crear por la que se conmovió la gran noche de mayo, van, doblando más cabos de los que crecen en nuestros sueños, y pasan, dejándonos en el océano de las cosas libres y no libres..."

Saint-John Perse
Seudónimo de Marie-René-Auguste-Alexis Leger



"El pájaro, entre nuestros hermanos de sangre el de vivir más ardiente, conduce hasta los confines del día un singular destino. Emigrante y hechizado por el crecimiento del sol, viaja de noche, al ser los días demasiado cortos para su actividad. En época de luna gris, color muérdago de las Galias, puebla con su espectro la profecía de las noches. Y su grito entonces es el mismo grito de la aurora: grito de guerra santa a cuchillo. En el brazo de su ala, el balanceo inmenso de una doble estación y bajo la curva del vuelo, la curvatura misma de la tierra…La alternancia es su ley, su reino la ambigüedad. En el tiempo y espacio que incuba de un vuelo, su herejía consiste en vivir un verano único. Escándalo es también para el pintor y el poeta, que ensamblan estaciones en los puntos más altos de su intersección.
(...)
El hombre ha alcanzado la inocencia del animal. Y el pájaro, impreso en el ojo del cazador, se vuelve el cazador mismo en el ojo de la bestia, como ocurre con el arte de los esquimales. Bestia y cazador atraviesan juntos el vado de una cuarta dimensión. Marchan al fin, al mismo paso, desde la complicación de ser, hasta la felicidad de amar, dos seres ciertos, emparejados. Nos hallamos lejos de lo decorativo. Es la sabiduría perseguida como una búsqueda del alma y la naturaleza recuperada al fin por el espíritu, después de que ella todo lo cediera. Una meditación conmovedora y larga ha encontrado otra vez la inmensidad del espacio y hora en la que se extiende el pájaro desnudo, de forma elíptica, como las células rojas de su sangre.
(...)
Con todas las cosas errantes por el mundo, cosas al borde de la hora, van donde van todos los pájaros del mundo, a su destino de seres creados…A dónde va el movimiento mismo de las cosas, en su oleaje, adónde va el curso mismo del cielo, sobre su rueda, a esa inmensidad de vivir y crear por la que se conmovió la gran noche de mayo, van, doblando más cabos de los que crecen en nuestros sueños, y pasan, dejándonos en el océano de las cosas libres y no libres…Ignorantes de su sombra, sin saber de la muerte sino lo que de inmortal se consume en el ruido remoto de las grandes aguas, pasan, abandonándonos, y ya no somos los mismos. Ellos son el espacio atravesado por un único pensamiento."

Saint-John Perse



"¡En el tumulto fresco de la otra orilla, los herreros son amos de sus fuegos! Los chasquidos del foete descargan en las calles nuevas carretadas de infortunios latentes. ¡Oh mulas, nuestras tinieblas bajo el sable de cobre! Cuatro cabezas reacias al nudo del puño forman un vivo corimbo sobre el azur. Los fundadores de asilos se detienen bajo un árbol y les acuden las ideas para la elección de los terrenos. Me enseñan el sentido y la destinación de los edificios: fachada de honor, fachada muda; las galerías de laterita, los vestíbulos de piedra negra y las piscinas de sombra clara para las bibliotecas; construcciones fresquísimas para los productos farmacéuticos. Y luego se acercan los banqueros que silban en sus llaves. Y ya por las calles un hombre cantaba solo, de aquellos que tiznan sobre su frente la cifra de su Dios. (¡Crepitar de insectos para siempre en el barrio de las basuras…!). Y no es éste el lugar para contaros nuestras alianzas con las gentes de la otra orilla; el agua ofrecida en odres, las prestaciones de caballerías para los trabajos portuarios y los príncipes pagados en moneda de peces. (Una niña triste como la muerte de los simios —hermana mayor de una gran belleza— nos ofrecía una codorniz en una zapatilla de satén rosa).
… ¡Soledad!, ¡el huevo azul que pone un gran pájaro marino, y las bayas en la mañana todas grávidas de limones de oro! ¡Fue ayer! ¡El pájaro ha volado!
Mañana las fiestas, los clamores, las avenidas bordeadas de plantas leguminosas y los servicios de limpieza acarreando a la aurora grandes trozos de palmas muertas, restos de alas gigantes… Mañana las fiestas,
las elecciones de magistrados del puerto, las vocalizaciones en los suburbios y, bajo las tibias incubaciones de tormenta,
la ciudad amarilla, encasquetada de sombra, con los pantalones de sus muchachas en las ventanas.
… A la tercera lunación, los que velaban en las crestas de las colinas arriaron sus tiendas. Se hizo arder un cuerpo de mujer en las arenas. Y un hombre avanzó hasta la entrada del Desierto, profesión de su padre: vendedor de frascos."

Marie-René-Alexis Saint-Leger Leger,​ cuyo seudónimo fue Saint-John Perse



“En la delicia de la sal todas son lanzas del espíritu... ¡Yo avivaré con sal las bocas muertas del deseo!”

Saint-John Perse
Seudónimo de Marie-René-Auguste-Alexis Leger





"He aceptado para la poesía el homenaje que aquí se le rinde, y tengo prisa por restituírselo.

La poesía no recibe honores a menudo. Pareciera que la disociación entre la obra poética y la actividad de una sociedad sometida a las servidumbres materiales fuera en aumento. Apartamiento aceptado, pero no perseguido por el poeta, y que existiría también para el sabio si no mediasen las aplicaciones prácticas de la ciencia.

Pero ya se trate del sabio o del poeta, lo que aquí pretende honrarse es el pensamiento desinteresado. Que aquí, por lo menos, no sean ya considerados como hermanos enemigos, Pues ambos se plantean idéntico interrogante, al borde de un común abismo; y sólo los modos de investigación difieren.

Cuando consideramos el drama de la ciencia moderna que descubre sus límites racionales hasta en lo absoluto matemático; cuando vemos, en la física, que dos grandes doctrinas fundamentales plantean, una, un principio general de relatividad, otra, un principio “cuántico” de incertidumbre y de indeterminismo que limitaría para siempre la exactitud misma de las medidas físicas; cuando hemos oído que el más grande innovador científico de este siglo, iniciador de la cosmología moderna y garante de la más vasta síntesis intelectual en términos de ecuaciones, invocaba la intuición para que socorriese a lo racional y proclamaba que “la imaginación es el verdadero terreno de la germinación científica”, y hasta reclamaba para el científico los beneficios de una verdadera “visión artística”, ¿no tenemos derecho a considerar que el instrumento poético es tan legítimo como el instrumento lógico?

En verdad, toda creación del espíritu es, ante todo, “poética”, en el sentido propio de la palabra. Y en la equivalencia de las formas sensibles y espirituales, inicialmente se ejerce una misma función para la empresa del sabio y para la del poeta. Entre el pensamiento discursivo y la elipse poética, ¿cuál de los dos va o viene de más lejos? Y de esa noche original en que andan a tientas dos ciegos de nacimiento, el uno equipado con el instrumental científico, el otro asistido solamente por las fulguraciones de la intuición. ¿Cuál es el que sale a flote más pronto y más cargado de breve fosforescencia? Poco importa la respuesta. El misterio es común. Y la gran aventura del espíritu poético no es inferior en nada a las grandes entradas dramáticas de la ciencia moderna. Algunos astrónomos han podido perder el juicio ante la teoría de un universo en expansión; no hay menos expansión en el infinito moral del hombre: ese universo. Por lejos que la ciencia haga retroceder sus fronteras, en toda la extensión del arco de esas fronteras se oirá correr todavía la jauría cazadora del poeta. Pues si la poesía no es, como se ha dicho, “lo real absoluto”, es por cierto la codicia más cercana y la más cercana aprehensión en ese límite extremo de complicidad en que lo real en el poema parece informarse a sí mismo.

Por el pensamiento analógico y simbólico, por la iluminación lejana de la imagen mediadora y por el juego de sus correspondencias, en miles de cadenas de reacciones y de asociaciones extrañas, merced, finalmente, a un lenguaje al que se trasmite el movimiento mismo del ser, el poeta se inviste de una superrealidad que no puede ser la de la ciencia. ¿Puede existir en el hombre una dialéctica más sobrecogedora y que comprometa más al hombre? Cuando los filósofos mismos abandonan el umbral metafísico, acude el poeta para relevar al metafísico; y es entonces la poesía, no la filosofía, la que se revela como la verdadera “hija del asombro”, según la expresión del filósofo antiguo para quien la poesía fue asaz sospechosa.

Pero más que modo de conocimiento, la poesía es, ante todo, un modo de vida, y de vida integral. El poeta existía en el hombre de las cavernas; existirá en el hombre de las edades atómicas: porque es parte irreductible del hombre. De la exigencia poética, que es exigencia espiritual, han nacido las religiones mismas, y por la gracia poética la chispa de lo divino vive para siempre en el sílex humano. Cuando las mitologías se desmoronan, lo divino encuentra en la poesía su refugio; aun tal vez su relevo. Y hasta en el orden social y en lo inmediato humano, cuando las Portadoras de pan del antiguo cortejo dan paso a las Portadoras de antorchas, en la imaginación poética se enciende todavía la alta pasión de los pueblos en busca de claridad.

¡Altivez del hombre en marcha bajo su carga de eternidad! Altivez del hombre en marcha bajo su carga de humanidad -cuando para él se abre un nuevo humanismo-, de universidad real y de integridad psíquica… Fiel a su oficio, que es el de profundizar el misterio mismo del hombre, la poesía moderna se interna en una empresa cuya finalidad es perseguir la plena integración del hombre. No hay nada pítico en esta poesía. Tampoco nada puramente estético. No es arte de embalsamador ni de decorador. No cría perlas de cultivo ni comercia con simulacros ni emblemas, y no podría contentarse con ninguna fiesta musical. Traba alianza en su camino con la belleza –suprema alianza-, pero no hace de ella su fin ni su único alimento. Negándose a disociar el arte de la vida, y el amor del conocimiento, es acción, es pasión, es poder y es renovación que siempre desplaza los lindes. El amor es su hogar, la insumisión su ley, y su lugar está siempre en la anticipación. Nunca quiere ser ausencia ni rechazo.

Nada espera sin embargo de las ventajas del siglo. Atada a su propio destino y libre de toda ideología, se reconoce igual a la vida misma, que nada tiene que justificar de sí mismo. Y con un mismo abrazo, como con una sola y grande estrofa viviente, enlaza al presente todo lo pasado y lo por venir, lo que humano con lo sobrehumano y todo el espacio planetario con el espacio universal. La oscuridad que se le reprocha no proviene de su naturaleza propia, que es la de esclarecer, sino de la noche misma que explora, a la que está consagrada a explorar: la del alma misma y la del misterio que baña al ser humano. Su expresión se ha prohibido siempre la oscuridad y esa expresión no es menos exigente que la de la ciencia.

Ahí, por su adhesión total a lo que existe, el poeta nos enlaza con la permanencia y la unidad del ser. Y su lección es de optimismo. Para él una misma ley de armonía rige el mundo entero de las cosas. Nada puede, ocurrir en ella que, por naturaleza, sobrepuje los límites del hombre. Los peores trastornos de la historia no son sino ritmos de las estaciones en un más vasto ciclo de encadenamientos y de renovaciones. Y las Furias que atraviesan el escenario, con la antorcha en alto, no iluminan sino un instante del muy largo tema que sigue su curso. Las civilizaciones que maduran no mueren de los tormentos de un otoño; no hacen sino transformarse. Sólo la inercia es amenaza. Poeta es aquél que rompe, para nosotros, la costumbre.

Y es así también como el poeta se encuentra ligado, a pesar de él, al acontecer histórico. Y nada le es extraño en el drama de su tiempo. ¡Que diga a todos, claramente, el gusto de vivir este tiempo fuerte! Pues la hora es grande y nueva para recobrarse de nuevo. ¿Y a quién le cederíamos, pues, el honor de nuestro tiempo?…

“No temas”, dice la Historia, quitándose un día la máscara de violencia y haciendo con la mano levantada ese ademán conciliador de la Divinidad asiática en el momento más fuerte de su danza destructora. “No temas, ni dudes, pues la duda es estéril y el temor servil. Escucha más bien ese latido rítmico que mi mano en alto imprime, renovadora, a la gran frase humana siempre en vías de creación. No es verdad que la vida pueda renegar de sí misma. Nada viviente procede de la nada, ni de la nada se enamora. Pero tampoco nada guarda forma ni medida bajo el incesante flujo del Ser. La tragedia no finca en la metamorfosis misma. El verdadero drama del siglo está en la distancia que dejamos crecer entre el hombre temporal y el hombre intemporal. El hombre iluminado sobre una vertiente ¿irá acaso a oscurecerse en la otra? Y su maduración forzada, en una comunidad sin comunión, ¿no sería quizá una falsa madurez?…”

Al poeta indiviso tócale atestiguar entre nosotros la doble vocación del hombre. Y esto es alzar ante el espíritu un espejo más sensible a sus posibilidades espirituales. Es evocar en el siglo mismo una condición humana más digna del hombre original. Es asociar, en fin, más ampliamente el alma colectiva con la circulación de la energía espiritual en el mundo… Frente a la energía nuclear, la lámpara de arcilla del poeta ¿bastará para este fin? -Sí, si de la arcilla se acuerda el hombre.

Y ya es bastante, para el poeta, ser la mala conciencia de su tiempo."

Saint-John Perse
Discurso que en 1960, y al recibir el Nobel Premio Nobel de Literatura



Estrechos son los bajeles

Estrechos son los bajeles, estrecho nuestro lecho.
Inmensa la extensión de las aguas, más vasto nuestro imperio
En las cerradas estancias del deseo.
Entra el Verano, que viene de mar. A la mar sola diremos
Que extranjeros fuimos en las fiestas de la ciudad,
y qué astro ascendiente de las fiestas submarinas
Vino una noche a husmear en nuestro lecho, el lecho de lo divino.
En vano la tierra próxima nos traza su frontera.
Una misma ola por el mundo, una misma ola desde Troya
Menea su cadera hasta nosotros. En la alta mar
muy lejos de nosotros se imprimió antaño ese soplo…
Y el rumor una noche fue grande en las estancias:
¡la muerte misma, a son de caracolas, no se haría oír en ellas!
¡Amad, oh parejas, los bajeles; y la mar alta en las estancias!
La tierra una noche lleva sus dioses, y el hombre da caza a las bestias leonadas;
las ciudades se desgastan, las mujeres sueñan. ..Que haya siempre a nuestra puerta
Esa alba inmensa llamada mar -selección de alas y levantamiento de armas;
amor y mar del mismo lecho, amor y mar en el mismo lecho –
y este diálogo aún en las cámaras.

Saint-John Perse
Seudónimo de Marie-René-Auguste-Alexis Leger



“Gente del polvo y de toda especie... Gente de los confines y de más allá... Seguidores de pistas, de estaciones, levantadores de campamentos en el soplo del alba; buscadores del agua en la corteza de la tierra...”

Saint-John Perse
Seudónimo de Marie-René-Auguste-Alexis Leger



"Imágenes para Crusoe":

1. Las campanas

   Anciano de manos desnudas
   repuesto entre los hombres, ¡Crusoe!
   llorabas, imagino, cuando desde las torres de la
Abadía, como un flujo, se derramaba el sollozo de
las campanas sobre la Ciudad...
   ¡Oh Despojado!
   Llorabas recordando los rompientes bajo La luna;
los silbos de más distantes riberas; las músicas extrañas
que nacían y se asordaban bajo el ala cerrada de la noche,
   semejantes a los encadenados círculos que son las
ondas de una concha, a la amplificación de clamores bajo la mar.

* * * * *

2. El muro

   El lienzo de muro está enfrente, para conjurar el círculo de tu sueño.
   Pero la imagen lanza su grito.
   La cabeza contra una oreja del sillón grasiento, exploras tus dientes
con tu lengua: el sabor de las grasas y las salsas infecta tus encías,
y sueñas con las nubes puras sobre tu isla, cuando el alba verde
crece lúcida en el seno de las aguas misteriosas.
   Es el sudor de las savias en exilio, la suarda amarga de las plantas silicuosas,
la insinuación acre de los manglares carnosos y la ácida delicia
de una negra sustancia en las vainas.
   Es la miel silvestre de las hormigas en las galerías del árbol muerto.
   Es un sabor de fruto verde que acidula el alba que bebes:
el aire lechoso enriquecido con la sal de los alisios...
   ¡Alegría!, ¡oh alegría desatada en las alturas del cielo!
   Las telas puras resplandecen, los invisibles atrios están sembrados de hierbas
y las verdes delicias del suelo se pintan al siglo de un largo día.

* * * * *

3.La ciudad

   La pizarra cubre sus techos, o bien la teja en que vegetan los musgos.
Su aliento se vierte por el tiro de las chimeneas.
   ¡Grasas!
   ¡Olor de los hombres urgidos, como de un soso matadero!,
   ¡agrios cuerpos de las mujeres bajo las faldas!
   ¡Oh ciudad contra el cielol
Grasas, aspirados alientos, y el vaho de un pueblo contaminado
-pues toda ciudad se ciñe de inmundicia.
   Sobre la lumbrera del tenderete -sobre los cubos de basura del hospicio
-sobre el olor de vino azul del barrio de los marineros
-sobre la fuente que solloza en los patios de la policía
-sobre las estatuas de piedra mohosa y sobre los perros vagabundos
-sobre el chiquillo que silba, y el mendigo cuyas mejillas tiemblan
en la cavidad de las mandíbulas,
sobre la gata enferma que tiene tres pliegues en la frente,
la noche desciende, entre el vaho de los hombres...
   -La Ciudad por el río mana hacia el mar como un absceso...
   ¡Crusoe! Esta noche, cerca de tu Isla, el cielo que se aproxima loará al mar,
y el silencio multiplicará la exclamación de los astros solitarios.
   Corre las cortinas; no enciendas:

   Es la noche sobre tu Isla y en su contorno, aquí y allá,
dondequiera se curva el impecable vaso del mar;
es la noche color de párpados, sobre los caminos entretejidos del cielo y del mar.
   Todo es salado, todo es viscoso y pesado como la vida de los plasmas.
El pájaro se arrulla en su pluma, bajo un sueño aceitoso;
el fruto vano, sordo de insectos cae en el agua de las caletas, cavando su ruido.
   La isla se adormece entre el circo de vastas aguas,
lavada por cálidas corrientes y grasas lechadas,
en la frecuentación de légamos suntuosos.
   Bajo los manglares que lo fecundan, lentos peces entre el cieno
han descargado burbujas de su cabeza chata; y otros que son lentos,
manchados como reptiles, velan. -Los légamos son fecundados.
-Oye chasquear a las huecas bestias en sus conchas.
-Sobre un trozo del cielo verde hay un humo apresurado
que es el enmarañado vuelo de los mosquitos.
-Los grillos bajo las hojas se llaman dulcemente.- Y otras bestias que son dulces,
atentas a la noche, cantan un canto más puro que el anuncio de las lluvias:
es la deglutición de dos perlas hinchendo su gollete amarillo...
   ¡Vagido de las aguas girantes y luminosas!
   ¡Corolas, bocas de moaré: el duelo que apunta y se ensancha!
Son grandes flores móviles en viaje, flores vivientes para siempre,
y que no cesarán de crecer por el mundo...
   ¡Oh el color de las brisas circulando sobre las aguas calmas,
   las palmas de las palmeras que se menean!
   Y ni un lejano ladrido de perro que signifique la choza;
que signifique la choza y el humo de la tarde
y las tres piedras negras bajo el olor de pimiento.
Pero los murciélagos cortan la noche blanda con pequeños gritos.

   ¡Alegría!. ¡oh alegría desatada en las alturas del cielo!

   ...¡Crusoe!, ¡estás ahí! y tu rostro se ofrece a los signos de la noche,
como una invertida palma de la mano.

* * * * *

4.Viernes

   ¡Risas bajo el sol,
marfil genuflexiones tímidas, las manos en las cosas de la tierra...
   ¡Viernes!, ¡qué verde era la hoja, y qué nueva tu sombra,
las manos tan largas hacia la tierra cuando, cerca del hombre taciturno,
meneabas bajo la luz la azul corriente de tus miembros!
   -Ahora te han obsequiado un rojo andrajo.
Bebes el aceite de las lámparas y robas en la despensa;
deseas las faldas de la cocinera que es gorda y olorosa pescado;
miras en el cobre de tu librea tus ojos que se han hecho embusteros
y tu risa, viciosa.

* * * * *

5.El loro

   Este es otro.
   Un marino tartamudo lo había dado a la vieja que lo venció.
Está sobre el rellano, cerca de la lumbrera, allí donde se mezcla al negror
la sucia bruma del día color de callejón.
   Con un doble grito, a la noche, te saluda, Crusoe,
cuando, subiendo de las letrinas del patio,
abres la puerta del pasillo y levantas ante ti el astro precario de tu lámpara.
Vuelve su cabeza para volver su mirada.
Hombre de la lámpara, ¿qué quieres de él?...
Miras el ojo redondo bajo el polen averiado del párpado;
miras el segundo círculo como un anillo de muerta savia.
Y la pluma enferma se remoja en el acuoso excremento.
   ¡Oh miseria! Apaga tu lámpara, El pájaro lanza su grito.

* * * * *

6.El parasol de piel de cabra

   Está entre el olor agrio del polvo, bajo el alero del granero.
Está bajo una mesa de tres patas: está entre la caja de arena para la gata
y el tonel desaherrojado en que se hacina la pluma.

* * * * *

7.El arco

    Ante los silbos del hogar, transido bajo tu hopalanda floreada,
miras ondular las dulces aletas de la llama.
-Pero un chasquido agrieta la cantante sombra: es tu arco, guindado,
que se rompe. Y se abre a todo lo largo de su fibra secreta,
como la vaina muerta en las manos del árbol guerrero.

* * * * *

8.La semilla

   En una maceta la enterraste: la purpúrea semilla
adherida a tu traje de piel de cabra.
   Y no ha germinado.

* * * * *

9.El libro

   Y qué queja entonces en boca del lar, una noche
de largas lluvias en marcha hacia la ciudad, removía
en tu corazón el oscuro nacimiento del lenguaje:
   "...De un luminoso exilio -y más lejano ya que la rodante tempestad
-¿cómo guardar las vías, ¡oh Señor!, que me habíais entregado?
   "...¿Sólo me dejarás esta confusión de la noche,
después de haberme, en un tan largo día, nutrido con la sal de tu soledad,
    "testigo de tus silencios, de tu sombra y de tus grandes gritos? "

   -Así te quejabas, en la confusión de la noche.
Pero bajo la oscura ventana, ante el lienzo de muro frontero,
cuando no podías resucitar el esplendor perdido,
   abriendo el Libro,
   paseabas un desgastado dedo por sobre las profecías,
y luego, fija la mirada en el espacio, esperabas el instante de la partida,
el levantarse del gran viento que te desellaría de un golpe,
como un tifón, partiendo las nubes ante la espera de tus ojos.

Saint-John Perse



"Gente del polvo y de toda especie...Gente de los confines y de más allá...Seguidores de pistas, de estaciones, levantadores de campamentos en el soplo del alba; buscadores del agua en la corteza de la tierra..."

Saint-John Perse



La ciudad

   La pizarra cubre sus techos, o bien la teja en que
vegetan los musgos.
   Su aliento se vierte por el tiro de las chimeneas.
   ¡Grasas!
   ¡Olor de los hombres urgidos, como de un soso matadero!,
¡agrios cuerpos de las mujeres bajo las faldas!
   ¡Oh ciudad contra el cielo!
   Grasas, aspirados alientos, y el vaho de un pueblo
contaminado — pues toda ciudad se ciñe de inmundicia.

   Sobre la lumbrera del tenderete — sobre los cubos
de basura del hospicio — sobre el olor de vino azul
del barrio de los marineros — sobre la fuente que solloza
en los patios de la policía — sobre las estatuas
de piedra mohosa y sobre los perros vagabundos —
sobre el chiquillo que silba, y el mendigo cuyas mejillas
tiemblan en la cavidad de las mandíbulas,
sobre la gata enferma que tiene tres pliegues en la
frente,
la noche desciende, entre el vaho de los hombres. .
.
— La Ciudad por el río mana hacia el mar como un
absceso. .
   ¡Crusoe! Esta noche, cerca de tu Isla, el cielo que se
aproxima loará al mar, y el silencio multiplicará la
exclamación de los astros solitarios.
   Corre las cortinas; no enciendas:
   Es la noche sobre tu Isla y en su contorno, aquí y
allá, dondequiera se curva el impecable vaso del mar;
es la noche color de párpados, sobre los caminos entretejidos
del cielo y del mar.

   Todo es salado, todo es viscoso y pesado como la
vida de los plasmas.
   El pájaro se arrulla en su pluma, bajo un sueño aceitoso;
el fruto vano, sordo de insectos, cae en el agua
de las caletas, cavando su ruido.
   La isla se adormece entre el circo de vastas aguas,
lavada por cálidas corrientes y grasas lechadas, en la
frecuentación de légamos suntuosos.
      Bajo los manglares que lo fecundan, lentos peces
entre el cieno han descargado burbujas de su cabeza
chata; y otros que son lentos, manchados como reptiles,
velan. — Los légamos son fecundados. — Oye
chasquear a las huecas bestias en sus conchas. —
Sobre un trozo del cielo verde hay un humo apresurado
que es el enmarañado vuelo de los mosquitos.—
Los grillos bajo las hojas se llaman dulcemente.— Y
otras bestias que son dulces, atentas a la noche, cantan
un canto más puro que el anuncio de las lluvias: es la
deglutición de dos perlas hinchando su gollete amarillo...
   ¡Vagido de las aguas girantes y luminosas!
   ¡Corolas, bocas de moaré: el duelo que apunta y se
ensancha! Son grandes flores móviles en viaje, flores
vivientes para siempre, y que no cesarán de crecer por
el mundo. . .
   ¡Oh el color de las brisas circulando sobre las aguas
calmas,
las palmas de las palmeras que se menean!
   Y ni un lejano ladrido de perro que signifique la
choza; que signifique la choza y el humo de la tarde y
las tres piedras negras bajo el olor de pimiento.
   Pero los murciélagos cortan la noche blanda con
pequeños gritos.
   ¡Alegría!, ¡oh alegría desatada en las alturas del
cielo!
…¡Crusoe!, ¡estás ahí! Y tu rostro se ofrece a los
signos de la noche, como una invertida palma de la
mano.

Saint-John Perse




"La democracia, más que cualquier otro régimen, exige el ejercicio de la autoridad."

Saint-John Perse



Mares

Estrechos son los bajeles

I.     ...Estrechos son los bajeles, estrecho nuestro lecho.
Inmensa la extensión de las aguas, más vasto nuestro imperio
En las cerradas estancias del deseo.

     Entra el Verano, que viene de mar. A la mar sola diremos
     Que extranjeros fuimos en las fiestas de la ciudad,
y qué astro ascendiente de las fiestas submarinas
     Vino una noche a husmear en nuestro lecho, el lecho de lo divino.

     En vano la tierra próxima nos traza su frontera.
Una misma ola por el mundo, una misma ola desde Troya
     Menea su cadera hasta nosotros. En la alta mar
muy lejos de nosotros se imprimió antaño ese soplo...
     Y el rumor una noche fue grande en las estancias:
¡la muerte misma, a son de caracolas, no se haría oír en ellas!

     ¡Amad, oh parejas, los bajeles; y la mar alta en las estancias!
     La tierra una noche lleva sus dioses, y el hombre da caza a las bestias leonadas;
las ciudades se desgastan, las mujeres sueñan. ..Que haya siempre a nuestra puerta
     Esa alba inmensa llamada mar -selección de alas y levantamiento de armas;
amor y mar del mismo lecho, amor y mar en el mismo lecho -

     y este diálogo aún en las cámaras.

* * * * *

II.
     1. "...¡Amor, amor que tan alto tienes el grito de mi nacimiento,
que es de mar en marcha hacia la Amante! Viña vendimiada sobre toda playa,
beneficio de espuma en toda carne, y canto de burbujas sobre las arenas...
¡Homenaje, homenaje a la Vivacidad divina!

     Tú, el hombre ávido, me desnudas: patrón más tranquilo
que a bordo el patrón del navío. Y tanta tela se desata,
no hay más mujer que aparejada. Se abre el Estío que vive de mar.
Y mi corazón te abre una mujer más fresca que el agua verde:
semilla y savia de dulzura, el ácido a la leche mezclado,
la sal a la sangre muy viva, y el oro y el yodo,
y el sabor también del cobre y su principio de amargura
-toda la mar en mi llevada como en la urna maternal...

     Y sobre la playa de mi cuerpo el hombre nacido de mar se ha tendido.
Que refresque su rostro en la fuente misma bajo las arenas;
y se regocije sobre mi era, como el dios tatuado de helecho macho...
Mi amor, ¿tienes sed? Soy mujer a tus labios más nueva que la sed.
Y mi rostro entre tus manos como en las manos frescas del náufrago,
¡ah! que te sea en la noche caliente frescor de almendra y sabor de aurora,
y conocimiento primero del fruto sobre la ribera extranjera.
 

     Soñé, la otra noche, islas más verdes que el sueño...
Y los navegantes descienden a la ribera en busca de un agua azul;
ven -es el reflujo- el lecho rehecho de las arenas chorreantes:
la mar arborescente deja allí, filtrándose, esas puras huellas capilares,
como grandes palmeras martirizadas,
altas muchachas extasiadas y llorosas que la mar acuesta
con sus taparrabos y sus trenzas desatadas.
 

     Y éstas son figuraciones del sueño. Pero tú, hombre de frente recta,
tendido en la realidad del sueño, bebes en la propia boca redonda,
y sabes su revestimiento púnico: carne de granada y corazón de tuna,
higo de África y fruto de Asia. ..Frutos de la mujer,
oh mi amor, son más que frutos de mar: de mí, ni pintada ni adornada,
recibe las arras del Estío de mar..."

 
     2. "...En el corazón del hombre, soledad.
Extraño el hombre, sin ribera, cerca de la mujer, ribereña.
Y mar yo mismo a tu oriente, como a tu arena de oro mezclado,
que vaya yo aún y demore en tu ribera,
en el desatarse muy lento de tus anillos de arcilla
-mujer que se hace y se deshace con la ola que la engendra...
     Y tú, más casta de estar más desnuda, de tus solas manos vestida,
no eres Virgen de los grandes fondos,
Victoria de bronce o de piedra blanca que se extrae, con el ánfora,
en las grandes redes cargadas de algas de los destajeros de mar;
sino carne de mujer a mi rostro, calor de mujer bajo mi olfato,
y mujer que prende su aroma
como la llama de fuego rosa entre los dedos semicerrados.

     Y como la sal está en el trigo, la mar en ti en su principio,
la cosa en ti que fue de mar, te ha dado ese sabor de mujer feliz
y a la que uno se acerca...
Y tu rostro está invertido,
tu boca es fruto para consumir a fondo de barca, en la noche.
Libre mi aliento sobre tu garganta, y la crecida, por todas partes,
de las capas del deseo, como en las mareas de luna próxima,
cuando la tierra hembra se abre al mar salaz y flexible,
ornado de burbujas hasta en sus charcas, sus pantanos,
y el mar alto en la pasturanza hace ruido de noria,
y la noche está llena de eclosiones.

     Oh amor mío con sabor de mar,
que otros pazcan lejos de mar la égloga al fondo de valles cerrados
-mentas, toronjil y meliloto, tibiezas de alisón y de orégano,
y hable allí el uno de colmenas y el otro trate de rediles,
y la oveja afelpada bese la tierra al pie de los muros de polen negro.
En la época en que se anudan los melocotoneros y se desbrozan las vides,
yo corté el nudo de cáñamo que mantiene el casco sobre su anguila,
en su cuna de madera. ¡Y mi amor está en los mares!
¡Y mi quemadura está en los mares!...

     Estrechos son los bajeles, estrecha la alianza;
y más estrecha tu medida, oh cuerpo fiel de la Amante...
¿Y qué es ese cuerpo mismo, sino imagen y forma de bajel?
Barquilla y navío, y nave votiva, hasta en su apertura mediana;
industriado en forma de carena, y sobre sus curvas modelado,
plegando el doble arco de marfil al gusto de las curvas nacidas de mar.
...Los ensambladores de cascos, en todo tiempo,
tuvieron esta manera de ligar la quilla al juego de las cuadernas y varengas.

     Bajel, mi hermoso bajel, que cede en sus cuadernas
y porta la carga de una noche de hombre, eres bajel portador de rosas.
Rompes sobre el agua cadena de ofrendas. Y henos aquí, contra la muerte,
sobre los caminos de acantos negros de la mar escarlata...
Inmensa el alba llamada mar, inmensa la extensión de las aguas,
y sobre la tierra hecha sueño en nuestros confines violetas,
¡toda la marejada a lo lejos se levanta y se corona de jacintos
como un pueblo de amantes!

     No hay usurpación más alta que en el bajel del amor."

* * * * *

III.
     1. "Mis dientes son puros bajo tu lengua.
Pesas sobre mi corazón y gobiernas mis miembros.
Patrón del lecho, oh mi amor, como el Patrón del navío.
Dócil la barra a la presión del Patrón, dócil la ola en su poderío.
Y es otra en mí quien gime con el aparejo...
Una misma ola por el mundo, una misma ola hasta nosotros,
en lo más remoto del mundo y de su edad...
Y tanto oleaje, y por doquiera, que sube e irrumpe hasta en nosotros...

     ¡Ah! no seas un patrón duro por el silencio y por la ausencia,
¡piloto muy hábil, amante demasiado atento!
Toma, toma de mí más que don de ti mismo.
Amando ¿no querrías ser también el Amado?...
Temo, y la inquietud habita bajo mi seno.
A veces, el corazón del hombre a lo lejos se extravía,
y bajo el arco de su ojo hay, como en los grandes arcos solitarios,
ese muy grande lienzo de mar de pie en las puertas del Desierto...

     Oh tú, obsedido, como el mar, por cosas lejanas y mayores,
te he visto, cejijunto, buscar más allá de mujer.
La noche en que navegas ¿no tendrá, pues, su isla, su ribera?
¿Quién, pues, en ti siempre se aliena y se reniega? -Pero no, has sonreído,
eres tú, vienes a mi rostro, con toda esa gran claridad de umbría
como de un gran destino en marcha sobre las aguas
(¡oh mar repentinamente herido de brillo entre sus grandes sementeras
de limo verde y amarillo!) y yo, tendida sobre mi flanco derecho,
oigo latir tu sangre nómade contra mi pecho de mujer desnuda.

     Estás ahí, amor mío, y lugar sólo tengo en ti.
Elevaré hacia ti la fuente de mi ser, y te abriré mi noche de mujer,
más clara que tu noche de hombre:
y la grandeza en mí de amar te enseñará tal vez la gracia de ser amado.
¡Licencia entonces a los juegos del cuerpo! ¡Ofrenda, ofrenda, y favor de ser!
La noche te abre una mujer: su cuerpo, sus puertos, su ribera;
y su noche prístina en que yace toda memoria.
¡Amor haga de ella su guarida!

     ...Estrecha mi cabeza entre tus manos, estrecha mi frente ceñida de hierro.
Y mi rostro comible como fruto de ultramar: el mango ovalado y amarillo,
rosa fuego, que los corredores de Asia sobre losas de imperio, depositan una noche,
antes de medianoche, al pie del Trono taciturno...
Tu lengua es en mi boca como salvajería de mar; el sabor del cobre está en mi boca.
Y nuestro alimento en la noche no es alimento de tinieblas, ni nuestro brebaje,
en la noche, es bebida de cisterna.

     Estrecharás el círculo de tus dedos sobre mis muñecas de amante, y mis muñecas serán,
entre tus manos, como muñecas de atleta bajo su banda de cuero.
Llevarás mis brazos anudados más allá de mi frente; y uniremos así nuestras frentes,
como para la realización conjunta de grandes cosas en la arena.
de grandes cosas a vista de mar, y yo misma seré tu muchedumbre en la arena,
entre la fauna de tus dioses.

     O bien, ¡libres mis brazos!...y mis manos tienen licencia
en el atelaje de tus músculos -sobre todo ese altorrelieve de la espalda,
sobre todo ese nudo movedizo de los riñones,
cuadriga en marcha de tu fuerza como la musculatura misma de las aguas.
¡Te loaré con las manos, poderío! y tú, nobleza del flanco viril,
pared de honor y de altivez que guarda todavía, desnuda,
como la huella de la armadura.

     El halcón del deseo tira de sus pihuelas de cuero.
El amor cejijunto se inclina sobre su presa.
Y yo, yo he visto mudarse tu rostro, ¡depredador!
como acontece a los rateros de ofrendas en los templos,
cuando cae sobre ellos la irritación divina...
Tu dios nuestro huésped, de paso, Congrio salaz del deseo,
remonta en nosotros el curso de las aguas.
El óbolo de cobre está sobre mi lengua,
el mar llamea en los templos, y el amor ruge en las caracolas
como el Monarca en las salas del Consejo.

     ¡Amor, amor, faz extranjera!
¿Quién te abre en nosotros sus vías de mar?
¿Quién toma el timón, y con qué manos?...
¡Corred a las máscaras, dioses precarios!
¡cubrid el éxodo de los grandes mitos!
El Estío, cruzado de otoño, rompe en las arenas recalentadas
sus huevos de bronce jaspeados de oro
en que crecen los monstruos, los héroes.
Y la mar a lo lejos huele fuertemente a cobre y al olor del cuerpo masculino...
¡Alianza de mar es nuestro amor que sube a las Puertas de Sal Roja!".

     2."...Amante, no levantaré techo para la Amante.
El Estío caza a la jabalina sobre los surcos de mar.
El deseo silba sobre su era.
Y yo, como el gavilán de las playas que reina sobre su presa,
he cubierto con mi sombra todo el esplendor de tu cuerpo.
¡Decreto del cielo y que nos ata! Y no es hora ya, oh cuerpo oferto,
de elevar en mis manos la ofrenda de tus senos.
¡Un lugar de rayo y de oro nos colma de su gloria!
Salario de brasas, no de rosas. ¿Y provincia marítima alguna fue,
bajo las rosas, más sabiamente pillada?

     Tu cuerpo, oh carne regia, madura los signos del Estío de mar:
manchado de lunas, de albugos, moteado de miel y de vino púrpura
y pasado como arena por el cedazo de los lavadores de oro
-esmaltado con oro y apresado en las grandes y luminosas redes
barrederas que rastrean en agua clara.
¡Carne regia y firmada con firma divina! De la nuca a la axila,
a la sangría de las piernas, y del muslo interno al ocre de los tobillos,
buscaré, baja la frente, la cifra oculta de tu nacimiento
entre las siglas reunidas de tu orden natal
-como esas enumeraciones estelares que suben, cada noche,
de las mesas submarinas para ir, lentamente,
a inscribirse al Oeste en las panegirias del Cielo.

     El estío, quemador de cortezas, de resinas,
mezcla al ámbar de mujer el perfume de los pinos negros.
Atezado de mujer y bermejo de ámbar son de julio el olor y el mordisco.
Así los dioses, ganados por un mal que no es nuestro,
se hacen de oro de laca en su piel de muchachas.
Y tú, vestida de un tal liquen, dejas de estar desnuda:
la cadera adornada de oro y los muslos pulidos como muslos de hoplita...
Loado seas, alto cuerpo velado por su esplendor,
contrastado como el oro en flor con el cuño de los Reyes.
(¿Y quién, pues no ha soñado desnudar esos grandes lingotes de oro pálido,
vestidos de ante muy suave, que hacia las Cortes viajan en los pañoles,
bajo sus bandeletas de grueso cáñamo
y sus grandes ligaduras entrecruzadas de espartería?) (…)

* * * * *

IV "...Quejas de mujer sobre la arena, jadear de mujer en la noche
no son sino arrullo de tempestad en fuga sobre las aguas.
Torcaz de huracán y acantilado, y corazón que rompe sobre las arenas,
¡Cuánto mar hay aún en la dicha llorosa de la Amante!...
Tú, el Opresor y que nos pisoteas, como nidadas
de codornices y corrientes de alas migratorias,
¿nos dirás quién nos congrega?

     Mar a mi voz mezclado y mar en mi siempre mezclado, amor,
amor que grita sobre los rompientes y los corales,
¿dejarás medida y gracia en el cuerpo de mujer demasiado amante?...
Queja de mujer y estrujada, queja de mujer y no herida...
¡dilata, oh Patrón, mi suplicio; prolonga, oh Patrón, mi delicia:
¿Qué tierna bestia arponada fue, más amante, castigada?

     Mujer soy y mortal, en toda carne donde no está el Amante.
Para nosotras el duro tiro en marcha sobre las aguas.
¡Que nos pisotee con el casco, y nos hiera con el espolón,
y con el timón tachonado de bronce nos golpee!. ..
Y la Amante tiene al Amante como un pueblo de gañanes,
y el Amante tiene a la Amante como una reyerta de astros.
Y mi cuerpo se abre sin decencia al Garañón del rito
como la mar misma en la embestida del rayo.(…)

* * * * *

V. A tu lado arrumbada, como el remo a fondo de barca;
a tu lado adujada, como la vela con la verga, al pie del mástil anudada...
Un millón de burbujas más que dichosas, en la estela y so la quilla.
Y la mar misma, nuestro sueño, como una sola y vasta umbela...
Y su millón de cabezuelas, de flásculos en vías de diseminación...

     ¡Supervivencia, oh prudencia! Frescura de tormenta y que se aleja,
párpados macerados, del azul de tormenta... Abre la palma de tu mano,
dicha de ser... ¿Y quién, pues, estaba ahí, que no es más que favor?
Un paso se aleja en mí que no es de mortal.
Viajeros a lo lejos viajan que no hemos interpelado.
Tended la tienda impregnada de oro, oh pura umbría de trasvida...

Y la grande ala silenciosa que tan largo tiempo
fue tal, a nuestra popa, orienta todavía en el sueño,
orienta todavía sobre las aguas,
nuestros cuerpos que tanto se han amado,
nuestros corazones que tanto se han conmovido...
A lo lejos la carrera de una última ola,
alzando más alta la ofrenda de su freno...
Te amo -estás aquí- y toda la inmensa dicha de ser
que fue aquí consumada. (…)

* * * * *

VI.  Un poco antes de la aurora y las cuchillas del día,
cuando el rocío de mar enluce los mármoles y los bronces,
y el ladrido lejano de los campos hace deshojarse a las rosas en la ciudad,
yo te vi, velabas, y fingí el sueño.

     ¿Quién, pues, en ti se aliena siempre con el día?
Y tu mansión, ¿dónde, pues, está?...
¿Te irás mañana sin mí por la mar extranjera?
¿Quién, pues, tu huésped, lejos de mí?
¿O qué Piloto silencioso sube solo a tu bordo,
de ese lado de mar que no se aborda?

     Tú, a quien he visto crecer allende mi cadera,
como inclinado sobre el borde de los acantilados,
no conoces, no has visto, tu faz de águila peregrina.
¿El pájaro tallado en tu rostro horadará la máscara del amante?

¿Quién eres, pues, Patrón nuevo?
¿Hacia qué tendido, en que no tengo parte?
y ¿sobre qué borde del alma irguiéndote,
como príncipe bárbaro sobre su montón de arreos?;
¿o como ese otro, entre las mujeres, husmeando la acidez de las armas?

¿Cómo amar, con amor de mujer -amando, a aquel
por quien nadie puede nada? ¿Y de amor qué sabe él?(…)

* * * * *

VII. Llegado el invierno, la mar de caza, la noche remonta los estuarios,
y los veleros votivos se acunan en las bóvedas de los santuarios.
Los jinetes del Este han aparecido sobre sus caballos color de pelo de lobo.
Las carretas cargadas de hierbas amargas se empinan sobre las tierras.
Y los bajeles en seco son visitados por pequeñas nutrias ribereñas.
Los extranjeros ve nidos de mar serán sometidos a censo.

     Amiga, he visto tus ojos rayados de mar, como los ojos de la Egipcia.
Y las barcas de placer son traídas bajo tos pórticos,
por las alamedas bordeadas de caracolas, de bocinas;
y las terrazas desunidas son invadidas
por una población tardía de pequeños lirios de las arenas.
La tormenta anuda sus trajes negros y cielo caza anclado.
Las altas mansiones sobre los cabos son apuntaladas con tablones.
Se entran las jaulas de pájaros enanos.

     Llegado el invierno, la mar a lo lejos, la tierra nos muestra sus rótulas.
Se queman la pez y la brea en los peroles de hierro colado.
Es tiempo, ¡oh Ciudades! de blasonar con una nave las puertas de Cibeles
y es también venido el tiempo de celebrar el hierro sobre el yunque bigornia.
La mar está en el cielo de los hombres y en la migración de los techos. (…)

Saint-John Perse



Para celebrar una infancia

¡Palmeras…!
Entonces te bañaban en el agua de hojas verdes;
y era también el agua verde sol, y las sirvientas de tu madre,
altas mozas lucientes, meneaban sus cálidas piernas cerca de tu temblor…
(Hablo de una alta condición, antaño, entre los trajes, en el reino de girantes claridades.)

¡Palmeras…! ¡y la dulzura
de una vejez de las raíces…! la tierra
entonces deseó ser más sorda, y el cielo más
profundo en donde los árboles demasiado grandes,
fatigados de un oscuro designio, anidaban un pacto
inextricable…
(He tenido este sueño, en la estimulación: una segura
permanencia entre las telas entusiastas.)
Y las altas
raíces curvadas celebraban
la partida de los prodigiosos caminos, la invención de las bóvedas y las naves,
y la luz entonces, en más puros hechos fecunda,
inauguraba el blanco reino al que lleve tal vez un cuerpo sin sombra…
(Hablo de una alta condición, antaño, entre hombres y sus hijas, que masticaban cierta hoja.)
Entonces, los hombres tenían
una boca más grave, las mujeres tenían brazos más lentos;
entonces, de nutrirse como nosotros las raíces, grandes bestias taciturnas se ennoblecían;
y más largos sobre más sombra se levantaban los párpados…
(Tuve ese sueño, nos ha consumido sin reliquias.)

Saint-John Perse


“Tanto en el científico como en el poeta hay que honrar el desinterés del pensamiento.”

Saint-John Perse
Seudónimo de Marie-René-Auguste-Alexis Leger




"Tened los pies en el suelo, y construir una obra fuera del tiempo, fuera del lugar."

Saint-John Perse



… Tierras nuevas, por allá, en un altísimo perfume de humus y follajes,
Tierras nuevas, por allá, bajo el alargamiento de las sombras más vastas de este mundo...

Saint-John Perse


Y el Poeta entre nosotros, sobre la calzada de los hombres de su tiempo.
Yendo a la marcha de nuestro tiempo, yendo a la marcha de este gran viento.

Saint-John Perse


“Y como la sal está en el trigo, la mar en ti en su principio, la cosa en ti que fue de mar, te ha dado ese sabor de mujer feliz y a la que uno se acerca...”

Saint-John Perse
Seudónimo de Marie-René-Auguste-Alexis Leger



“… Y sobre la playa de mi cuerpo el hombre nacido de mar se ha tendido.
Que refresque su rostro en la fuente misma bajo las arenas…”


Saint-John Perse
Seudónimo de Marie-René-Auguste-Alexis Leger

















No hay comentarios: