Advenedizos

Los advenedizos copiaron las Tablas de la Ley
a mano diestra a puño alzado con faltas de ortografía
falsificaron mal los patronímicos y los sobrenombres
Así fue posible que lo sumo se hizo vulgar y manifiesto
el unicornio minucioso en la polvareda
y de la cañada a un paso del precipicio
del barranco del despeñadero
Adulteraron mal los alias y los apellidos
Qué puede inventar un individuo que se consume en la vida
resistir al sueño cargado de apetitos y de ansias
durante el copular primaveral de
los pardillos en el pajar medianero
Difícil concebir que un mortal es el fruto de la más
pura abstracción de la apetencia carnal
Los advenedizos copiaron las Tablas de la Ley
a mano diestra a puño alzado con faltas ortográficas
remedaron mal los apelativos y los nombres
sofisticaron mal los apodos y los títulos
no fue la quebrada ni puente sobre un río
las semillas precipitándose en la vaguada
y los lagartos
que llegan a cientos
del polvo a la grava brillante en la que vagan entre los arenales
Raro es lo que atraviesa un duplicado en la naturaleza intacta
la trenza impregnada de lluvia en noches de borrasca
Miro entonces las olas desde la orilla del vestisquero
con los pies próximos al vértigo
la tierra recién llovida en la pradera devastada
escasamente sé ahora bosquejar en donde la pesadilla
es capaz de trasponer los sueños
para deambular desnudo sobre un cuerpo mojado
y sentir que no ha habido imperfección ni culpa
Los advenedizos copiaron las Tablas de la Ley
a mano diestra a puño alzado con faltas ortográficas
calcaron mal los seudónimos y las gracias
calcularon mal las rentas y los intereses

Sergio Badilla Castillo



Autopista de Ploeisti

En los suburbios de Bucarest la nieve se transforma en lluvia en el otoño. Las grullas errantes que vienen camino de las estepas rusas bajan en las verdes colinas del Otopeni y se aparean. El Danubio no está lejos de aquí y los bogantes cantan al ritmo de los remos. Un viernes de octubre entré por Oradea camino de los Cárpatos y encontré tu apellido como nombre de pueblo ante los ojos y el mapa. Me empantanaron cinco horas de fisgoneo en frontera para hurgar papeles y visas. No, no soy el agente que buscáis. No soy el espía de occidente sino un sencillo ilota que viaja como paria. Dunavoastra stie romaneste? Stie limba romäna? y llegan unos sombríos ziganes a santiguarme como si fuera el elegido antes de que llegue la tarde. Ví un pequeño zorro y una avutarda entre sus dientes amarillos. Las fauces de la vulpeja babean de excitación en la vanidad del siglo. Unas cornejas le siguen el rastro desde el aire y unos aviones Mig patrullan la comarca. Me pierdo en el camino largo y me salvan las palabras afectuosas de un zaraneste. El es un excluido como yo en un país con límites. Un repudiado debe tener derecho a fronteras y familia auque sea un canalla. En la concavidad de los altos montes voy a dar a Transilvania, al este de las llanuras de Moldavia y al norte de las de Valaquia. El conde Vlad ya no empala y castiga a sus rivales, son otros los que condenan a los hostiles cada la medianoche Las repudiadas desgracias de los parias y no de la mía están en los versos de Eminescu . Mi ímpetu es la de un apátrida que busca una prosapia en una segunda esquina del mundo, después de la matriz materna, la cordialidad de una chabola en los extremos de la tierra y en sus elementos. Mi linaje es una progenie incierta a la luz de un relámpago de otoño, el mismo que alumbra la arboleda y se refleja en el parabrisas de este auto usado en esta humanidad usada y trasegada por el que corro en la autopista de Ploiesti para llegar a casa. Hay unas viejas matronas que ponen más té al recipiente para que huela y sea té.La noche arquea sus piernas y el transeúnte piensa en apurar el pedal después del refrigerio. La ciudad está llena de suburbios y de aljibes con pájaros y microorganismos. Está sitiada por las sombras con helechos y roedores.

Sergio Badilla Castillo


Biblioteca de Éfeso 

Insinúas acaso la Biblioteca de Éfeso.
Allí leíamos nuestros primeros papiros  
                                          a Homero aunque ciego
con esa inmensa fama
Y Tales explicando sus teoremas
            tan extravagante como sabio
                                  de Mileto ante una mampara.

Insinúas que estuviste también en el anfiteatro
ufano con los gerontes de la polis
y después volviste a las termas de Vario a esconderte de la gente
como si los efesios no se dieran cuenta Pablo  
                                                   no se dieran cuenta
que andabas con tus epístolas bajo el brazo.

 Sergio Badilla Castillo



El francotirador con su arma

Entre las cercas un emboscado
dirigirá su carabina apuntando a mi mollera
y así he de recordar eternamente
con incomprensible indiferencia
el frenesí de una mañana
           con el alma envilecida.
Nada debe huir más allá de la duda
aunque el olvido hormiguee e irrumpa en plena niebla
y la realidad porfíe como magma cerebral en la extrañeza.
Un vendaval manosea los cimientos de mi mente
cuando bajo las cortinas en la noche nívea
y aparece el emboscado con su arma apuntando a mi mollera
entonces la pesadilla se tropieza con sus lascivo absurdo
y me celebro de no haber perdido la razón y la cabeza.

Sergio Badilla Castillo



Estatua de Lenin en Hanoi

Los muchachos juegan a la pelota bajo la estatua de Lenin
a la luz de los relámpagos que huyen de la tarde
mientras una cascada de lluvia busca asilo entre los árboles viejos
en la calle Dien Bien Phu.
Los rencores son histerias del pasado
mímicas sin rostro
tras una parva de huevos de Hong Bang
con sus siete dragones
en el lago Thi 
La tierra sigue fecunda casi preñada
cerca de la casa de la poeta Ba Huyen Thanh Quan
cuando la era se derrumba en su propia razón
como deshonrada grulla.
El azar es un golpe errático para el que
se descamina ante la incoherencia
entretanto los monjes oran en el templo de Buda
para que los mandarines no se arrodillen ante la familia Ly
ni ante sus descendientes escarlatas.
Me excluyo de esa cuantiosa deuda.
Los enemigos comen hoy en una misma mesa
no esconden sus cataduras en la noche del Mekong
o en la llanura de la heredad violada
porque es hora de garzas y sonajeras
en los nidos de las mirtáceas
de la calle Dien Bien Phu.

Sergio Badilla Castillo




Hombre infinito

Ellos nos miraban con sus ojos dulces de lince
a través de la tramoya donde las luces inquietan
 y aquellos que nos miraban apuntaban hacia fuera 
sus armas de fuego
como si eso fuera un juego de niños
quizás con la percepción de un asaltante
en una noche de jolgorio
y los que no reñían estaban de fiesta en la atmósfera
caliente y los ventisqueros licuándose al desbande
cada cual con su Blackberry
y Sidarhta ya no interesaba como hombre infinito - ni el color del cielo
en esa mañana clara de primavera. Yo no ofendía por torpeza
sino porque era un individuo solitario en un país maldito.

Sergio Badilla Castillo



Río venerable

Nos hemos apropiado de una ciudad sin nombre.
cerca de un río.
Las luces se desvanecen en la largura de la tarde
aunque aún sueño con la extranjera que se bañó desnuda
esa mañana en Varanasi.
Me escapo entonces bajo una densa bruma
mientras  el sol se desangra y agoniza.
Oye tú!  me dice un viejo con una sarta de pescados a cuestas
Tu madre ha partido al lago de las escarchas
y pasará unas cuentas noches entre el Sheol y el fuego
Pierdo la calma y no encuentro el camino
hacia mi casa.
Ella no volverá pero quizás el relámpago
alcance mi recuerdo en su alma

Sergio Badilla Castillo










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