Agonía de los días terrestres

Digamos que te mudas de país. Cruzas el aire
continental, y vas de cama en cama
como esos fugitivos que nunca
deshacen el bolso ni cambian
de ropa. Pero esa
es solo una fase de la calesita
que irá disminuyendo en su entusiasta
velocidad inicial. Entonces te vuelves
tortuga voyerista (poeta)
bajo el caparazón de un empleado
cualquiera: partícipe regular en horas pico,
al día con las mínimas obligaciones
que el bolsillo y el estilo
te permiten. Pero esa
es solo una fase de la calesita
que irá disminuyendo en su entusiasta
velocidad inicial. Un día
digamos que el subte se demora: el parlante balbucea
el clásico eufemismo. Llegas más tarde
de lo habitual. Te encoges junto a ella (que llega mucho antes
que vos a casi todo) en una de las últimas
camas de este viaje. Te preguntas (digamos mentalmente)
cómo se pueden mantener por tanto tiempo
dos miradas que intercambian
la agonía de los días terrestres,
y ser feliz en lo fugaz
del error a la vez.

Ricardo Montiel


"¡Qué ironía, Flores, que yo con mi valentía sea el representante de la cobardía general! Que yo cometa este acto atroz para que mañana todo ese hato de borregos respire aliviado y mande a sus hijas a misa sin el temor de que el cura les salga detrás del altar con la pija en la mano. (...) Para que esa ralea innoble, que se caga de miedo ante la furia y desorden del amor, se babosee ante el amor masacrado, y escriban versitos sentimentales y lancen una lagrimita por los desdichados amantes. Pero no seamos tan injustos. Es preferible soñar con el amor que padecerlo. Y es de estas pesadillas que nacen esos sueños."

Ricardo Monti
Una pasión sudamericana























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