A Isherwood agonizante

"Podrías estar, Christopher, en tu umbría casa de Santa Mónica donde descansas y esperas
 escuchar del exterior un sonoro sumario,
 irregular, anónimo,
del Berlín de hace cincuenta años
cuando los días otoñales se retrasaron:
el susurro de las chicas que hablaban de hombres jóvenes de pie, en la profunda y oscura calle, bajo
fachadas lúgubres desmigajándose como acantilados, en cuyo interior, en una habitación alquilada, escuchabas, preguntándote
si por casualidad una podría estar susurrando por ti, y añadías sin sentimiento alguno:
«Es del todo imposible».
Ahora la vigilia que tú soportas es más estricta y entre las palmeras del desfiladero y el oro desmenuzado sería perfectamente posible
escuchar el susurro de una llamada solitaria: Sal.
Sal y piérdete en el frío.
Una seducción insistente e impersonal. 

Thom Gunn



Ahora contemplo el progreso de la plaga,
los amigos que me rodean caen enfermos, adelgazan
y desaparecen. Desnudo, ¿es mi forma menos vaga:
expuesto de manera abrupta y con la piel esculpida?

Thom Gunn




Crecí mientras exploraba
un cuerpo en el que podía confiar
el riesgo me fortaleció

Thom Gunn



Desde la ola

Se remonta en el mar, cóncavo muro
      con las costillas del brillo en descenso,
     se impulsa hacia adelante y construye cimero
      su empinado risco.

Surgen de su escondite
      negras figuras sobre tablas
     y se lanzan contra la orla blanca,
      hacia donde se va jaspeando.

Sus pálidos pies se enroscan, se balancean
      con sabia destreza.
     La ola que remedan
      es lo que los mantiene tan quietos.

Ahora los cuerpos marmóreos son
      mitad ola, mitad humanos,
     como si les injertaran pies de espuma
      unos instantes, y luego,

lo más tarde posible, rebanan la superficie
      en procesión acompasada:
     en este lugar el equilibrio es un triunfo
      y el triunfo es una conquista.

La insensata cresta en la que cabalgaron
      sobre una fluida plataforma
     se rompe cuando la sueltan, cae y demorada
      se pierde.

Libres, los cuerpos enfundados, lisas focas,
      se aflojan y estremecen;
     y junto a la tabla el pie descalzo siente
      la succión de los guijarros.

Siguen a flote en el bajío;
      dos se salpican con agua;
     luego nadan todos mar adentro hasta
      que se vuelvan a juntar las olas buscadas.

Thom Gunn


El abrazo

Era tu cumpleaños, habíamos bebido y cenado
la mitad de la noche con nuestro viejo amigo
que se nos mostró al final
en la forma de una cama que alcancé con zancada de borracho.
Ya estoy cómodo y tibio,
y soñoliento gracias al vino que dormita a mi lado.

Me adormité, me dormí. Un abrazo rompió mi sueño, 
de repente, desde atrás, 
presionaba la extensión completa de nuestros cuerpos,
tu empeine en mi talón,
mis omoplatos contra tu pecho,
no se trataba de sexo, pero podía sentir
toda la fuerza de tu cuerpo apoyado,
o abrazado, al mío,
y encerrándome en ti,
como si todavía tuviéramos veintidós
cuando nuestra gran pasión todavía no
se había transformado en algo familiar.
Mi veloz sueño había borrado todas
las intervenciones del tiempo y del espacio.
Solo era consciente
de la existencia de tu seguro, firme, seco abrazo.

Thom Gunn



El hombre con sudores nocturnos 

Despierto frío, yo, quien
Prospera a través de sueños calientes
Despierto siendo su residuo,
En sudor y aferrado a la sábana. 

Mi carne era su propio escudo:
Donde se cortó, se curó. 

Crecí mientras exploraba
El cuerpo en el que podía confiar
Mientras adoraba incluso
El riesgo que robusto hizo 

Un mundo de maravillas en
Cada desafío a la piel. 

No puedo sino arrepentirme
El escudo dado estaba roto,
Mi mente se redujo a premura,
Mi carne se redujo y naufragó. 

Tengo que hacer la cama,
Pero en cambio me sorprendo 

Parado y detenido donde estoy
Abrazando mi cuerpo
Como para protegerlo de
Los dolores que me atravesarán, 

Como si las manos fuesen suficientes
Para detener esta avalancha.

Thom Gunn



Escribir un poema

(1973) 

Hace unos años estaba preocupado por ciertos conceptos sobre los que quería escribir. Surgieron de asuntos reales e imaginarios tan enredados como mi vida. Era imposible, en ese momento, aislarlos en un poema. Era una asociación de ideas bastante familiar, en verdad: confianza, apertura, aceptación, inocencia. Pero los sentí tan vívidos que entre más me llegaban a significar algo, más fallaba en la tarea de convertirlos en poemas. Bueno, ya sabía que lo que había que hacer era no esforzarse, sólo tenía que seguir viviendo con esos significados, regarlos, endurecerlos, ponerlos tupidos con el detalle de la experiencia, hasta que su floración se presentase a sí misma como un hecho dado. ¿En qué sentido puedes decir que la inocencia puede ser recuperada? Me pregunté y comencé con otro poema estéril que jugaba con la figura de una casa siendo restaurada, y si hay algo que la inocencia claramente no es, es una casa. Así que al fin dejé de lado la expresión literaria y escribí sobre cosas o simplemente me di un tiempo para descansar; olvidé cuáles.

Entonces, un día estaba caminando por una colina que bajaba al Pacífico que se encontraba en una playa pequeña y parcialmente protegida. Llegué a la playa desde unos arbustos y me encontré con una familia nudista: papá, mamá y su hijo pequeño. Él corrió hacia mí muy emocionado, gritando “¡hola, hola!” con su voz aguda, y se alejó corriendo sin esperar una respuesta. Me alejé y me sentí feliz por la belleza de la escena: también tenía una especie de decoro que hizo que mi mente la recordara varias veces en las siguientes horas. Se lo mencioné a algunos amigos esa noche y a otros al día siguiente, y al día siguiente me di cuenta de que quería escribir sobre la familia nudista. No supe más pero lo que quería era preservarlos en papel de la mejor manera, como una gran foto instantánea. Mostrar mis sentimientos por ellos en mi descripción sobre ellos. No fue hasta que terminé el poema que me di cuenta de que, entre otras cosas, había encontrado una encarnación de mi inquietante grupo de conceptos, aunque no lo sabía en ese momento.

Visto de una manera, la idea precedió a su encarnación; viéndolo de otra, los detalles precedieron a la inducción. Ninguno de los dos procesos excluye al otro, porque el proceso de escritura de un poema es algo más exhaustivo que cualquiera de los dos. Y creo que, con toda seriedad y no como una simple metáfora juguetona, también está conectado con los procesos de la magia. Es alcanzar las áreas inexplicables de la mente en las que el aire es demasiado primitivo o demasiado fino para que podamos vivir continuamente. Desde ese alcance traigo de vuelta el botín, y no siempre supe desde el principio cuál era ese botín, excepto que espero que sea valioso en términos de comprensión o como talismán, o más probablemente como una combinación de los dos, del poder racional e irracional.

Cuando vi a la familia nudista no sabía por qué me satisficieron tanto, por qué tuve esa extraña sensación de lo que llamé decoro, ciertamente, su apariencia era más que una encarnación de la inocencia y de su recuperación, aunque como he dicho, tengo que darme cuenta de que ellos también lo fueron. Pero sí sabía que tenía ciertos sentimientos claros y fuertes acerca de ellos que quería preservar, de ser posible, la experiencia que los suscitó. Cuando vine a escribir el poema, era muy importante que fuera fiel a esos sentimientos, incluso, paradójicamente, a riesgo de distorsionar la experiencia. Entonces, para mí, el acto de escribir es una exploración, un acercamiento, un acto de búsqueda de confianza para la encarnación correcta que me devolverá ciertos sentimientos cada vez que los desee. Y, por supuesto, nunca he logrado encontrar la encarnación correcta.

Thomson William "Thom" Gunn




La aniquilación de la nada

Nada sobrevivía: Nada, el hombre lascivo
que noche a noche ensayaba hasta caer abandonado
en un letargo sombrío donde solo un sueño podía alcanzar.

Se alargaba como una vasta y contagiosa ausencia,
más espaciosa que el mismo espacio, sobre nubes y ciénagas,
definida únicamente por lo invasivo de su influjo.

Desnudo hasta la indiferencia ante los engranajes del tiempo,
cuyo término ya conocía, despertaba sin anhelos
y saludaba al cero como mi paradigma.

Pero ahora se interrumpe: las imágenes se incendian
en la quieta esfera donde he aguardado,
mostrando un paisaje que aún se yergue intacto:

el poder que yo había imaginado, que presidía
lo más hondo en su abstracta aniquilación,
era solo cambio, y los átomos que dividía

concluyen sin saberlo, inéditas combinaciones.
Únicamente veo una infinita finitud
en aquellas singulares y bellas variaciones.

Es anodadante que la nada no pueda ser:
un fulgor en la mente traza una neblinosa estela de horror.

Mira hacia arriba. Sin firmeza ni libertad,

la materia, ciega, sobrevuela la tiniebla.

Thom Gunn



Pensar el caracol

El caracol avanza a empujones
por una noche verde, pues la hierba
está cargada de agua y pone trabas
a la brillante senda que da forma,
donde la lluvia ha oscurecido
la tierra oscura.
Se desplaza en un bosque del deseo,

moviendo apenas las antenas ocres
cuando caza. No sé decir
qué fuerza le espolea a su labor,
sin saber nada, ahí empapado a posta.
¿Cómo entender la furia
del caracol? Lo único
que pienso es que si luego

no hubiera separado la hojarasca
sobre el túnel ni hubiera visto
el reguero delgado
de baba blanca y quebradiza,
no habría imaginado nunca
una pasión tan lenta
para este lánguido progreso.

Thom Gunn





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