Ancud en la mañana

Me acuerdo de ese instante
parada sobre una loma en el Ancud,
el cielo azul y el viento
a orillas del Pacífico,
y el sol que era toda la luz alrededor
como la fuerza
de la juventud.
Hay una foto que se habrá perdido,
pero ahora estoy adentro,
es el olor del mar lo mejor
y no sale en la foto.
Miro alrededor con los ojos entrecerrados
las casitas de madera y más allá
pequeños barcos de colores encallados en la arena,
un poco más lejos estará el archipiélago.
Toda la travesía vinimos avistando
lobitos marinos desde el gran transbordador,
y viendo cómo el océano subía y bajaba
en grandes olas con picos de espuma,
igual a un bello dibujo japonés.
En la punta de la ciudad hay un fuerte
hecho de piedra y un faro
que ayudaba a llegar a los barcos.
Miro alrededor una vez más,
con los ojos entrecerrados,
a otra lejanía que ya es el tiempo.

Sonia Scarabelli



Conejas

Ahora mi amiga y yo
nos ponemos unos ojos nuevos para mirar la vida.
Es emocionante como volvernos dos conejas
que se sueltan a correr a campo traviesa.
El amor como una carrera feliz a cielo abierto,
entre pastos altos y jardines de hinojo.

Sonia Scarabelli


Corona del día

Una fila de árboles al oeste
perennes y caducos y una ruta lisa
por donde vamos pasando
como si la vida fuera esto,
ni duración ni muerte,
un instante perdido en la belleza
de ser nomás lo que es,
tiempo y cielo, sobre nuestras cabezas
por un segundo, la corona del día.

Sonia Scarabelli



El arte de silbar

Silbo y al rato un eco se desprende
y como si llegara alto, va y se queda
flotando en el aire.
Silbar no es de mujeres pero él
nos enseñaba a todos por igual,
mis hermanos y yo: silbar, nadar, pescar.
Después crecimos y recuerdo haber sentido
la soledad de ser una mujer
como quien marcha hacia el exilio.
Sobre todo del padre,
que en el sueño de anoche
se aparece de pronto en una ruta solitaria:
diferente y el mismo como siempre,
a la luz de los faros de un coche, dice:
hija, de la vida no se huye. 

Sonia Scarabelli




Eucaliptos
  
Fue entonces cuando vimos
los eucaliptos quemados 
despedir un dorado fulgor como si en ellos
el sol hubiese dejado para siempre
su luz más fina,
cambiando en zarza ardiente el bosquecito 
de árboles que rodaban silenciosos
de regreso a la tierra. 

Sonia Scarabelli




La exterioridad

Es verdad
está todo afuera y, se diría,
el que más afuera
de todo está
es el que está muerto,

acostado allá afuera por así
decir, en esa luz de ahora, de la hora
de la siesta, en ese
claro del tiempo abierto bajo el cielo
de justo esta tarde en que me acuerdo
de él como otras veces, pero viene
mezclado en la materia de los sueños:
se le pega
la cara de otro, y otro,
también querido,
le presta el color de un ojo, le alza el brazo
o le alcanza la ropa que se pone
ahora,
pero no sé si antes la tuvo.

Todo está afuera aunque yo crea
pensar así de claro dentro mío,
en el silencio blanco de esta hora
de la siesta ta blanca, y el calor
que hace, serán
al menos treinta grados
afuera de la piel
y adentro, que es afuera
también, el sol, el día
aquel que nos pasamos
juntando peperina en la montaña
y después nos bañamos en el río.

Vos llevabas puesto ese sombrero
de la foto, el machete en la cintura,
que en la foto
lo llevás en la mano, claro,
y que se vea
cómo a veces es bueno no pensar,
porque empezás
hablando y cuando
te descuidaste,
todo está afuera.

Sonia Scarabelli















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