Apenas conozco mis manos

Apenas conozco mis manos
Los zapatos que me pongo en los pies.
Se el día y la noche
y los terrores del viento.
Pero los años ¿dónde están los años
y todos los libros que he leído?
Las caras amadas no tienen hojas
de sus eventos,
solo quedan los nombres.
Todo en la memoria
se desmorona, se hunde
Sin ruido
en las escotillas de los muertos.
Ah, ¿dónde están las presencias agudas?
del pasado, sus formas cálidas,
la cera en la que afectaron
¿mis sentimientos?
Donde el significado está oculto
de las cosas que experimenté
y escalofríos
y los cielos de aventura?

Vittorio Bodini


Bestiario salentino

La luz es otra bestia sobre las casas
que  añadir al bestiario
cuya fábula
sabe de escupidas y amenazas,
la salamanquesa, la tarántula,
la lechuza,
la agresiva cigarra.
Y esa otra que no canta y no quema
como la fusta del carretero
bajo la nube de calor
pero grismente dice: si las cosas
hubieran sido distintas.
¡Inmundo insecto, tan lleno de melancolía!

Vittorio Bodini



Con este nombre

Amor,  ya no estoy seguro de saber
qué llamo con este nombre.
Si rebusco en el fondo en que se hunde
tu quieto naufragio,
entre los dientes de los escualos,  y aquellas arenas celosas,
reemerge en seguida mi pensamiento desnudo
al día visible,
con los brazos heridos  y algún hilo
de alga sobre el cuerpo, o los ciegos indicios de una medusa.

Pero a la tarde, si con el paso de las fieras
que comparecen cautas en el estanque,
entre los azules venenos que mezcla el cielo,
a mí como a tembloroso vidrio se asoman
los antiguos golpes, o errores, o la presente
soledad, oh entonces, como estás
tú extrañamente viva en mis labios,
y qué asombrados altares mi voz
oye que se esculpen en las tinieblas
sin yo saberlo: Oh amor,  si supieras…

Vittorio Bodini



Cuatro fragmentos

1.
Tú no conoces el sur, las casas de cal
de las que salíamos al sol como números
de la cara de un dado.

8.
Una funesta mano lánguida desde los techos
visita los hornos apagados, los establos en que despierta
una linterna o una voz polvorienta.
Como de un astro próximo a morir
se oye un canto de los campos de tabaco.
En los umbrales escuchan las antiguas mujeres sentadas.

9.
Cuatro caminos

¡Qué nevado silencio,
qué sueño miserable
de carbón y de fango en los suburbios!
Entre casas despeinadas algún farol a gas
arroja en la sombra su sombra verdosa:
allí se desvanece una pareja, y justo donde desaparece,
la cola de una serpiente entre las cañas
de un remoto verano un momento centellea.

Una piedad insensata
seca como semillas de girasol
gira en el vacío de las bocacalles,
mientras en tu tierra los campesinos
invisibles hablan en azul profundo
de los campos de tabaco, y en un instante
la noche tendrá sabor de aceituna verde.

12.
Un monje pendenciero vuela entre los árboles.

Vittorio Bodini



Lecce

El
cielo blanco es donde está el cielo.
En las cornisas corren
ángeles con senos dulces,
guerreros sarracenos y burros aprendieron
con ricas gallinas.

Un juego frenético
del alma que teme al
tiempo,
multiplica figuras, se
defiende
de un cielo demasiado despejado.

Un aire
suave y sin prisas de oro
perdura en ese reino
de engranajes inservibles, entre los cuales
la semilla del aburrimiento
abre sus flores ingeniosamente arqueadas
y, como por casualidad,
un carnaval de piedra
simula el infinito en mil formas.

Vittorio Bodini



Muerta en Puglia

Cuando supo el aumento del precio de los tomates
comprendió que el tiempo de los latidos había terminado.
Aprendió a rezongar
y a meter las manos en la lavandina hirviente.
En la casa blanqueada hacía poco
ardía sobre una pared
una ristra de ajíes para los machos.
Al amanecer un albañil salió tosiendo
y cerró la puerta de la casa,
las hojas de limonero en el cojín
recordaron un sol de amarillo óseo.
Muerta, no mueras más.
Acuérdate de las aceitunas negras.
Lustra los picaportes y riega los claveles.
Olvida que los vidrios de las ventanas
se lavan con agua y vinagre;
que las manchas sobre la ropa oscura
se quitan con la borra del café.
No es más tu mano la que destina a otro uso
la cera aún blanda de los candelabros
o que calienta sobre el gas el chocolate de los muertos.
Resurge en lo Inútil, muerta de la Puglia:
en los corales del mar o en el ulular del viento
en tu tierra de ostras y licántropos.

Vittorio Bodini


Noche

Frente a un mar lleno de oráculos
donde nada florece
ni siquiera una pantalla de lámpara de estilo art nouveau o la astilla de la granada
que hirió el cielo en su dedo,
una paloma voló
con un alfiler oxidado clavado en la cabeza.

Víctima viciosa y criminal,
la criolla de los jeans azules de lona blanca
era la navegación de una lenta sonrisa
habitada por pianos y caimanes.

Al oeste de las grandes bufandas de sus ojos,
el ruido de la polea hecha por las grandes almas
no tocaba los gennai en miniatura
acampados en las montañas de mis cumpleaños.

Pero
el viejo Ansaldo negro debajo de los muros de Jericó llevó nuestra infancia con gritos inmundos.
donde una vez
los grandes criadores del desierto solían reunirse a diario.

Vittorio Bodini












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