arribo

huelen a melancolía los durmientes
a pesar del bullicio a pesar de los cuerpos

bajan caminan se miran sin pensar
la tristeza del mundo

un cigarrillo en los labios
y un vaso de vino en estación Constitución

si tan sólo hubiera algo de pan este día
algo de carne algo de fiesta algo de vino

Señor

Andrés Alvarado


atardece frente al río

surcan botes riachuelo de espinas
dos ojos se posan en la mano continua al remo

pensamientos desesperan el dulce itinerario
de los barquitos que se extienden a su naderío

el lamento de una mujer se une
en un rincón del mundo
al pensar de los ojos

será nuevamente plateada la luna?
lloverá tierno dios sin olvido y sin perdón?

pero diciembre ahoga rabia
y llueven crisantemos

Andrés Alvarado



en el umbral de lo no dicho

en el umbral de lo no dicho
arena y silencio la noche intransitable
palabra no dicha — penumbra
frío en la hoguera del fuego sagrado

despierta la palabra ruego en la noche de miedo
que todo perturbe y fuego golpee
atraviese las puertas quiebre las manos
y se una al dolor de lo escindido

lo que vuelve
lo no dicho.

Andrés Alvarado



entonces los ojos dijeron dos cosas:

¿hojas? –dijo el primero.
¡sueños! –dijo el segundo.

y todo siguió un curso
de cosas.

Andrés Alvarado





la mesa redonda y roja

la mesa redonda y roja
en una casa que ya no
donde el sol.

el niño evoca sin saber la foto.

qué había tras los ojos?
extraño aroma
de cuerpos
caídos?

Andrés Alvarado






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