Blancura

Al hacer el amor
pienso que la blancura de tu cuerpo
pierde sentido sobre
la blancura del mío
como si fuera inútil
que un color se disuelva
sobre el mismo color.

Pero un minuto más tarde comprendo
que las calladas olas pálidas
de nuestros cuerpos
sí tienen un sentido,
porque cuando se encuentran
son el paisaje
de un ruido tan callado,
móviles ondas quietas,
y que nos apretamos
de la misma forma
que se aprieta un cristal
bajo la presión del viento
rompiéndose en un abrazo
de astillas y hendiduras,
fragmentándose
en un silencio de agua y aire
dentro de nuestra carne
en la noche del cuarto.

Y que tiene sentido
romper tu espejo contra el mío
para mirar
en las quebradas piezas reunidas
mis pies o hallar tu boca
en la blanquísima repetición
de nuestros cuerpos.

Víctor Manuel Mendiola


El huevo duro

A Tomás y Antonieta

De la cestilla tomo el frágil huevo.
Sobre la mano pesa su redondo
blanco sin peso —tan callado y hondo,
tan oro y ogro como un medioevo.

Con la cuchara hasta el perol lo llevo
y el tiempo mido; en el hervor lo escondo
y miro cómo el miedo baja al fondo;
ser viejo y duro es un febril renuevo.

Todo es la blanca forma del espanto.
atrapada la nuca picadura
y el gallo a la mazmorra reducido,

es el huevo la nota de otro canto
y oro sin ogro guarda la armadura;
mi cena, el duro huevo envejecido.
No hay verdad ni temor, tampoco engaños
y la casualidad es mi andadura.

Thot escribe mi nombre en los extraños
pergaminos de todo: empieza y dura
la vida; sube y cesa la verdura
del Nilo y vagan vagos los rebaños.

Arriba, entre los soles de mi puerto,
amor y soledad, ocaso y orto
caen en el reloj de mi destino.

Pero el destino sabe en mi ojo abierto
todos los soles. Mientras, sigo absorto
en la perplejidad de mi camino.

Víctor Manuel Mendiola



Lot

I
Los ángeles llegaron a Sodoma
tarde en la tarde. El sol caía seco
en las casas lucíferas y un eco
oscuro resonaba en el idioma
de los rebaños. Lot, haciendo un hueco
con la mano, escuchaba una paloma.
Se acercó un puerco y Lot le dijo: “Toma
estas migas. Al dártelas no peco,
aunque la gente de estas propiedades
crea que la ternura es una falta,
un bien que es mal con expiación precisa.”
Los ángeles pensaron las verdades
del viejo fiel en la hora menos alta
cuando el sol cae y todo tiene prisa.

II
Los vecinos de Lot, en el momento
que llegaron los ángeles, miraron
una alada hermosura y observaron
cómo el anciano, con desprendimiento,
los guarecía en su hogar. Se juntaron
y riñeron. La luz en movimiento
ardía tras las nubes. Un violento
rumor creció. Los hombres se quitaron
las ropas largas y desnudos fueron
furiosos a la puerta del anciano.
“Queremos a los jóvenes –dijeron–,
los vamos a montar como un marrano
monta a chillidos una perra inmunda.
No olvidarán la noche gemebunda.”


III
Lot ofrece a sus hijas. Los vecinos
apresurados discuten: “Queremos
nada más a los jóvenes. Sabemos
que los has hospedado. Peregrinos
o lo que sean no permitiremos
que nos evadan. Perros y cochinos
los vamos a gozar por horas. Dinos
dónde los tienes. Permaneceremos
aquí toda la noche y contarán
el dolor del amor que nunca obraron.
Guarda a tus hijas con los gurruminos.”
Los ángeles, entonces, agolparon
a la turba en la sombra sin caminos
donde están los deseos que no están.

IV
Al llover el primer raudal de fuego,
Lot ya se halla muy lejos de Sodoma.
Reaparece prístina “la coma
de la luna” en la fría noche. Luego,
Lot encuentra una cueva en una loma
descolorida. Ahí, se humilla en ruego
y bebe vino con desasosiego.
Una hija se desnuda y él la toma.
A la noche siguiente bebe vino,
otra vez, y el deseo es más deseo
y goza a la segunda. Consolado,
Lot se arrulla en el sueño femenino
del vientre de sus hijas. Como hebreo
sabe que en su corral ha sido hurtado.

Víctor Manuel Mendiola




Primer soneto de Corona dedicada al amor

¿De este atroz laberinto cómo huir?
Hay muchas sendas, mas ningún camino:
si giro a la derecha, ardo de amor;
permíteme avanzar hacia el peligro;
y si giro a la izquierda, el gozo cesa;
déjame retornar con mi inquietud,
aunque un beso traspase mi fortuna;
estar quieta es más cruel, de cierto lloro.
Así, déjame ir en cualquier sentido,
hacia el frente o atrás, o hacia mí misma,
debo aguantar las dudas sin descanso
y de ese modo hallar la mejor senda.
No obstante, lo más duro de este dédalo
es depender del hilo del amor.

Víctor Manuel Mendiola


Tu Mano, Mi Boca
59 variaciones sobre un plato
(fragmento)

29. En el centro del plato pones, con ingenuidad y pacíficamente, la carne de un buey, un cerdo o un cordero. ¿Te la crees? ¿Piensas que estás afuera de la ley feroz de la saliva que envenena o del diente que rompe y rasga?

30. En el centro de un plato pones la rapidez de una lechuga. El aire sopla en la verdura.

31. En el comedor escuchas la percusión, el temblor, el temor, el tambor de los platos.

32. En el centro de un plato miras cómo las cebras se deshilachan en negras blancas hebras. En todo plato hay una cerámica de África. El león está detrás.

33. El plato sostiene al buey, al cordero y a la verde hoja larga, expuestos entre el grito y el colmillo.

34. El plato tiene la apariencia de una superficie, pero es la trampa de una bolsa retráctil. Una garra como un guante de sangre. Un estómago.

35. De niño veía la sombra blanca del plato y me quería hundir en su borroso lago de sangre.

36. El plato es una planta carnívora.

37. En esa planta mides tu hambre y tu sed; el peso y la largura de tu paso; los kilos de presión en tu mordida.

38. Sentarse a comer con alguien, estar en la mesa, hacer sonar apenas, o mucho, los platos: representar la digestión de adentro en el teatro de afuera.

39. Los ruidos de mi estómago y del tuyo en este momento fueron las palabras de amor de hace dos horas frente de nuestro plato.

40. Sobre la superficie de la mesa relumbra el pozo mudo de mi plato, su ruido azul de boca me atraviesa.

41. Te miro a los ojos; te miro con hambre, te miro con mi boca; quiero guardarte; déjame abrazarte con mi estómago.

42. Cuando decimos “te amo” o “te quiero” no deberíamos señalar la sonrisa o el cabello, tampoco la espalda; sería mejor hablar como nos hablamos en el silencio de la cama o del baño. Los sentimientos me hacen mentir.

43. En el dominio del plato puedo decir: necesito husmear tu pie, probar tu áspera axila desdoblada, aspirar las fosas de tu cuello caliente, tocar el anillo de tu cuerpo, comer de ti, comer de tus huecos. Roer tu hueso, tu adentro. Déjame.

44. Cuando nos dejamos de amar, ya no comemos juntos ni nos comemos. El teatro de afuera extravió el teatro de adentro. No somos un plato que corre en la velocidad de su placer sino un vaso estrechándose sin acento ni rima.

45. En un plato no sólo pones tu alimento; depositas los gramos y las pulgadas de tu cuerpo. Tu carne y tus huesos. Sobre todo tus huecos.

46. Una ecuación: deseo = hambre, o a la inversa; pero quizá sería mucho mejor: amor = plato = boca = estómago.

47. El plato es una boca abierta. Dale de comer.

48. Vi a dos caracoles hacerse dos bocas en mis narices sobre mi plato. Era el beso más apasionado de la historia del cine.

Víctor Manuel Mendiola















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