Borges con maquillaje

Sin duda es él.
Lo encontré donde esperaba:
en un bar del arrabal,
bajo los bulbos azulejos del gas
pelando una naranja
la fruta pelada es una esfera de cristal y
en sus manos huele a rosa misma.

Contra la pared rosada del local
donde está encajado, los espejos por doquier,
su gigantesca cabeza se apoya:
los pelos cepillados, molidos por el tiempo
y los ojos estropeados.
Se ponen dos espejos de uno y otro
de un ojo abierto justo desde que nace
un cosmos de nuevas miradas como los tactos
del universo de los ojos multiplicados
que reflejan la cara del viejo.

Una bella mujer maquilla a aquel
que cierra los párpados en éxtasis.
La virtuosa esposa con blusa negra de seda
o alguna tanguista en el lupanar.
Ella extrae las espinas mortales de su cara,
le pone los polvos de transparencia en la cara total
y resalta la vida en las mejillas
y los párpados en cada pincelada.

Él tantea el suelo con tres patas, plácidamente
éste bulle como un bandoneón
ejecutado por un borracho.
Entonces se pone un lente y ve la esfera
llena de fulgor amarillento.
Él se fija en ella y lee su suerte
escondida en los dibujos rayados del tigre
como un adivino Maya.

En la pampa se abre el horizonte
con el extraviado sonido del organito roto
que trajeron los marineros.
Allí llega el pueblo con la esperanza
y muere crucificado en la nostalgia de la patria.
El pueblo abandonado doblemente por la patria y la tierra nueva
sin tejer ni un pedazo del sueño,
vaga por el laberinto del gran tiempo
y se encuentra con su rostro verdadero y eterno
un momento antes de su muerte.

El poeta ha descubierto la suerte;
su rostro era el rostro mismo de la madre.

"¡Mamá, mamá, en su origen
mi verdadera existencia es sólo la mitad de mi mismo
el resto es tuyo!
Tú vives en mí mientras que yo me maquillo." *

El poeta pide al camarero una bolsa de cocina
para guardar la naranja con cáscara.
Nunca entiende la gente del suburbio
por qué guarda él tan cuidadosamente esa fruta vulgar.

* La idea de esta parte tomada de la película Psycho de Alfred Hitchcock

Satoko Tamura



El país de istmo

A Roque Dalton

El país vomitado por el mar.
Los habitantes mueren muy jóvenes
idóneos para estatuas de carne y hueso. 

En el bosque de la juventud
oculta su “adiós” en la espalda,
escupe a los dioses tiernos
y tuvo que hundir la vida en el lodo del oprobio. 

¿Dónde fueron dejados
sus pasos sigilosos?
De las raíces
las hierbas largas alzan córelas.
En el camino olvidado,
¿acaso arde en llamas el dedo índice? 

La piedra en la esquina
se moja bajo la llovizna.
Por la piel de corazón debilitado
se escuece la sequedad.
Las noches hambrientas de
los tránsfugas y de los abandonados
tosen

La luz ilustra las fotos numerosas de negra y blanca
Los rostros con sonrisa o con tiesa
desgastadas por dedos suaves. 

Los pájaros escapados del sueño
incuban en los árboles.
Un pájaro en su rama
te llama por tu nombre:
el dueño de sueño,
¿ves?

Satoko Tamura


Hermano mío

Sube de espaldas.
por el sendero erosionado de malezas feroces. 

Se quita el abrigo de la estación cruda,
todavía camina en la sombra de la vida.
Lo acompaña, como perro fiel,
el fervor de una época nueva. 

 Soportaste desgracias
¿Ya hiciste las pases con tus sueños? 
Tú lavas los pinceles con lágrimas
y los secas en las grietas de la locura. 

Hubo un último esfuerzo para jalar recuerdos
como la piedra enorme 
que el niño carga entre sus brazos.
Luego regresaste
a la vejez,
a la ternura paciente y
al cuerpo mal conservado.
El futuro es una mirada hacia atrás. 

De espaldas la figura
oculta la vista.
Va con pasos torcidos
en la raíz de la sangre arrodillada
por el luto de su tristeza.

Satoko Tamura


“La muerte puede ser una amiga.”

Satoko Tamura



Lactancia

Como te dio hambre, te despertaste buscando el pezón;
como los pechos se colmaron, se despertaron buscándote
y la madre en la cama se levanta y te toma en sus brazos.

A la medianoche
una nieve de flores firmemente abiertas
tus mejillas junto a mis pechos, la blusa desabotonada,
están heladas, sufrientes,
los párpados bajos
se han colmado de lágrimas
que iluminan como portátiles
lámparas de papel.

¿Huele a hierba la leche?
¿Te he dejado satisfecho?
¿Flotas ya en el sueño?

Tu sueño nunca se caerá
porque lo sostengo con brazos de madre.

Madre e hijo
nos calentamos con la frescura
y el calor de la vida
y vamos subrepticiamente
por las noches en que vienen los diablos.

Satoko Tamura


Viaje en otoño

Dentro del azul de los adobes están escondidas las pequeñas muertes.
Por las noches invitan sacudiendo las muñecas
y cada vez llega una nueva sombra y canta a solas sigilosamente.

El horror con el sombrero negro
viene a quebrar las músicas de mi memoria.

Voy buscando los perdidos
y llego al fin hasta aquella persona
cuyos labios delgados sorben mis esperanzas.

Oh, el viajero todavía no ha nacido
¿cómo atraviesa el río de la muerte
acompañado con espanto de la bestia infantil
en la primera noche de cautiverio?

Satoko Tamura











No hay comentarios: