"Casi nunca leo mis propios libros, pero a veces tengo que hacerlo en ciertos eventos, y los pensamientos que giran en mi cabeza son los siguientes: decepcionante, sobrevalorado, simplemente no da la talla."

Karl Ove Knausgard


"Creo que hay parte de verdad en el dicho que afirma que entender ayuda a perdonar."

Karl Ove Knausgard



"Cuando la escritura era algo doloroso, me decía a mí mismo que la frontera era mi propio cuerpo y, si éste la soportaba, podía seguir."

Karl Ove Knausgard



"Cuando ves algo, la información fluye desde los ojos hasta la parte posterior del cerebro. Lo interesante es que vemos lo que pensamos que vemos. ¡Siempre he sospechado algo así! Pero me lo confirmó el libro El cerebro. Nuestra historia, de David Eagleman. También aprendí que el acto de ver involucra a todo el cuerpo, a todos los demás sentidos, no es una empresa abstracta, sino muy física; y que las cosas observadas siempre se reúnen en el cerebro con un retraso, de modo que básicamente vivimos el pasado. Todo lo que vemos ya ha sucedido."

Karl Ove Knausgard


“Hago por la familia lo que tengo que hacer, es mi deber. Lo único que me ha enseñado la vida es a soportarla, nunca a cuestionarla, y a quemar en la escritura los deseos generados.”

Karl Ove Knausgard
La muerte del padre



"James Joyce es seguramente el escritor más intrigante del siglo pasado, pero tengo la sensación de que era una persona dominante, y con sólo dos otros invitados disponibles que tal vez monopolizaría la conversación. Por lo tanto, para hacerle un poco más humilde, invitaría a Homero. Sólo con su aparición habría resuelto la cuestión homérica de una vez por todas. Además, estoy seguro de que a Homero le hubiera encantado oír hablar del Ulises y el, para él, extraño y futurista, pero quizás también familiar; mundo que describe. El último invitado sería una de las escritoras contemporáneas más interesantes, Anne Carson, que también se ha sumergido en la literatura griega antigua. Me gustaría escuchar su conversación, y después de un tiempo, cuando esté empezando a emborracharme, tal vez hablar con Joyce acerca de criar hijos, con Homero del color del mar y con Carson del amor, que - tal vez todos estuvieran de acuerdo- está asociado con la ceguera."

Karl Ove Knausgard


"La escritura es más interisante que la vida."

Karl Ove Knausgard


“La escritura me permite dejar de ser quien soy.”

Karl Ove Knausgård


"Llegamos hasta el puente que lleva al islote en el que se encuentra el Palacio Real, y fuimos zigzagueando entre todos los turistas y los inmigrantes que estaban pescando. En los días siguientes pensé de tarde en tarde en esa historia que me había contado, poco a poco se independizó de ella para convertirse en un fenómeno en sí. Yo no la conocía, no sabía casi nada sobre ella, y como era sueca, tampoco podía descubrir nada por la manera en la que hablaba o vestía. Una foto en su colección de poesía, que no había leído desde aquel día en Biskops-Arnö, y que sólo había sacado una vez, cuando le quise enseñar su foto a Yngve, continuaba nítida en mi memoria, la de la narradora que se aferra a un hombre como una cría de chimpancé, y la ve en el espejo. No sabía por qué justamente esa imagen se me había quedado grabada. Cuando llegué a casa saqué otra vez el libro. Ballenas, tierra y animales grandes retumbando en torno a una narradora aguda y vulnerable.
¿Eso era ella?
Unos días más tarde fuimos al teatro. Linda, Geir y yo. El primer acto era malo, realmente pobre, y en el entreacto, sentados en una mesa de la terraza con vistas al puerto, Geir y Linda hablaban encendidos sobre lo malo que había sido, y por qué. Yo tenía una actitud más positiva, porque a pesar de que el acto me había parecido pequeño y pobre, tanto en la actuación como en las visiones que debía aportar, había una expectación de algo distinto, como si algo estuviera esperando a emerger. Quizá no en la actuación, quizá más en la combinación Bergman-Ibsen, de la que al fin y al cabo algo tendría que salir, ¿o no? O tal vez sólo fuera el esplendor de la sala lo que me llevó a creer que tendría que venir algo más. Y llegó algo más. Todo se elevó cada vez más alto, la intensidad aumentó, y dentro de ese marco tan estrecho que al final sólo abarcaba a madre e hijo, surgió una especie de infinito, algo salvaje y temerario, y en ello desaparecieron la acción y el espacio, quedando sólo la sensación, que era intensa, de que estabas mirando directamente al núcleo de la existencia humana, al mismísimo centro vital, y entonces te encontrabas en un lugar en el que ya no importaba lo que realmente sucedía. Todo eso que se llama estética y gusto se había eliminado. ¿No ardía al fondo del escenario un enorme sol rojo? ¿No se estaba revolcando Osvald desnudo por las tablas? Yo ya no estoy seguro de lo que vi, todos los detalles fueron absorbidos por el estado que despertaron, que era uno de presencia absoluta, a la vez ardiente y helada. Pero si no te habías permitido seguir el camino hasta dentro, todo lo que allí sucedía te habría parecido exagerado, o incluso banal o kitsch. Lo magistral se encontraba en el primer acto, en él se había preparado todo, y sólo una persona que había empleado toda una vida en crear, con una producción de más de cincuenta años en su haber, podía tener el suficiente ingenio, frialdad, valor, intuición y entendimiento para conseguir algo así. No se hubiera podido crear sólo con el pensamiento, habría sido imposible. Apenas nada que hubiera visto o leído había conseguido acercarse tanto a lo esencial como esa versión. Saliendo al vestíbulo entre la gran cantidad de público ninguno de los tres dijo nada, pero por la expresión distante de sus caras comprendí que también ellos se habían dejado llevar hasta dentro de ese lugar terrible, pero auténtico y por ello hermoso que Bergman había visto en Ibsen y conseguido configurar. Decidimos tomar una cerveza en KB, y mientras íbamos hacia allí, esa especie de trance desapareció y dejó paso a un estado de ánimo eufórico y alegre. La timidez que normalmente habría sentido estando cerca de una chica tan atractiva como ella, añadido a lo que había sucedido tres años atrás, brillaba de repente por su ausencia. Ella nos habló de aquella vez que sin querer había dado un codazo a un soporte de proyector durante uno de los ensayos con Bergman, y había recibido una buena dosis de su ira. Hablamos sobre la diferencia entre Espectros y Peer Gynt, que se encontraban en los dos extremos de una escala, la primera sólo superficie, la otra sólo profundidad, las dos igual de auténticas. Nos hizo su parodia de Max von Sydow de la muerte y comentó con Geir cada una de las películas de Bergman, pues durante varios años había asistido solo a todas las funciones, todas, de la Filmoteca, y en consecuencia había visto casi todo lo que merecía verse del cine clásico. Yo los escuchaba, feliz por todo. Feliz por haber visto la representación, feliz por haberme mudado a Estocolmo, feliz por estar allí con Linda y Geir.
Después de despedirnos, y mientras subía las cuestas hacia mi habitación en Mariaberget, me di cuenta de dos cosas.
La primera era que quería volver a verla cuanto antes.
La segunda que ya sabía adónde iría: hasta allí dentro, hasta allí dentro donde había mirado esa noche. Ninguna otra cosa sería lo suficientemente buena, ninguna otra cosa podría serlo. Me movería sólo hacia allí, hacia lo más esencial, hacia el núcleo más profundo de la existencia humana. Si tardaba cuarenta años, tardaría cuarenta años. Pero no debía perderlo nunca de vista, no olvidarlo nunca, era allí adonde tenía que ir."

Karl Ove Knausgard
Un hombre enamorado - Mi lucha 2



"Lo extraño de escribir es que es tan fácil escribir una novela. Es muy fácil. Lo difícil es llegar hasta el punto en que ello resulte fácil, eso es lo difícil."

Karl Ove Knausgard



"Me influencian profundamente los personajes de las novelas, y muchos han marcado mi vida. El primero fue el protagonista de una novela de los años 50 que me regaló mi padre, un muchacho muy bueno, huérfano de padre y con una madre moribunda a la que estaba cuidando. Abusaban de él en el colegio y la injusticia de su situación me impactó profundamente, tan profundo que me convertí en cristiano, como él, tratando de hacer que mis amigos dejaran de decir tacos y de robar manzanas. Diez años más tarde leí Hvite niggere de Ingvar Ambjornsen. El protagonista fumaba mucho, así que comencé a imitarlo. En mi retorcida mente adolescente, fumar representaba de alguna manera la libertad. Mi primera relación y comprensión del amor también vino de un personaje literario, el teniente Glahn, el protagonista de la novela Pan de Knut Hamsun. Lo leí con 16 años y me obsesioné con él. No era una identificación particularmente saludable, el teniente Glahn era un hombre muy romántico, muy narcisista y solitario que se disparó en el pie para impresionar a la mujer que amaba. Me habría ahorrado muchos problemas si no hubiera leído ese libro."

Karl Ove Knausgard


"Me quedé un momento en la rotonda, pensando si debía o no subir a casa de Bjørn Helge. Pero sólo ver la casa en la que vivía Anne Lisbet me ponía triste, así que al cabo de un rato volví a bajar al bosque, pasando por delante de los terrenos recién dinamitados, donde la maquinaria de construcción estaba parada, y los barracones miraban al aire con sus ventanas vacías y negras. Luego salí a la calle que iba a lo largo del llano, allí me quedé un rato mirando el nuevo edificio de la parroquia que estaban construyendo, luego el campo donde habíamos jugado al fútbol aquella vez, y la valla del sendero que iba al vertedero y que empezaba a unos cien metros de allí. Bajé lentamente. Muy cerca de donde me encontraba, ocultas detrás de peñascos y árboles, estaban las casas de Eivind y Geir B. Habíamos estado allí un par de veces jugando con ellos, y en el invierno, antes de caer la nieve, los habíamos llevado a Tjenna a patinar. También estuvimos un año en el cumpleaños de Geir B. y otro en el de Sverre. Yo perdí el billete de diez coronas que le iba a regalar, el sobre estaba vacío cuando llegué, vestido con mi mejor ropa, y me eché a llorar, aquello no estuvo nada bien, nada bien, pero tenía una justificación, diez coronas era mucho dinero. Afortunadamente, su padre me acompañó a buscarlo, volvimos por el camino por el que había ido, y allí, luciendo azul sobre el asfalto, estaba el billete de diez coronas. Así no podrían pensar que les había engañado, quedándome el dinero y haciendo como si lo hubiera perdido."

Karl Ove Knausgard
La isla de la infancia


“Qué estúpido país de idiotas era aquél. Todas las mujeres jóvenes bebían tanta agua que les salía por las orejas, pensaban que era ‘útil’ y ‘refrescante’, pero lo que hacían era disparar la curva de jóvenes incontinentes del país. Los niños comían pasta integral, pan integral y toda clase de extrañas clases de arroz integral que sus estómagos no llegaban a digerir del todo, pero eso no importaba, porque era ‘útil’, ‘refrescante’ y ‘sano’. Ah, confundían comida con espíritu, creían que podían llegar a ser mejores personas comiendo, sin entender que una cosa es la comida y otra la idea que despierta. Si lo decías, si decías algo semejante a eso, eras un reaccionario o sólo un noruego, es decir, una persona que tiene un retraso de diez años en relación con ellos.”

Karl Ove Knausgard
Un hombre enamorado



"Recomendaría a todo el mundo a pasar un verano leyendo En busca del tiempo perdido de Proust, también a Trump y al primer ministro. Abre el mundo de una manera diferente a cualquier libro que haya leído. Pero por favor, no se detenga después de dos volúmenes y medio, tiene que recorrer todo el camino, porque se trata de la acumulación. No te hará una persona mejor, ni más empática o inteligente, pero te hará ver, oler y pensar de manera ligeramente diferente, también sobre ti mismo, y así enriquecerá tu vida y tu comprensión de ella."

Karl Ove Knausgard



“Se me saltan las lágrimas cuando veo una hermosa pintura, pero no cuando miro a mis hijos. Eso no significa que no los quiera, porque sí los quiero, con todo mi corazón, sólo significa que el sentido que proporcionan no puede llenar una vida. Al menos no la mía.”

Karl Ove Knausgard
La muerte del padre


"Siempre había intuido que Yngve y yo teníamos una relación diferente con mi padre. Las diferencias no eran grandes, pero tal vez sí significativas. ¿Qué sabía yo? Durante una época mi padre se había acercado a mí, lo recordaba bien, fue el año que mi madre estudió en Oslo y luego hizo prácticas en la institución de Modum, y nosotros vivimos en casa con él. Era como si él ya hubiera dado por perdido a Yngve, que entonces tenía catorce años, pero aún le quedara la esperanza de poder establecer una buena relación conmigo. En todo caso me veía obligado a estar en la cocina todos los días, mientras él preparaba la comida. Yo sentado en la silla, él de pie junto a la placa friendo lo que fuera. Entonces él me interrogaba sobre distintos asuntos. Qué había dicho la profesora, qué habíamos aprendido en la clase de inglés, qué iba a hacer después de comer, si sabía qué equipos jugarían el partido de la quiniela ese sábado. Yo respondía con gran brevedad y me retorcía en la silla. También fue ése el invierno que me llevaba a esquiar. Yngve podía hacer lo que quisiera con tal de que dijera adónde iba y volviera a casa a las nueve y media, y yo lo envidiaba por ello. Por cierto, ese período se extendió más allá del año en el que mi madre estuvo ausente, porque en el otoño siguiente mi padre me llevaba de pesca por las mañanas antes de empezar el colegio, nos levantábamos a las seis, fuera estaba oscuro como el fondo de un pozo, y hacía frío, sobre todo en el mar. Yo tiritaba y quería irme a casa, pero era mi padre el que me llevaba, de nada servía quejarse, de nada servía decir nada, lo único que se podía hacer era aguantar. A las dos horas estábamos otra vez en tierra, lo justo para que yo llegara al autobús del colegio. Lo odiaba, siempre pasaba frío, pues el mar estaba helado, y era yo el que tenía que recoger los utensilios mientras él maniobraba la barca, y cuando no conseguía coger la boya, me gritaba, lo cual era más bien la regla y no la excepción, que yo llorando intentara coger la jodida boya mientras él daba vueltas a la barca mirándome con sus ojos salvajes en esa oscuridad otoñal de la isla de Trom. Pero sé muy bien que lo hacía por mí, y que nunca lo hizo por Yngve.
(...)
Aliviado de que la conversación hubiera resultado tan fácil, salí al jardín y seguí cortando la hierba. El cielo estaba nublado, la luz suave, el aire cálido. Acabé sobre las dos. Entré a decirle a la abuela que había quedado con un amigo, me cambié de ropa y me encaminé a la capilla. Delante de la puerta estaba el mismo coche. Cuando llamé, abrió el mismo hombre. Me saludó con la cabeza, abrió la puerta de la sala donde habíamos estado el día anterior, se quedó fuera y yo me encontré de nuevo ante mi padre. Esta vez estaba preparado para lo que me esperaba, y su cuerpo, cuya piel había oscurecido aún más en el transcurso de las últimas veinticuatro horas, no despertó ninguno de esos sentimientos que el día anterior me habían desgarrado. Ahora lo que vi fue lo inánime. Vi que ya no había ninguna diferencia entre lo que mi padre había sido y la mesa sobre la que yacía, el suelo sobre el que ésta descansaba, el enchufe de la pared debajo de la ventana, o el cable que iba al aplique de al lado. Porque los seres humanos no son más que una forma entre otras formas, expresadas una y otra vez por el mundo, no sólo en lo que vive, sino también en lo que no vive, dibujado en arena, piedra y agua. Y la muerte, que yo siempre había considerado la magnitud más importante de la vida, oscura, atrayente, no era más que una tubería que revienta, una rama que se rompe con el viento, una chaqueta que cae de la percha al suelo."

Karl Ove Knausgard
La muerte del padre



"Solo los fracasados se convierten en escritores."

Karl Ove Knausgard


"Tengo en mí una voz interior protestante que dice que la lectura es de perezosos, y que debería dedicarme a trabajar, así que sólo leo por la noche, cuando estoy tan cansado que nunca recuerdo lo que había leído el día anterior, o cuando viajo. La voz interior jamás ha considerado siquiera leer libros electrónicos."

Karl Ove Knausgard



"Tengo muy mala memoria y muchos libros, repartidos entre cuatro pequeñas casas, así que paso mucho tiempo rebuscando entre los títulos. Eso podría ser molesto, pero también tiene algunas ventajas, a menudo me sorprendo felizmente al encontrar libros interesantes que no sabía que tenía."

Karl Ove Knausgard


"Todos los componentes de Tuxedomoon tienen una formación musical clásica y han convivido siempre con el rock. No se puede de ninguna manera encasillar el resultado, pero palabras clave en este contexto son rock de vanguardia, futurismo y modernismo.
El conjunto profundiza, investiga y descubre nuevas vías musicales. Holy Wars es un disco hermoso, lleno de emoción, pero a veces lo encuentro algo inaccesible. Contiene difusos estados de ánimo del pasado mezclados con futuro, instrumentos sintéticos mezclados con acústicos. La letra de una de las canciones del disco es un poema traducido de un poeta francés medieval. Este corte, «St. John», es en mi opinión uno de los más fuertes del disco, con una cautivadora intro de órgano y un estribillo acorde. Junto con «In a Manner of Speaking», constituye el aspecto más brillante del disco. Otros cortes que quiero mencionar son «Bonjour Tristesse» y el instrumental «The Waltz».
Antes de acostarme escribí una nota a mi madre diciéndole que se me había hecho muy tarde y que no me despertara. Ella solía levantarse una hora antes que yo, desayunar, tomar un café y fumarse un cigarrillo mientras escuchaba la radio. Luego me despertaba a mí y los días que coincidíamos con el horario me llevaba en coche al instituto. Su colegio estaba sólo unos kilómetros más abajo. Durante la media hora que duraba el viaje no solíamos hablar mucho, y yo pensaba a menudo en lo distinto que era ese silencio al que compartía con mi padre, que era un silencio que me quemaba por dentro. Con mi madre el silencio carecía por completo de fricciones.
Esa mañana me desperté media hora tarde para llegar al autobús, constaté que me había corrido dormido, me quité los calzoncillos pegajosos, bajé desnudo al cuarto de la lavadora y descubrí aterrado que no quedaba ningún calzoncillo limpio.
¿Por qué no había lavado? ¡Si había tenido todo el jodido fin de semana libre!
Cuando entré en el baño vi el tendedero lleno de ropa en medio, pero estaba toda mojada y comprendí que mi madre había lavado la noche anterior, pero se había olvidado de tender, y lo habría hecho deprisa y corriendo esa misma mañana.
¡Qué despistada era!
Eso significaba que podía elegir entre coger unos calzoncillos usados de la cesta de la ropa sucia o ponerme unos mojados del tendedero.
Estuve dudando un buen rato. Hacía bastante frío fuera, no sería muy placentero bajar el kilómetro que había hasta el autobús con unos calzoncillos mojados puestos.
Por otra parte, nunca se sabía cuánto se acercaría uno a otra persona en el transcurso del día. No es que pensara que olía, pero si lo sospechaba, me haría comportarme de un modo aún más raro y poco natural que de costumbre.
Merethe, una chica de mi clase, podía empezar de repente a coquetear, ¿y si justo ese día decidía ponerme encima sus ojos azul claro y acercarse tanto que me rozara el hombro o incluso el pecho con sus hermosas manos? Estaba claro. Tendría que optar por los calzoncillos mojados.
Me duché, desayuné, y vi que tampoco llegaría al siguiente autobús sin estresarme y que lo mejor sería coger el siguiente a ése.
Fuera, el cielo estaba azul, el sol colgaba bajo, y entre las sombras de los árboles de la orilla del río se movía la bruma helada sobre el agua en calma.
Cuando el autobús se detuvo delante del instituto, la tercera hora estaba a punto de terminar, y como no serviría de nada entrar tan tarde, cogí el autobús hasta el centro y me pasé por el Nye Sørlandet con las tres reseñas. Steinar estaba en su despacho."

Karl Ove Knausgard
Bailando en la oscuridad - Mi lucha 4 












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