Cruces de palo

Hay cruces de palo
en el camino a Tiu Chacra.
Ayúdeme, abuela, a avanzar
entre las oraciones que elevan
los muertos desde el cementerio
al borde de la ruta.
Si uno soltara su memoria
en campo abierto,
ella se quedaría paralizada,
los ojos fijos en la negrura.
Sáqueme el miedo, abuela, hábleme
de las leyendas del viento,
las transformaciones de los hombres
en mujeres, en animales,
del doble espíritu de cada uno,
del ángel de la guarda que fortifica
abandonando, de la ceniza
que pasaba sobre la herida del cerdo
recién capado
y noche que pasaba cuidándolo.
Yo vengo al pueblo donde nació
por caminos secundarios,
acerco mi oído a su lengua mestiza,
a sus historias
sobre las horas de trabajo,
la resistencia de la gente de campo
que ha hecho de sus días
un entrenamiento del cuerpo
para la ascensión de la cosecha.
Hábleme, usted que habló
tan poco en vida.

Tom Maver




Cuando regresaba de la noche...

                        Que en los desiertos del corazón
                            broten las fuentes curativas.
                                              W. H. Auden


Cuando regresaba de la noche
oscura en que el alma se conoce y
acompaña,
junté lo que tenía para decirles
y armé una pequeña casa con un patio lleno de árboles
donde poder reunirnos a tomar algo
y después salir a caminar y respirar el aire frío.

En las madrugadas de aquella larga vuelta
descansé a la intemperie, y me dije:
los exhaustos sacan fuerza
de recipientes que parecen vacíos

y es mejor entregarse a recorrer
los espacios que nos alejan de todo
hasta ser liviano como un cuenco
donde cualquiera pueda acercarse
a oír cómo se va llenando.

Porque, amigos, es menos lo que yo tengo
para decir
de lo que ustedes hacen
por escuchar.

Por eso vuelvo
a esa casa sola,
a ese patio y sus árboles
como si por primera vez llegara
al extremo de mi alma.

Tom Maver



En sus manos estaba el aroma de hoy

De espaldas a mí, se tomaba la cara con las manos.
Había ensuciado las alacenas, la mesada
y parte del piso, como si estuviera
cambiando de piel, preparándose
para una transformación delicada.
Ya casi no podía ver
y al cocinar, como en una prueba,
sellaba sus párpados con huevo batido.
Ella estaba unida a las cosas de este mundo
a través del misterio de cada una de ellas.
Eso la aliviaba del dolor de envejecer.
Del horno sacó una máscara
hecha de masa de hojaldre.
Se la puso y se dio vuelta hacia mí.
Un pulso vibra en mis manos
mientras amaso, me dijo.
Cortando un tomate, agregó:
Cada cosa, por pequeña que sea,
por más marchita que esté, tiene su temblor.
Luego me acarició como los ciegos tocan: para ver,
y sentí que podría adormecerme
oliendo los restos de tomillo y ajo,
presintiendo que estos instantes venían de antes,
de cuando yo no había nacido
y ella estaba en su cocina de campo
con un tazón frente a la ventana,
batiendo, preparando mi vida.

Tom Maver



La maestra

Se ve que algo le está faltando al chico
y a ese mundo que tiembla con él, diría yo.

En sus cuadernos donde dibuja a la familia
el cielo es negro de crayón muy apretado.

No habla pero tampoco llora en los recreos.
Es difícil saber si sueña con venganzas.

¿Nunca se preguntaron por qué al volver del colegio
siempre se pierde como dudando de algo?

Aunque les disguste su infancia,
ustedes sienten que algo crece y peligra

cuando todo en él se inquieta de golpe
y el silencio amenaza con ojos saltones.

Pero bien pensado, de poder alcanzar
ese mundo desprotegido,

quién sabe lo que pasaría.

Tom Maver



Mi padre está atado a su final -
como una mascota.
No hay mucho que hacer -
más que dar el último paseo.
Mientras, los pastizales esperan al cebú.
Las correntadas quieren llevarse
a los caballos que cruzan el río.
Y al fondo, mis hermanas
caminan desde hace semanas
cargando sus instrumentos
para tocar en su funeral
el Nocturno de Aña Cuá
que transformará la correntada,
el desconsuelo de las plantaciones,
la caída en tierra.
¿Qué suelo, por lejano que sea,
no querría ser sostén
de esa desesperación?

Tom Maver



Mis hermanas llegando, mi madre yéndose.
Vientos huracanados. Pesadez en el aire.
Apenas dos palitos sostienen la cordura.

Aunque la verdad es que ni había una brisa fuerte.
Los grandes cambios no los anuncia nadie, lirismo.
Por eso inventás tormentas, oscurecés el cielo -
Sacá eso y lo que queda es mi viejo
levantando naranjas del suelo con dificultad.

Y sin embargo él era nuestro huracán.
Miren la fuerza de mis hermanas y díganme.
¿quién no es un mundo atravesado de huracanes?

Tom Maver











No hay comentarios: