Donde la danza del trecho

Es como marchar cabeza enterrada
      pies en el aire
blandiendo cola al compás del tiempo.
Es como marchar
      y ver sólo final
        una huella impresa en hilos de ayer.
La vista se atrinchera en tierra
      bajo arenas reventadas.
La boca resbala cieno.
La estrella parece un habitante extranjero.
Nosotros
      pastamos caminos y sembramos.
Hay un todo que parece coleccionable
y marchamos a oscuras.
El camino se esfuma entre los dedos.
Pregunto entonces
 ¿dónde la danza del trecho?
Porque no se trata de amasar ni sobar la espalda.
Se trata de la estrella enana
 de su luz que ya no es.
Se trata de nosotros
 de esta situación
que con lento tranco pero seguro
camina a la descomposición.

Verónica Zondek


El signo de la serpiente

"Yo soy la serpiente, casi invisible en su celda de vidrio/ en el rincón más sombrío del parque,
/ajena a la curiosidad que apenas despierta,/ajena a los intereses de la tierra, su madrastra;/
yo soy ese insensibleamante de sí mismo/que duerme con astucia, mientras todo despierta.
Enrique Lihn


Mi ojo monta tu ojo desde la nada y un signo.

Cuerpos del engaño ambos:
                                                y tú
                                                     un constante remiendo.

Una marca se hunde en lepras.

El horizonte es una línea implacable.

No es fácil ir tras tu rastro y agarrar por el hilo la cometa.

Eres un verso escrito de día con cantos de medianoche.
        Una noche de barcos que palpa la carne.
        Una mirada bajo un cielo negro de cuervos.
        Un rapaz vigilante cuando la arbolada.
Eres un verso que habla desde un pulso en el pantano.
        Una jornada que brilla y atestigua.
        Una búsqueda entrampada en sus celos.

Hay un conjuro de pájara y una atracción sobre la muerte primera
y  es lenta y sostenida
esta
el ala con que acosas al diente ciudadano.
Hay un pie en la cuenca del otro.
Hay un espejo anudado a tu rasgo facial
y otro más en los anversos de tu testa medalla
y en tu conciencia de bestia sentada y cierta entre esas tapas de libro
y en el cómo de tu mano que atrapa un pétalo carnoso al vuelo.

Hay
Lihn Enrique
un tú
harto cerca del hastío edénico.

Verónica Zondek




En busca de salida

Y todo tan silente en el espacio
como si hubiesen llorado de antemano
como si fuésemos escarabajo que araña la tierra
      hombres que filtran ideas a su antojo.
Y todo tan vacío en libros hermosos de letras
como si una mano borrase a la otra
y las dos borrasen las cuartillas.
Y quedé desprovista de plumajes
                   planchando rugosos léxicos
                   estrujando insulso limón
mientras la cama ardía en expectativas
                     a la espera de criaturas originales
y sólo cosechaba jugos estériles de repetición.
Y ahuyenté al espectro
y silbé el discurso
para volcarme al deseo de lo irreversible.
Así
me quedo sin ecos
me tallo entera
 y ahueco mi cuerpo
 y mutilo estas ramas desvariadas.
Así
 hundo raíz en tierra fértil
 busco compañía en el coloso terrenal
     en certezas carcomidas por el tiempo
en donde sobran las páginas y las palabras. 

Verónica Zondek




"Estoy en cuarentena voluntaria desde el 18 de marzo. Más para no faltar a la verdad, te cuento que suelo vivir más o menos en cuarentena siempre. Lo distinto de esta cuarentena, es cómo influye en el conjunto de seres que compartimos un espacio y un tiempo, las limitaciones que distribuye a diestra y siniestra interfiriendo en las necesidades básicas y las incomodidades y prohibiciones que emanan de las órdenes que muchas veces no tienen sentido, al menos respecto a la salud y el bienestar común. ¿Cómo sobrevive uno a ese sinsentido que pasa a tener un poder absoluto sobre nosotros porque lo dictaminan así las autoridades que dicen que estamos en guerra nuevamente contra un enemigo poderoso? Pues instalando el miedo, que se construye sobre una amenaza de sucesivos enemigos externos e invencibles, cuyo único contrincante real, obvio, es quien ostenta el poder. Me perturban, profundamente, los alcances de ese control que ya se avizora y el empobrecimiento material de las grandes mayorías. Me perturba el lugar en que quedará el pensamiento, la imaginación, los cuerpos y la solidaridad en la construcción de las nuevas formas de concebir la comunidad en las que entraremos."

Verónica Zondek


INSTANTÁNEA 40

(Estación República – Estación La Moneda)

Ubicación:
      Alameda de las Delicias.
Altura:
Metro Estación República
Salida:
norte.
Participantes:
         pasajeros que emergen por la desembocadura.

Frente a los ojos de los antes pasajeros ahora transeúntes
(tan desconocidos y tan habitantes de la pública calle)
y sin previo aviso
aparece y camina un suelto de cuerpo envuelto en carne y hueso
aunque esto no lo veamos de inmediato.
¿Qué se ve?:
        dos pies que calzan dos sandalias ajadas
        una espalda que viste un largo impermeable marrón
        una cabeza con capucha.
¿Qué más?:
     una bandera chilena larga/ mugrienta/ raída/ vieja
     que cuelga sobre el impermeable marrón
     y flamea cual poncho malnutrido
     no desde un asta blanca/ alta/ terminada en flecha
     sino desde un cuello arrugado/ sucio/ sumiso
     que empalma y cae por un cuerpo ahíto de vida aciaga.
¿Quién es?:
      Es un ready-made/ un hombre envuelto en jirones
      y roza con los dedos maltrechos de su mano
      un piececito de niño grande
      azulado de fríos y andares vacíos
      en sandalias ajadas
      guarecido.
      Desde su rostro encapuchado
      se ve
      asoma
      un tímido bigote tieso
      dos ojos
      una barba hirsuta.
      Sus manos están sucias y
      cuando no se rascan
      extienden su larga palma como pidiendo algo.
     
¿Mendigo?:
      sí Sras. y Sres.
                 un mendigo.
¿Dónde?
donde comenzó el poema:
      a la altura del Metro Estación República de Chile
      en medio de la Alameda de las Delicias
      hoy Ave. Libertador Bernardo O’Higgins.

El mendigo pasea su cuerpo con intención denotativa.
Va y viene como cualquier otro hombre sándwich
que ejerce la profesión de publicista andante.
¿Qué publicita este hombre?:
la bandera del país de flancos abiertos y expuestos
y cuerpos engañosos encerrados en vitrinas.


Camina.
Menea su poncho tricolor.
Por delante
exhibe un pechito es mío vestido de patria blanca y roja
y luego y por detrás
cubre su espalda con azul y rojo y estrella blanca
y guarro entero
limosnea
con silencio y meollo algo
una alguna sustancia interior/ no
no una efímera de huesos
hoy
que no mañana
que la roña es muy suya e incrustada quizás cuándo
en esa piel que antes fue nacida recién y ahora así la piensa
porque nada hay que destruya el lleno de sus sueños engastados.

Un momento.
A esta imagen se le superpone otra por un instante.
¿Cuál?:
la de un Hombre-carretón que camina
piltrafas apiladas
por la misma y ya refaccionada acera norte
de este, el Metro Estación República.
Pasa
y al pasar
oculta la figura del mendigo que antes mirábamos.

El Hombre-carretón
un monstruo mitad humano y mitad objeto
acopia prensa y botellas en desuso momentáneo.
Basura
pienso
de esa con la cual nos rebalsa la República.
El Hombre-carretón no recicla
          no es un Verde
          no le importa comer pan blanco y mucho dulce.
El Hombre-carretón vende para vivir.
Por un momento
echamos al olvido al hombre tricolor
que aún y todavía y hasta siempre
camina con la parsimonia suya
por este encuadre del ojo en Metro Estación República.
Con esa marca cainesca que entrega lo andado
continúa su deambulo en busca de …
en pleno mes patrio y festejado septiembre.

P.D.
Ya acabaron las celebraciones bi-centenarias.
La bandera que izó la patria esa jornada
en el mero medio de la nueva Plaza de la Ciudadanía
es el símbolo más puro Chile azulado del festejo.
¿Dónde se cortó la tela y cosió la estrella?:
en ese norte dizque tan lleno de inmigrantes.
Sus días de materia están contados.
Eso lo sabe todo vivo y todo muerto.
Indiferente a este dato de la realidad
ondea/ baila con pañuelo heroico y recién planchado
         con farsa mucha  envuelta en vanidad y zapateo
frente/ justo frente al Palacio reconstruido de la Moneda.
Son doscientos los metros de esta tela tricolor
y festonea
      sin pudicia
su turgente gloria patria
frente a ojos transeúntes y turistas de la periferia.
La Estación Metro La Moneda
dista sólo dos estaciones de la Metro República.
El mendigo camina con su realidad a cuestas
y no se detiene.
Su cuerpo vestido de patria
estrenará su orgullo maltraído en pocos minutos.
Ahí viene.
Entra con su jirón y su carga.
Llega con su aliento a la bocatoma de Estación Moneda.
Todos ven.
Nadie aplaude.
Todos miran y bajan los ojos.

La figura del Hombre-mendigo-bandera
también monstruo mitad humano mitad objeto
detiene su caminata frente al pabellón patrio.
Levanta sus ojos y se desubica.
La bandera que ondea en el asta
frente a su cuerpo y el de todos
es limpia grandiosa y lozana.
Es una instalación para mire y no toque.
No tiene dueño con nombre.
Excepto
quizás
ese sentimiento infiltrado cuándo
no sé
nadie sabe

de que somos algo fuera de serie
y sin parangón.

Soy una observadora imparcial.

No miento.

Verónica Zondek






Tiempo limitado

Todo calculado:
              sol
              oficinas
              aviones y pan.
Mientras
damos vueltas inéditas en tierra redonda y suelo plano
y casi doctos
enterramos uña para arraigar.
Así
 no otra sino caer al abismo
      sentir ternura
      besar con amor el naderío
                       y gozar.
Así
 no otra que desnudos.

Verónica Zondek





Tumbas de silencio en paisaje anotado.
Tumbas de tierras
       de bosques
       de miradas entre nos.

Tumbas.
Destierro.
Testigos pasajeros ............... de la orilla de donde vinimos
y pasajeros testigos ............... de la barca que nos cruza donde vamos.
No remeros digo/ no timón para la travesía.

Y es tierra
          su tiempo pausado
y los nombres/ la luz/ el viento helado
caen
caen cayendo a plomo
como antes en el Canto 11 de este poema
caen
cayendo a plomo
que si la sangrienta hierba pierde el equilibrio
es obvia cosa que se desmorona
y de bruces se da
entre las muchas y tantas lenguas violetas abrazadas a los troncos
para ver/ vislumbrar una danza erguida
un temblor ponderado de alas
y brazos/ pulpos/ aspas
y hombres/ y mujeres/ y niños
llevados todos de donde nacieron al otro lado/ a la otra orilla
quedados
ahí
desnudos de pecho
vacíos.

Silencio.

Acaece nuevamente un silencio
como ya y ya y ya vez anterior mencioné
y nunca
nunca cansaré de mencionar
porque este silencio cargado
cargado de oro perdido/ despilfarrado/ vendido
nos envuelve en su melodía
nos desnuda el pecho
nos abre el alma antes de que esta caiga a los pies
para que cruja y hable
y agradezca la vida y su viento cabrón
y quede con el sentido y lo sabido bien puesto/ un poco sucio
pero con alas de filigranas tan tiernas
que ya no sé si voy a saber.

Verónica Zondek




¿Y yo?

¿Y qué me que'a ahora?
                ¿El dolor al cual los patriarcas me destinaron?
                ¿El ensordecedor aroma rojo rojo rojo?
                ¿Mi espanto agridulce?
                ¿Este va
                                   cí
                                      o grande
                    enorme/que me expande
                     que me chupa/que me deja en ablande?

Na', no entiendo na'
na' 'e na'
y caigo sin voz ni voto
tan negra
tan vértigo
tan susto
tan/tan
que ya no sé ni cómo me llamo
ni cuál
cuál es el juego que ahora juego.
Y entonces respiro profundo y pregunto

¿por qué a mí si no entiendo na'?

Verónica Zondek










No hay comentarios: