Escarcha de octubre

El agradable sonido de una larga lectura
desbordando dentro del oído interior,
a medianoche se quebró como por una aguda tos,
como si me hubiesen arrancado una tibia prenda.
Oí la cocina crujir lentamente,
perturbando todo aquel antiguo engranaje,
y vi más allá de la luz de la lámpara acercarse
la lejana oscuridad del cuarto.
La vida era un drenaje, hasta que
el apremio y la costumbre se unieron
y salí en medio de la noche
a la escarcha que brillaba bajo la luna.

Frío en las sienes, frío
erizando el pelo de raíz
era el frío nuevo,
disipando el aire cargado.

A través de las marismas de Flat Bay
la marea se abría camino hacia la luna
y en los bordes crecientes del agua
entre los pastos y los juncos marinos
los interminables susurros y suaves cloqueos
de un millar de patos comiendo
producían un cálido sonido en mis oídos.
En silencio, me deslicé entre las filas
de jóvenes abedules blancos. Pero una rama se quebró
bajo mi pie y un pato lanzó
un sonoro graznido en la noche amable.
Como el estallido de un viento, se elevaron
en un millar de vuelos. Paralizado en el brillante suelo
me llenó una plena helada de sonido.

R. P. Blackmur o Richard Palmer Blackmur
















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