Gracias por su atención

En realidad, estoy sentado enfrente tuyo
aunque parezca que estoy lejos.

No sé de los castillos de arena de aquel entonces
ni si aquellos que altivos montaban caballos
ya encontraron su manantial.

No sé si, desesperanzada y valiente,
muriendo una y otra vez en el minucioso oficio de escribir,
lo hayas dicho todo en un abrir y cerrar de ojos
y luego hayas decidido abandonar la pluma.

No sé si todos los agobios se aliviaron hace tiempo.
No sé si el vuelo mundano se sumerge en la felicidad.
No sé si las revistas rasgadas flotan hasta entrar al fondo del mar.
No sé si las tormentas están ahí rondando en círculo.

En realidad, estoy muy lejos tuyo,
aunque siempre me esfuerzo por escucharte.

Chong Shu


La infancia que se fue para siempre

Por la infancia que se fue para siempre
aún quiero gritar en el desierto
y no callar en medio de la hierba.

Los sueños de antes de los veinte se esfumaron.
El mar de antes de los treinta no es de color azul.
El rostro a los cuarenta, redondo, amarillo verdoso, parece cubierto de musgo.
El cuerpo a los cincuenta, grasoso, ya no invita a la autocontemplación.

Veneras de más y el espíritu asoma,
contemplas de más y la belleza avasalla,
te distraes de más y el demonio aparece,
te enfocas de más y el alma florece.

La infancia se fue para no volver.
Lo desolado solo admite el silencio
y ni siquiera puedo gritar en la hierba.

Chong Shu








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