Lluvia, Ciudad de México

Imperceptibles percuten
las gotas de lluvia
sobre el panel del techo
y conjuran
constantemente  
una cambiante
imagen de agua.

Debajo de la cobija
casi temo
yo mismo mojarme. 
La protección de vidrio
por supuesto me tranquiliza,
me permite soñar.

Cada burbuja
explota
en cuanto
la próxima gota
incontenible
percute golpeando
y le exige a las palabras.

Oh exquisita humedad,
cómo se alegrarán los árboles
por este aguacero.
Y a mí 
me llega una luz,
que me permite 
aprender a entender
los transparentes signos.

Albrecht Classen 



Mi libro y yo

Las dos cubiertas
me saludan,
el aroma del encolado del libro
me atrae
hacia las páginas,
el papel elegante
y el hermoso tipo de letra
me desafían con esto,
a aceptar la oferta,
¿Qué puede pasar?
     
Cada página se siente
como los años
de mi vida.
Las letras
adecuadamente distribuidas
cantan sus canciones.
Las palabras
me hablan en forma seductora,
y ya estoy perdido,
ya casi no las veo —
he comenzado a leer.

Albrecht Classen 



“No hay ninguna evidencia que nos indique que existieron o se confeccionaron este tipo de objetos (cinturón de castidad) en la Edad Media. La primera vez que se habla de ellos es en un libro de 1405, escrito por Konrad Keyeser, titulado Bellifortis, y que trata sobre máquinas de guerra. Es una obra muy técnica y ardua y se cree que el autor quiso amenizar un poco la lectura introduciendo una broma sobre un aparato que protegería la honra de los maridos cuando estaban en la batalla, lejos de sus mujeres. El cinturón de castidad pronto se convirtió en un mito del que se hablaba y se hacían numerosos chistes y sátiras para burlarse de los hombres impotentes o mayores que no podían controlar a sus esposas, que iban en busca de parejas más activas sexualmente. Hay dibujos de la época que plasman escenas en las que el varón, que se va de viaje, le pone un cinturón de castidad a su pareja; al mismo tiempo que el amante sale del armario con otra copia de la llave.”

Albrecht Classen 



Refugiados

Europa,
ahora te encuentras en un aprieto,
las fronteras se rebasan    
la humanidad doliente
se desborda
y ahora viene a ti.

Todo tu almacenamiento de armas
en el Medio Oriente,
todo tu silencio
frente al desastre 
ahora toma venganza dolorosamente;
el flujo de los refugiados
no tendrá fin.

Con los dictadores,
fácilmente se hacen negocios
pero después viene la cuenta
¿Quién enviaría de regreso
a las madres y a los niños a las zonas de guerra?

Los clavos sin cabeza
no se sostienen bien,
la construcción se derrumba,
los continentes se tambalean,
la humanidad huye,
y todos los políticos llegan
demasiado tarde.

Albrecht Classen 


Tristán, en mexicano

Ahora he llegado,
a México,
y estoy parado frente a Tristán.
El viejo conflicto
entre el corazón y el cuerpo
bulle  aquí
en el profundo sur
y murmura para sí.

¿Cómo puede Isolda
en la sociedad católica
discutirse con éxito?
En México, al igual que en casa
quiere soñar
y anhela
la libertad
del corazón.

La gruta del amor
se encuentra
naturalmente bajo
el Popocatépetl,
sólo tenemos que buscar,
porque hay muchas claves.

Por supuesto, encontrar
hoy las palabras correctas
todavía exige mucho.
Pero el que las encuentre,
puede sentirse afortunado.
¿Qué es lo que hubiera
dicho Isolda
en mexicano?

Albrecht Classen 















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