Acacia

¿La fragancia viene de una estrella lejana?
¿Había días en que, claro, dábamos vueltas
como dos animales mansos en torno a esa estrella?
No recuerdo,
Acacia.

¡Expresión vacía!
Las venas azules en el reverso de tus manos,
hermana pequeña en el pueblo que dejé atrás.

Kim Sa-In


Dedicado al silencio

Atravesaste el río y te quedaste dormida;
cansada, roncas suavemente
mientras yo me apoyo en los copos de nieve
que caen en el río más allá de la ventana,
y vago, siguiendo una canción occidental sin corazón.
Por miedo de que tu sueño titubee,
vacío la última copa con cuidado,
consciente del gorjeo que hace mi garganta.
Al haberte enterrado dormida en la otra orilla del río,
aquí disfrutamos de esta paz solitaria,
no pensamos ni en esto ni en lo otro,
la niebla del amanecer
se levanta atronadora.

Kim Sa-In



Dormido en la calle

Te quito la ropa como periódicos viejos.
Te tiendo desnudo sobre el colchón húmedo, y te miro.
Tus manos y pies nudosos han perdido vigor,
qué fatigados se ven tus delgados miembros y costillas.
Lo siento.
Me gané la vida usándote.
Conseguí mujer e hice un hogar.
Queda ahora sólo el sudor rancio y un camino de pesadilla.
De nuevo tendí esa cosa pura que eres tú
en un rincón apartado de un terreno desconocido.
¡Ay!
No diré que no hubo días muy buenos, pero
pagarte, aunque fuese un magro salario, es muy lejano.
Me pregunto si me gustaría irme de manera tranquila,
dejándote simplemente ahí dormido.
¿Qué opinas, cuerpo?

Kim Sa-In



Gunha-ri en invierno

Cruzan caminos cenicientos
entre casas abandonadas.
Árboles se yerguen junto a los caminos
como escobas que nadie usa.
Bajo los muros descuidados
los cubos rojos de la pasta de chile Sunchang,
las bolsas negras de plástico y los trozos de poliespuma
yacen medio enterrados en el polvo.
A un lado del muro, abre una puerta sin guarda
un viejo jorobado, vestido con un abrigo de piel.
Lentamente va a alguna parte.
Un perro desamparado se balancea detrás de él.
De súbito se abre la puerta del carnicero junto a la barbería;
alguien tira agua a la calle, cierra la puerta.

Entonces se levanta la puerta de lona pálida como el polvo
y un joven soldado de verde oliva con un paquete
de cinco ramen en la mano y una sonrisa brillante
atraviesa la encrucijada.

Kim Sa-In


La mariposa

Una mariposa se acerca—
¿qué será eso en su espalda?
No lo sé; ¿quizá un trozo de sombra de mediodía
en la esquina del patio de una casa vacía?
¿Podría ser el llanto de un niño abandonado
que babea
el arroz y la sopa con kimchi que ha comido?
¿Podría ser un sollozo como capas de mugre surgiendo,
acumulándose en la quijada y el mentón?
Lleva en su espalda, mientras vuela, un mediodía al que nadie le importa,
una cegadora soledad. ¿Hasta dónde,
mariposa, hasta dónde llegarás?
Antes de su presencia, hubo días
en los que tuve ganas de arrodillarme en silencio.

Kim Sa-In


Lo profundo de un paisaje

Las rachas de viento
estremecen a las plantas de tallo corto
y nadie pone atención.
Debido al temblor solitario
de un momento de la vida de esas breves cosas
una tarde en el universo finalmente se convierte en noche.
Entre este lado y el otro de ese temblor, en la brecha
existente entre principio y fin de aquel momento, una quietud
de tiempos antiguos, o quizá su infancia
destinada a pertenecer a un tiempo que aún no llega,
es enterrada superficialmente, visible y no visible,
mientras dentro de la luz primaveral de ese silencio apático
yo, preocupado, espero dormir durante un siglo o dos,
o tres meses o por lo menos diez días.
Entonces, al lado de mi infinitud, que lleva el nombre de tres meses o
[diez días,
mariposas o abejas, insectos que no tienen demasiado de qué alardear,
podrían pasar inadvertidamente, sin dirección alguna;
y ante ello, como en un sueño,
debería reconocer el olor familiar surgido de las antenas, alas o patas
de esas pequeñas creaturas
como tu mirada que tanto profundizó en alguna otra vida.

Kim Sa-In


Mariposa

Una mariposa se acerca
― ¿qué es lo que lleva en el dorso?
No sé; ¿un fragmento de las sombras sigilosas del mediodía
menguante en un rincón del patio, un rincón de la casa desierta?
¿Puede ser el llanto de un niño abandonado,
quien babea el arroz y la sopa de kimchi que comió?
¿Puede ser un llanto como capas de mugre que gotean,
acumulándose en la barbilla, en el dobladillo?
Lleva en el dorso un mediodía que nadie cuida, penetra
la soledad mientras vuela. ¿Hasta qué punto
en la tierra llegarás, mariposa?

Había días en que tenía ganas
de arrodillarme silencioso ante ella.

Kim Sa-In


Nadie sabe

¿A dónde fueron mis viejas tierras?
¿Y el jardín, esos caminos, húmedos incluso a la luz solar?
¿Y mis viejos arroyos, con su gravilla horneada por el sol?
¿A dónde fue mi vieja colina, con el fuego fatuo que llegaba con la noche?
¿Los mayores del barrio, dignos hasta con camiseta y pijama? ¿Mis hermanas, con su
………….risa floral?
¿Mis hambres? ¿El olor cortante de las berenjenas verdes?
Mi madre joven entonces con sus abundantes penas,
mis hermanos con sus pantorrillas duras, ¿dónde se dispersaron?
¿Mis viejos jacks y bolitas, la escoba que me dio golpes en la espalda, los antebrazos
poderosos de mi padre, la chica presumida de la casa de al lado?
¿A dónde fueron las viejas tumbas, las pálidas pulsatillas y los cortes de barro con que
………….antes jugaba?
¿Y los viejos atardeceres de primavera? ¿Las colas de zorro que crecían bajo los enormes
………….álamos, las pequeñas chimeneas, el humo lánguido y crepuscular?
¿Y mi cuarto, estrecho y oscuro? Mi abuelo oscuro, su tos oscura, y los baúles oscuros
………….de mimbre, ¿dónde se dispersaron?
¿A dónde fue el viejo yo? ¿Por qué calles vagaba, disperso, un niño con los pies negros
………….churre saliendo de unas botas de goma?

Kim Sa-In


"Para mi escribir poesía es cuestionar las cosas incansablemente."

Kim Sa-In


"Siento el calor de la humanidad más en la ingenuidad y la torpeza, que en la perfección y la suavidad."

Kim Sa-In


Tres días después del velorio

Dos raciones de frijoles negros se fríen en un sartén.
Después que se cocinan y se sirven,
el padre de ochenta años, su hijo menor, y su nieta se sientan,
comen los frijoles.

Mamá se ha ido,
vienen las lluvias del verano,
pero nadie se preocupa por
la nueva tumba,
simplemente se saborea los frijoles.

Tres generaciones se sientan en torno a los frijoles
y con la mirada vacía ven la televisión,
la televisión que palpita, que salta.

Kim Sa-In




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