Al pie de la noche

La nuit est ma nudité
Georges Bataille

Echado al pie de la noche
como un perro peludo delante de una puerta
viendo el fuego adiestrarse entre ramas
viendo lo oscuro en equilibrio como una gota antes de caer
burlarse de la burla astutamente
con la cara sudándole miradas y el labio
azuzándole rumor a la palabra
estiraba sus tristezas panza arriba
se iba a secar sus soplos a la nada.

Eduardo Jonquiéres


El deseo

Unas orillas desterradas,
Esa pezuña rompiendo el terrón dolido,
Los cortes abruptos de una imagen cruda
Y al fin la llama viva, perseguida por su nada,
El centro único que vale y no se rinde.
A él vuelven sin cesar
Los sueños, la escoria trashumante
Como amarilla lana que cubre la resaca
Cuando el mar sube al encuentro de su sed. 

Acepto, es claro, esa limosna,
Ese ligero mediodía que me dan vestido de gala pensativa.
Acepto el doble juego, lo de ir y de volver
Constantemente, siempre nuevo en la furia
Y nuevo en los descensos, desistiendo
Cada vez de un dominio perdido. 

Pero no me muevo:
Estoy siempre empezando,
Siendo en alta voz, en altos gestos,
La esperanza de un hartazgo.

Eduardo Jonquiéres


El que nunca

Je ne travaille pas dans l’éntendue d’un domaine quelconque
je travaille dans l’unique durée.
Antonin Aratud

El que nunca
oyó a un hombre llorar en sus huesos y en su sangre
el que nunca
vio a un chico crecerle el hambre en las uñas y en las cejas,
el que nunca
rebajó un perro a ser obispo o funcionario,
el que nunca
arrebató al olvido las premisas del siempre,
el que nunca figuró con honores
en las batallas dadas,
el que se encontró al fin de cuentas
deshojado, absorto en el alba clandestina:
ese es quien heredó su muerte,
quien tuvo su parcela de vacío.

Eduardo Jonquiéres



Estos y Aquellos

Hay los que escriben al derecho
los que tienen la mirada puesta en el objeto
los serviles de un plan
los fabricantes de destinos
los que van desarrollándose como si fueran cientos
los pacientes los libres
los que esperan de cada refrán la recompensa
los obstinados de la sangre los que arañan el misterio
los que saben.

Y hay los ciertos los fatales los sin costumbre y sin peso
los que besan desmemoriadamente los ávidos de raíz
los que se encuentran por azar con encuentros inseguros
los que corren a países de caricias los enterrados vivos
(una ráfaga los tumba y los soporta)
los que entreabren el verano para sentir el frío
los que miran según el cristal con que los miran.

Unos y otros son
pero ninguno es más alto que su vida
ninguno es más largo que su sueño.

Eduardo Jonquiéres


Me envejece

Me envejece el traje, se me arruga de repente el gesto.
Quién sabe qué dioses andan por arriba tirándome los dados,
entre noches, escapándole
al tormento del sí, eternamente,
y al goce del no, ahoramente.

Una sombra suele, frágil, subir por las paredes,
unos cóncavos, mordidos sucederes, lo que fue y no se supo,
lo que estuvo a medias hecho en el día que no usé,
en el tiempo que no acaba de ser tiempo
y quiere ser minuto o siglo a toda costa.

Me envejece la pestaña, el ojo, la esperanza,
esta uña al final que no rasga ya ni una,
el botón que no abrocha y el zapato que no calza.

El aire me envejece, la mañana de anteayer,
la curva monda de la fruta,
el mar con su acecho irresistible.
Se me va haciendo tarde,
ya siempre se va siendo nunca.

Pero empiezo,
empiezo de nuevo a creer,
que estoy viviendo:
con toda el alma,
vuelvo a equivocarme.

Eduardo Jonquiéres



Otoño

De perfil de hoja parda
recostado en el polvo
voz de barro y de la paja húmeda
labio de la nube redonda en escondrijos

Vamos siendo tu ala
tu pluma mojada
tu sombrero de musgo y desvarío
tu zapato sin huella comedor de tristezas
tu cielo angosto tu litoral por años
el dejado cansador chillido de pájaros yéndose
las grandes migraciones del olor y de la fruta.

¿Has venido ya
han vuelto los que te perdieron la fe, los pétreos los ardidos
los rendidos de saciarse entre zarzas
a buscarte en el agujero del árbol, en la vena del agua,
en el lejano cerca del más tarde?

¿La miel estuvo parada entre las orejas
del oso? ¿Hubo un purgatorio de la lluvia,
los pájaros se hicieron vuelo
antes de salir hacia el rincón del día
donde ocurre la caída del ángel?

De perfil te escuchas en tu oreja
enferma. Intermedio hacia lo oscuro,
te internas por un largo túnel
hasta las centinas viejas
que huelen a pescado y a uniformes.
Los pájaros se fueron, los barcos cargados de verano,
y nacen las criaturas de la lluvia y del plomo.

Eduardo Jonquiéres


Poema de amor

A Aurora, a Julio

Rien n’est passé, la vie a des feuilles nouvelles
Paul Eluard

Qué muros me levantan de nube
tu voz, tu luz, tus ademanes.

Nuestras dos desmesuras
juntas en un cielo enceguecido,
el mar imposible que recoge
las olas altas y las suma a su vacío.
(El mar tranquilo, abandonado,
con la procesión que va por dentro.)

Tu mano sobre mí como agua de verano:
hay quienes corren más azules que el cielo,
más ligeros que la fiebre, sostienen
las llaves diminutas en sus ojos
con que abrir las cosas de la tierra.

Pero callas, pero hablas:
es lo mismo.
No señales esa hora,
no me nombres el minuto.
Déjame la vida entera entre estos muros,
estas nubes, estas prisas que tenemos por vivirla,
estos ojos de ver que callan lo que han visto.

Eduardo Jonquiéres








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