"Al principio no leía mucha literatura clásica, yo escribía según se me ocurría en la cabeza. Pero últimamente la literatura clásica es lo que me inspira. Por ejemplo, mi novela Your Republic Is Calling You está inspirada por Edipo Rey, de Sófocles, y La Odisea, de Homero. Cuando vivía en Nueva York, iba a menudo al teatro. Cuando veía las obras de teatro no entendía mucho a causa del idioma, pero curiosamente se me ocurrían muchas ideas creativas. Ya que como no seguía muy bien la historia, creaba mis propias historias y en ese proceso salían muchas ideas. La literatura contemporánea ha perdido mucho el valor de la literatura tradicional. Cada vez más, el sector editorial obtiene menor beneficio. Pero quizá la literatura está volviendo al pasado, tal y como fue durante miles de años, que era un acompañante atractivo de los teatros y la música. A lo mejor en un futuro deberemos descubrir la literatura en el cine, las series de TV o las letras de hip- hop."

Kim Young-ha



"Creo que el arte del siglo XXI sólo se queda imitando al arte y los artistas del siglo XX, que fue una época espléndida. Ningún sector del arte del siglo XXI ha encontrado una salida concreta, ni la literatura tampoco. Se siguen produciendo obras parecidas a las del siglo XX sin compensación alguna, sin nuevos artistas asombrosos y sin nuevos movimientos literarios."

Kim Young-ha


"En Corea los cuentos tienen una tradición más fuerte que las novelas. Yo diría que el cuento es como ver una escena de discusión de dos personas desde el coche mientras pasas por allí. En cambio, la novela es bajar de aquel coche, acercarse a ellos, interrumpir y preguntar por qué están discutiendo. Es decir, el cuento es un género que expresa una parte de la vida de manera compacta y la novela es investigar el significado de un suceso de varias maneras."

Kim Young-ha


"En una sociedad como la coreana, que ejerce una influencia enorme sobre los ciudadanos, un individuo siempre tiene que estar atento al país y a la sociedad, ya que los sucesos históricos han devastado muy fácilmente las vidas individuales. Actualmente en Corea, el desarrollo económico está suspendido, la tasa del paro de los jóvenes está cada vez más alta y políticamente también hay una crisis. Los políticos seguirán intentando animar al pueblo con la visión del país igual que en el pasado, pero ya los jóvenes no están convencidos de eso. Hay que reformar la economía que está concentrada solo en grandes empresas como Samsung y Hyundai y pensar cómo establecer un sistema de seguridad social en el que puedan vivir los jóvenes con esperanza de cara al futuro."

Kim Young-ha



Tengo derecho a destruirme
(parte 1)

La muerte de Marat

Estoy viendo la muerte de Marat, pintura al óleo realizada por
Jacques-Louis David en 1793, impresa en un libro de arte. El revolucionario Jacobino Jean-Paul Marat ha sido asesinado y yace en su tina.
Su cabeza está envuelta en una toalla, como un turbante, y su mano,
que cuelga junto a la tina, sostiene una pluma. Marat ha expirado y —
sanguinolento— se arrellana entre los colores verde y blanco. La obra
exuda una serena quietud. El fatal cuchillo yace abandonado en el fondo
del lienzo.
Varias veces he intentado copiar esta pintura. La parte más dif ícil es
la expresión de Marat; siempre la hago demasiado sosegada. En el Marat de David no se percibe ni el abatimiento de un joven revolucionario
tras un ataque repentino ni el alivio de un hombre que ha escapado a los
tormentos de la vida. Su Marat está en paz aunque dolido, lleno de odio
pero también de entendimiento. Mediante la expresión de un muerto
David cristaliza el conflicto interno de nuestras emociones más profundas. Al ver esta pintura por primera vez, nuestros ojos tienden a posarse inicialmente en el rostro de Marat. Pero su rostro no nos dice nada,
así que la mirada se mueve en una de dos direcciones: hacia la mano
que se aferra a la carta o hacia la mano que cuelga flácidamente junto
a la tina. Aun muerto se mantiene asido a la carta y a la pluma. Marat
fue asesinado por una mujer que le había escrito antes, y justamente
se encontraba esbozando una respuesta a aquella carta. La pluma que
Marat agarra en su muerte le inyecta tensión a la calma y serenidad de
la escena. Todos habríamos de emular a David. La pasión de un artista
no debería crear pasión. La virtud suprema de un artista es la frialdad
y la distancia.
La asesina de Marat, Charlotte Corday, perdió su vida en la guillotina.
Corday, una joven Girondina, decidió que Marat debía ser eliminado. Era
el 13 de julio de 1793; tenía veinticinco años de edad. Inmediatamente
arrestada tras el incidente, Corday fue decapitada cuatro días más tarde,
el 17 de julio.
El reinado de terror de Robespierre fue puesto en marcha con la muerte de Marat. David entendió el imperativo estético de los jacobinos: una
revolución no puede progresar sin que el terror la impulse. Con el tiempo
esa relación se invierte: la revolución progresa sólo para impulsar al terror. Como un artista, el hombre que crea terror debe guardar distancia,
tener sangre fría. Debe tener en mente que la energía del terror que libera
puede consumirle. Robespierre murió en la guillotina.
Cierro mi libro de arte, me levanto y tomo un baño. Siempre me lavo
meticulosamente en los días que trabajo. Después de bañarme, me afeito
con cuidado y voy a la biblioteca, donde busco clientes y echo un vistazo
a materiales potencialmente útiles. Es una labor lenta y sosa, pero avanzo
pesadamente. A veces no tengo cliente alguno durante meses. Pero puedo
sobrevivir medio año si consigo sólo uno, así que no me importa invertir
largas horas en la investigación.
Usualmente leo libros de historia y guías de viaje en la biblioteca. Una
sola ciudad contiene decenas de miles de vidas y cientos de años de historia, así como la evidencia de su entretejido. En las guías de viaje, todo
esto se comprime en unas cuantas líneas. Por ejemplo, una introducción
a París comienza de esta forma:
Lejos de ser sólo un lugar secular, París es la tierra sagrada de la libertad religiosa, política y artística, alternativamente esgrimiendo dicha
libertad y deseando en secreto conseguir más de ella. Conocida por su
espíritu de tolerancia, esta ciudad ha sido el refugio de pensadores, artistas y revolucionarios como Robespierre, Curie, Wilde, Sartre, Picasso, Ho
Chi Minh, y Khomeini, junto con muchas otras figuras inusuales. París
tiene grandes ejemplos de excelente planeación urbana del siglo xix, y al
igual que su música, arte, y teatro su arquitectura abarca todo, desde la
Edad Media hasta las vanguardias, y en algunos casos va más allá de las
vanguardias. Con su historia, innovaciones, cultura y civilización, París
es una necesidad en este mundo: si París no existiera, tendríamos que
inventarla.
Una palabra más sobre París sería superflua. Tal concisión explica mi
gusto por las guías de viaje y los libros de historia. La gente que no sabe
resumir no tiene dignidad. Tampoco tiene dignidad la gente que alarga
innecesariamente su desordenada existencia. Aquellos que no conocen la
belleza de la simplificación, o de podar todo lo que no es necesario, mueren sin comprender el verdadero significado de la vida.
Siempre salgo de viaje cuando recibo el pago al final de un trabajo.
Esta vez iré a París. Estas pocas líneas en la guía de viajes son suficientes
para picar mi curiosidad. Pasaré los días leyendo a Henry Miller o a Oscar
Wilde o bocetando a Ingres en el Louvre. El hombre que lee guías de viaje
durante el viaje es un aburrido. Leo novelas cuando viajo, pero no las leo
cuando estoy en Seúl. Las novelas son la comida para las horas sobrantes
de la vida, los entretantos, los momentos de espera.
En la biblioteca, primero hojeo las revistas. De todos los artículos,
las entrevistas son lo que más me interesa. Si tengo suerte, encuentro
clientes en ellas. Los reporteros, armados con baratas sensibilidades de
mediana cultura, ocultan las características de mis clientes potenciales
entre líneas. Nunca preguntan cosas como «¿Alguna vez ha sentido el
impulso de matar a alguien?». Y es obvio que jamás se preguntan «¿Cómo
se siente usted cuando ve sangre?». No le enseñan al entrevistado pinturas de David o Delacroix para pedirle sus impresiones. En vez de esto, las
entrevistas están llenas de parloteo sin sentido. Pero a mí no me engañan;
capto una chispa de posibilidad en sus palabras vanas. Desentierro pistas
en el tipo de música que prefieren, las historias familiares que a veces
revelan, los libros que pegan en algún nervio, los artistas que aman. Las
personas tienen el deseo inconsciente de revelar sus impulsos internos.
Están esperando a alguien como yo.
Por ejemplo, un cliente una vez me dijo que le gustaba Van Gogh. Le
pregunté si le gustaban sus paisajes o sus autorretratos. Titubeo, y luego
me dijo que prefería sus autorretratos. Siempre observo de cerca a aquellos que se pierden a sí mismos en autorretratos. Son almas solitarias,
inclinadas a la introspección, que de verdad han luchado de frente con
su existencia. Y saben que tal introspección, aunque dolorosa, es secretamente exhilarante. Y si alguien me pregunta qué tipo de pregunta elaboraría yo, me doy cuenta de que esa persona se siente sola. Pero no todos
los solitarios son clientes en potencia.
Después de hojear revistas, reviso periódicos. Leo todo con cuidado,
de obituarios a avisos oportunos —en especial aquellos avisos que buscan un tipo particular de persona. También leo la sección de negocios.
Me enfoco en artículos sobre compañías que alguna vez fueron prósperas
pero que ahora están al borde de la bancarrota. También pongo mucha
atención en las fluctuaciones del mercado de valores, ya que las acciones
son las que primero anuncian un cambio social. En la sección cultural,
noto las tendencias actuales en el mundo del arte y los tipos populares de
música. Por supuesto, los libros recientes son también tema de interés.
Leer estos artículos me ayuda a descifrar los gustos actuales de mis posibles clientes. Mis conocimientos sobre sus tipos favoritos de música, arte
y literatura ayudarán a que la conversación fluya libremente.
A veces, al salir de la biblioteca, me detengo en Insadong a ver arte o
me dirijo a alguna megatienda de música a comprar cd. Si tengo suerte,
me encuentro con un cliente en potencia deambulando por las galerías.
Busco personas absortas en el estudio enteramente deliberado de alguna
pieza de arte, personas que nunca dan un solo vistazo a sus relojes —incluso en un sábado por la tarde. Estas personas no tienen otro lugar a
donde ir; no tienen que encontrarse con nadie más tarde. Y las pinturas
que los cautivan, que los mantienen completamente paralizados en un
lugar durante largo tiempo, delatan inadvertidamente los deseos más profundos de quienes las observan.
Al anochecer me dirijo a mi oficina en el séptimo piso de un ruinoso
edificio en el centro de la ciudad. En mi oficina sólo tengo teléfono, escritorio y computadora. Ni siquiera tengo que ver al casero pues pago mi
renta en línea. Cuando llego, apago la contestadora y espero a que suene el teléfono. Alrededor de la 1:00 a.m. usualmente ya he recibido unas
veinte llamadas. Llaman en respuesta a mi anuncio en el periódico: «Escuchamos sus problemas». Habiendo leído esta frase sencilla, esperan a
que anochezca para marcar. Hablo hasta la madrugada con gente con distintos problemas: una chica que es violada por su padre, un homosexual
que está a punto de ser reclutado por el ejército, una mujer que le es infiel
a su novio, una esposa que es golpeada por su esposo. Escucho historias
que nunca descubriría en ninguna biblioteca, librería o galería de Insadong durante el día. Así es como encuentro a la mayoría de mis clientes.
Después de unos cuantos minutos, puedo elucidar el nivel de educación, gustos y disgustos, y circunstancias económicas de cualquiera. Puedo detectar y seleccionar a un cliente en ciernes con este tipo de información. Me gusta el poder seleccionar a mis clientes.
Pero hay escollos. El hecho mismo de que las personas que llaman
aún tengan voluntad de conversar con alguien significa que no están lo
suficientemente desesperadas como para solicitar mis servicios. Así que
tomo una dirección distinta de la que toman los consejeros comunes,
que escuchan los relatos sin ofrecer soluciones. Los escucho sólo hasta
poder descifrarlos, luego los acoso con mis consejos. No tiene sentido
continuar escuchando a la chica que es violada y golpeada por su padre
todas las noches. Todo lo que puedo decirle a la chica, que ya tiene diecisiete, es que debe huir. Pero un consejero común le diría que se quede, que
se aguante, y que llame a organizaciones civiles o a la policía para pedir
ayuda. Estos consejeros ignoran la esencia del problema y la simplicidad
de la solución. No es como si la chica no supiera qué es lo que debe hacer.
Si la persona que llama reacciona positivamente a mi provocación,
permito que la llamada continúe. Ella siente alivio y limpieza. Cuando
considero que el momento es apropiado, agrego: «Si tu padre es así, ¿por
qué no matarlo?». Si responde con cautela, le digo que sólo estaba bromeando. Por otro lado, si no cuelga, es una señal de que le interesan mis
métodos. Pero yo no aliento hacia el asesinato. Esta clase de comentario
incendiario es meramente una forma de extirpar a las personas que no
deseo. No tengo interés en que una persona mate a otra. Sólo quiero extraer deseos mórbidos, aprisionados en lo profundo del inconsciente. Este
gran deseo, una vez liberado, comienza a crecer. La imaginación de la
persona que llama corre libremente, y ella pronto descubre su verdadero
potencial.
Cuando creo que alguien tiene potencial, le propongo una cita. No en
mi oficina, por supuesto. A veces vamos por un trago, o a una exposición,
o a una película. A veces, muy pocas veces, cuando se trata de un cliente
muy importante, salimos juntos de viaje. Con importante no quiero decir
alguien que pague mucho dinero sino alguien que estimule mi creatividad. Es dif ícil encontrar a alguien así, pero cuando esto sucede, mi felicidad no tiene límites. Pero nunca revelo esto frente a ellos. Ellos no saben
nada de mí: ni mi nombre, ni mi pueblo natal, ni las escuelas a las que fui,
ni siquiera mis aficiones. Oculto mis gustos con una plática incesante.
Sin comprender, sacuden sus cabezas en desaprobación, ya que evado sus
expectativas sobre mi persona. Pero esto debe esperarse, pues en realidad
nadie sabe gran cosa sobre un dios.
Hablo, hasta el momento en que me despido del cliente, sólo para
conseguir su historia familiar y los años de su infancia, sus historias de
amor, sus éxitos y fracasos, los libros que ha leído, y la música y el arte
de su preferencia. La mayoría de las personas cuentan sus historias sin
oponer gran resistencia. Cuando lo hacen, son honestas. Algunos quieren deshacer el trato una vez que escucho todo lo que tienen que decir.
Les regreso su dinero, exceptuando el depósito. Pero muchos de ellos
regresan después. Cuando lo hacen, llevan a cabo el resto del contrato
sin más discusión.
Cuando termino un trabajo, realizo un viaje. Cuando regreso, escribo
sobre el cliente y nuestro tiempo juntos. Mediante este acto de creación
aspiro a convertirme cada vez más en un dios. Sólo hay dos formas de ser
un dios: por medio de la creación o del asesinato.
No todos los contratos que se llevan a cabo se convierten en relatos.
Sólo los clientes que valen el esfuerzo renacen mediante mis palabras.
Esta parte de mi trabajo es dolorosa. Pero este arduo proceso pone en
evidencia la simpatía y el amor que siento por mis clientes.
Shakespeare alguna vez dijo: «¿Es pecado entonces / Correr hacia la
morada secreta de la muerte / Antes de que la muerte se atreva a venir a
nosotros?». Cientos de años más tarde, la poeta Sylvia Plath lo llevó más
lejos. «El chisguete de sangre es poesía / No hay forma de detenerlo». La
mujer que escribió esto terminó su vida abriendo la válvula de gas de su
estufa.
Mis clientes no tienen el talento literario de Sylvia Plath, pero diseñan
el fin de sus vidas con la misma belleza que ella. Sus relatos escritos ya
suman más de diez. Planeo soltarlos lentamente hacia el mundo. No necesito un adelanto ni regalías. Tengo suficiente dinero para mantenerme. Y
eso sería faltarle al respeto a mis clientes. Planeo meter los escritos en un
sobre, sin condiciones o exigencias, y enviarlos a un editor. Me esconderé
entonces, sin forma, y observaré la resurrección de mis creaciones.
Enciendo la computadora y comienzo a abrir archivos protegidos por
contraseña. El primer archivo cuenta la historia de una joven mujer que
me contrató hace dos inviernos.

Kim Young-ha
Traducción del inglés de Eduardo Padilla



"Sigo soñando con ser un escritor. Aunque ya lo soy, quiero serlo en el futuro también. A veces salgo de mi cueva e interactúo con el público, pero siempre quiero volver a mi cuarto en apenas dos horas."

Kim Young-ha





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