Al término

¿Por la noche quién habló? entre la sombra
Extendiéndose volaba un poco más del estanque

Donde la voz sólo podía perderse
Renaciendo al amanecer en la esperanza de su canto

De entre las ramas estiradas de las hayas
Sobre el tapete ajado de hojas muertas

Pisoteadas por la horada de los hombre
Que pasaron al lado de los pueblos

Y se repartieron ahí el fruto de su pillaje
Después uno a uno desaparecieron. Uno solo

Había quedado, que debía cantar
(Esas guerras) no habiendo podido vivir un tiempo

De paz, bien efímero, en el límite de
Otra frontera -sobre la tierra de la

Que vivía, no hace mucho, al borde del lago
Donde lentamente las barcas
Mudas acostaban, pesadas
De su cosecha de bosque verde. Adosado solo

Al tronco de mi árbol él soñaba
En los países desde entonces atravesados

En los campos de trigo y en los desiertos
En la masacre de las mujeres el invierno que ahorcaba

En los niños negros colgados - en esos vientres abiertos
De donde vertían gusanos - en los cuellos tronchados

De los animales de ordeño - En todas
Esas cosechas, esas fincas incendiadas

Humeantes y nebulosas en la memoria del solo
Mañana que hubiera querido callar, frente

A la tierra provisoria delante de él
Pero austera. Pues alguna cosa también

Le iluminaba, de la cual desconocía su nombre
Ni cuál misterio la justificaba

Pero que bajo el árbol bruscamente
Daba sentido a su historia :

Un fuego en el fuego de anoche
La espada en su mano sin pasado

Un hombre aún detrás de este hombre
Apagando la ceniza en la mañana -

Para el reposo que sabe, simplemente
En él mismo más allá de la página y llano

De un cantor, de un guerrero.

Yves Di Manno


ASÍ

el mundo está solo y nosotros

somos de pronto
serenos vivientes

para el perdón las barras
el reparto y

el don del cual nuestras

manos seleccionan
y nuestras voces gritan

sobre todos
los tonos

la sílaba y
el nombre

para la extrema

estación y el dibujo
de ese sonido

entre el muro
y la prisión

donde nosotros leemos

(donde otros leen
y leerán)

un día futuro
en este murmullo

la partitura

Yves Di Manno



Bajorrelieve del rey leproso

No supe más, ni menos. En el año
que siguió al principio de mi reinado, combatí al este
          combatí al norte
a la cabeza de los ejércitos y sobre lomo de elefante
estableciendo más seguramente el trazado de nuestras tierras.
          Hice construir un templo
para el alma de nuestros dioses, que aseguraron a nuestros padres
          riqueza y protección.
Escuché sin molestarme las quejas de mi gente
          asistí a las procesiones
que llevaron a su última morada a los demasiado numerosos
          niños que perdí.
Siempre se nos evitó la hambruna, incluso el año
en que las hordas del sur devastaron nuestros arrozales
          los silos estaban llenos.
Cuidé que cada uno pudiera vivir de su esfuerzo.
Me preocupé por los más humildes, desprecié a los adulones
          y si hice construir
          en los 4 rincones de las tierras
la imagen inquieta de su rey, fue para afirmar
que en su ciudad sagrada él no olvidaba ni sus deberes
          ni a sus súbditos.
Cuando vino el tiempo en que la muerte me llamó
con mis miembros agotados negándose a moverse
apuré la construcción de los diques
          de ese último palacio.
          Los rostros en los confines
multiplicando mi reino no calman mi pena.
Lo que tuve que sufrir en mis tareas humanas
          ninguno de los que me conocieron
          cercano o próximo lo sabrá
          porque es el dolor de su pueblo
          lo que atormenta al rey.

Yves Di Manno




"El poeta no puede contentarse ni satisfacerse con nada. Ya sea que tienda al lirismo, a la objetividad o a la abstracción, su canto tiene que seguir su propia lógica. No tiene nada que defender, nada que probar; tiene todo que mostrar, que entrever, que suscitar: los paisajes que lo habitan, los seres que de él se apoderan, el territorio que únicamente él recorre. No diría que es un hombre libre –¿quién puede jactarse de serlo?–, pero sin duda es el que tiende idealmente a la más nueva, a la más inconcreta libertad. Su trabajo –si el término es el apropiado– sigue siendo hoy en día acrecentar nuestra comprehensión, agrandar los límites de nuestra percepción del mundo. Y ya que hay que hablar de anonimato, de intemporalidad, me gustaría subrayar metafóricamente las vías posibles de este repentino exceso de entendimiento sobre el cual a veces desemboca la escritura del poema, o que suscita fugazmente, en vista de nuestra inalienable ceguera. Sea lo que sea, siempre estamos en el «Yo/ El otro» de Nerval, de Rimbaud, en el «¿Quién soy?» de Breton: quiero decir que ésa es la única pregunta que continúa importando en este asunto, que sigue justificando el esfuerzo a menudo irrisorio que todos perseguimos, «en nuestros limbos nuestros versos, nuestras estrofas, nuestras vaguedades».
Aceptar hasta su extremo lo que la escritura implica de desposesión, de negación de uno mismo es admitir la otra vertiente del mundo que rozamos sin habitar: dicho de otro modo, cesar de creer en que es el «yo» de un ser aislado el que «se expresa» (¡vieja cantinela! ¡execrable actualidad!), cuando en realidad el mundo nos atraviesa bruscamente, sobre la página grabada del poema, más allá de toda luz, de toda tiniebla; incluso de toda humanidad. Resumiendo en otros términos, esto significa que a mis ojos la poesía sigue siendo el único instrumento, la única actividad real de pensamiento que en nuestros días trabaja a contrapelo de la concepción estrictamente individualista del hombre, que lentamente gangrenó el planeta, a lo largo de este siglo espantoso. Le incumbe entonces continuar su trabajo de resistencia, de subversión principalmente frente al materialismo moderno y al señuelo generalizado que tiende a hacer reinar para alienar mejor, obliterar todo pensamiento vivo. Este me parece que es, en todo caso, el único «deber», digno de su antigua grandeza o de sus ilusiones pasadas, que todavía pueda fijarse la poesía."

Yves Di Manno



Nota de cabecera

Al dejar en la última primavera la morada de mis
ancestros noté en un campo las primeras ramas de
los ciruelos en flor. Ese espectáculo me recordó el
jardín donde mis hermanas y yo misma jugábamos
en nuestra infancia. Hice detener el palanquín y
rogué a una sirvienta que me recogiera un ramo, que
conservé conmigo por el resto del viaje. Buscando
entre mis cosas un pincel de seda dura, hoy lo vuelvo
a encontrar, apretado en un pañuelo blanco. De mis
hermanas no tengo noticias y al esposo que me llevó,
apenas lo entreveo. Es demasiado larga la distancia
que nos separa de los que amamos – demasiado corto
el descuido de nuestros años jóvenes. Trazando estas
palabras sobre el papel, mi mano tiembla ligeramente.
Tenemos razón en decir:

Mucho después
De que las flores del huerto
Hayan cubierto el suelo
La tristeza todavía oprime
El corazón del exiliado.

Yves Di Manno



Todo está mudo en las rocas
la harina reposa
un viejo se pasea en el borde del muelle.

A lo lejos se lanzan redes sobre el agua
el herido grita sin ruido
las mujeres alarmadas levantaron la cabeza
nadie se ha acercado.

Los pájaros en el cielo pasan sin prisa.

Sobre la barca inmóvil ya no hay nadie.

Yves Di Manno












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