Bosque virgen

Aquí no se admiten visitantes,
tampoco las colillas y la curiosidad de los investigadores.
Aquí de repente se asoman culebras,
 por eso hay que llevar palos y ramas.
El alcanforero protege contra las fierecillas;
el arce protege contra los pequeños demonios;
el melocotonero, contra las pérfidas beldades disfrazadas;
la planta “pies de pato” y sus hojas finas
 no tienen ningún parecido con dichas patas;
las flores del árbol mucuna son como racimos de aves
 o pares de globos oculares rojos.
Aquí hay mil especies de plantas y, según cuenta la leyenda,
quinientas han crecido vigorosamente durante diez mil años.
Un insecto en forma de pluma
 —redimido por la piadosa deidad Guanyin—
a saltos y a brincos nos guía en el camino.
El buda viviente Tenzin decía
que los árboles son cuentacuentos de historias urbanas.
Cada uno de ellos ha salvado incontables vidas,
aves, gorriones, insectos, hormigas…
Cuando morimos,
los árboles son nuestros féretros.
Hoy caminamos el bosque virgen llenos de piedad,
como si atravesáramos nuestras vidas futuras.

An Qi es el seudónimo de Huang Jiangpin



El mar no tiene lágrimas

El mar no tiene lágrimas
no tiene padres, no tiene hijos, no tiene sentimientos
En él no existe la igualdad de todos los seres vivientes
El mar sólo se tiene a sí mismo
sólo tiene su propia calma y su furia
sólo tiene sus músculos, huesos y cuerpo hechos de agua,
 no posee nada más que a sí mismo
Agua abrazando con tenacidad al agua
juntas para nunca separarse
El mar sólo tiene agua
No tiene lágrimas,
 no presenta un sentido laudatorio o despectivo
tampoco un color azul o uno verde
Si lo alzas con ambas manos, no ves ni verde ni azul
El mar es mar y nada más, salado, incoloro
El mar no es más que agua

An Qi es el seudónimo de Huang Jiangpin



Región polar

Hace un mes que volví a mi tierra natal.
Los amigos vienen uno tras otro
y uno tras otro se van. Están muy a gusto,
satisfechos de sí mismos, jamás han tenido
un pesar como el que tuve en aquellos años. Era joven,
en pleno alboroto primaveral. Mis sueños
—igual que mi vida— moraban en otra parte.
Ahora estoy de regreso allí donde nací. Llevo en mi pecho
una fortuna y una miseria que son evidentes
para todos. Le digo a cada amigo:
mira bien, soy alguien
que dejó atrás el hogar, alcanzó
la región polar, acarició el sol y fue
cruelmente atravesado por sus rayos.

An Qi










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