Dime, Señora Luna

Y las yemas brillantes de la noche,
ya no veré.
Ni el mar,
pero el río me resta
encerrado en sus altas defensas.
Adonde irá ahora este río
que todo lo inundaba
y en los veranos
se cobraba una muerte por lo menos
desde sus barrancas
o en sus hermosas playadas
traicioneras.
Hace ya mucho tiempo,
tendida en su arena
pregunté al sol:
Dime, mi amor, ¿de qué lado
vendrá?
Y vino y avasalló mis horas.
Y quizás al morir
lo acune aún en mis brazos
para ofrecerlo
a quien lo reciba
en las yemas brillantes de la noche
preguntándose como Teócrito:
Dime Señora Luna:
mi amor ¿de dónde vino?

Emma Barrandéguy



El apaciguamiento de las cosas 

Todo está en calma.
Doy una última mirada al cuarto:
si muriera esta noche
mínimas serían las dificultades que siguieran.
No hay nadie ya despierto
y he concluido la última anotación
de lo que haré mañana.
Todo está encarpetado,
no hay ningún ángulo que sobresalga.
Casi no hay objetos redondos.
Los piolines en su sitio
y los suicidas sonriendo tras los vidrios.
Este poema es lo único que da
la clave de la madeja:
"Los monstruos, bien peinados, por dentro".

Emma Barrandéguy


El cuerpo

¿Por qué no es posible el amor?,
me preguntas.
Somos viejos, respondo.
Y que pases tu mano
por mi pierna,
me da cierta vergüenza.
Tontería, dice el amigo
y cediendo
me tiendo a su lado como cuando era joven
y lo ignoraba.
Pienso en todos los viejos
que desde un banco al sol
miran transcurrir las muchachas.
En mi padre y sus esquelas victorianas
a las niñas de los mandados.
Pienso en mi madre pulcra
cubriendo sus desnudos en un último gesto.
Pienso que los viejos son como todos
y apetecen sin pausa
si no han sido saciados.
El cuerpo gira ante sus ojos
con el gusto de lo prohibido,
como siempre.
Se los instala en la sabiduría
y no la tienen;
codician como los jóvenes, 
tienen pequeñas ternuras
como mi amigo,
tienen lascivas preferencias
que no les cuentan a los otros,
tienen derecho al amor
aun a costa del ridículo.
Y si pasan tomados de la mano
o se encierran en su mundo
con las persianas bajas,
tendríamos que mirarlos sin asombro
como a lentos vagabundos
o discretos amantes que renuevan caricias.

Emma Barrandéguy


"Envejecer no es triste porque siempre queda el clítoris."

Emma Barrandéguy



"Hubo un tiempo en que yo tenía tres relaciones a la vez; entonces tenía que mentir y correr mucho."

Emma Barrandéguy



"¿Lesbiana? En esa época no se decía así. Se decía “las del gremio”. A veces podía ser una mujer soltera y católica, como la que se metió en mi oficina en Crítica y se me desnudó. “¿Usted renunciaría a esto?”, me dijo."

Emma Barrandéguy



Refrán

Porque has dicho:
“El que mucho abarca poco aprieta”.
¿Aprieta qué?
Aprieta el acopio de las cosas.
Quisiera en cambio no poseer nada
más allá del secreto silencioso de las lámparas.
Aprieta tú en tu mano
aquello que adquiriste.
Aprieta lo especial, lo que autoriza,
aprieta tú el sumario
y déjame abarcar la nube,
la rama, el rumor de los cables,
el vuelo, el mar,
la receta del bizcochuelo,
los bolsillos del niño
y también el cobro de la quincena.
Déjame abarcarlo todo
y no retener nada
ya que debo irme con las manos vacías
como vine.
Te dejo medir el gesto que conviene,
acumular los recibos y las planillas.
Me encontrarás en el frigorífico,
en la simetría de las plumas,
en la cantera, en el motor, en el básquet,
en la exposición de grabados,
en la charla con el guarda,
en el derrumbe de las jerarquías
o mirando el cielo de noviembre
cuando es de día a la salida de la oficina.
Mi respuesta tiene la única vulgar certeza:
dentro de cincuenta años,
todos los de mi edad estaremos muertos.
Y tu cargo será ocupado por otro.
Déjame pues.
Mientras,
déjame terminar de leerlo.
Para ir abarcándolo todo
para ir cada día apretando en mis manos menos cosas.

Emma Barrandéguy



Un hombre

Las costas verdes, los sarandisales,
el mostrador donde acodabas tus hazañas,
aquellas suelas y el martillo curvo,
las pieles de las nutrias,
la manta testimonio de esa fiebre
que trajiste del norte,
el machete triunfal sobre las pajas,
las redes viejas junto a tus polémicas,
la canoa prestada y los anzuelos,
la cuadra de batatas que dejaste sembradas:
hoy no se hacen presencia en tus pupilas,
entran al territorio del recuerdo.
Porque la vida de un hombre,
de un loco,
de un rebelde,
de un disconforme eterno,
de un hombre que no supo hacer dinero
pero sí caminar, conversar, beber,
estar en desacuerdo
y desatárselo en palabras a la gente …
Porque la vida de un hombre como tú, digo,
no es más que esto:
una enumeración de circunstancias,
el recuerdo de un proceso,
una barba crecida,
un hijo muerto,
unos ojos brillantes,
gajos del Gualeguay entre los remos.
En el agua tenías que morir,
no hay que asombrarse.
Tendiendo redes en la noche,
para pescar por fin tu corazón inquieto. 

Emma Barrandéguy


Siempre sorprende

Siempre sorprende
la repetición de los gestos
al bañarse,
al doblar la ropa
y guardarla en los roperos.
Los años me han enseñado
el ahorro de energías
y la precisión.
Y hasta a mirarse en los espejos
con la ceguera necesaria.
Sabemos que hay siempre una frase
que nos espera.
Y el beneficio de la lluvia.
Y hasta la sonrisa
ha encontrado su medida justa
y el domingo la dimensión doméstica adecuada.
Pero hay cosas que todavía nos indignan.
Y todavía
la mentira presurosa
viene en ayuda de un amor imposible.

Emma Barrandéguy


Verbos y preposiciones 

Hasta el hueco del cuello y la clavícula,
hasta sentir las manos por las sienes,
hasta el color de las calcomanías
repatriarse.
Hasta acceder al gesto que nos llama
sin anhelo, fatiga ni malicia,
hacia el minuto que no habita nadie,
encaminarse.

Emma Barrandéguy






No hay comentarios: