Frontera

Se desmorona
donde la tierra olvida su nombre
y soy extranjera en mi propio país.
Páramo, pastura, sembradíos
arrancados de la colina
cercana a una granja quebrada

La exactitud de la palabra
se escapa de las lenguas de los niños.
Los santos se desvanecen en las parroquias.
Los campos se mezclan entre la marca
de cerco y la nueva carretera.
La historia se olvida a de sí misma.

En el garaje son educados.
“Lo sentimos, querida, nada de Galés”.
En la tienda me sopapean
con un duro “¿Qué?”
Vinieron por la belleza
pero no pudieron escucharla decir.

Gillian Clarke


glaciar

El glaciar de Groenlandia, millas de profundidad, ha perdido su agarre,
deslizarse nueve millas al año hacia el mar
en su propio agua derretida. Hace cuarenta años
el montón de escoria, aflojado por un resbalón
del arroyo de montaña hinchado por la lluvia, de repente
dio con un rugido, tomando una escuela primaria,
aplastar a los niños. El siglo de la basura
Quemó un agujero en el cielo sobre el poste.
Oh, ciencia, con tus trucos y química,
encadena el glaciar con el sol y el viento y la marea,
reconstruir las puertas de hielo, detener el derretimiento y el deslizamiento,
congelar los mares, mantener el flujo y el flujo
por frecuentar el oso polar y el zorro ártico.

Gillian Clarke


La musa de Ledbury

7.7.05

Un mirlo parte plaza bajando por Church Lane,
pastando basura en el Mercado. Una vez, otra
pasa rasando los adoquines del amanecer,
rápido, no percibe la falla fabulosa, su propia,
mítica pluma blanca. Musa de plazas y calles,
tan viejo como el pueblo, tosco cogote el pájaro,
hace quinientos años su voz la oyen
arrieros, juglares, itinerantes bardos.
Ahora calla. Esta mañana afónica de julio
antes de la noticia perdió la voz el mirlo.
Rumores, pasos, voces resuenan por doquier.
A nosotros nos toca mantener la calma y avisar.
Para gritar contra el terror es la poesía,
para aceptar la propia pluma blanca, nuestra humana folía.

Gillian Clarke


Nutria

Pequeño perro de agua. Casi la atrapan
—la superficie cerrándose encima
mientras los secos anillos del choque
rompen el agua en una luz de luna.

Dejó sus señas en la orilla
—la impronta de su garra
y el cráneo pelado de la rana
justo después de la masacre.

Rana acechada, desmembrada,
hasta que el cráneo fue una luna,
pulcra como cuchara de plata,
pero más fría, más blanca.

Padre e hija
oyeron a la rana chillar “Broga. Broga.”
Luego “Dŵr, Dŵr", dijo el agua
y se tragó a la nutria.

Gillian Clarke



Traducción

después de traducir del galés, en especial, una novela de Kate Roberts

Tu mano en la mano de ella —nunca has estado
tan cerca de una mujer desde que la belleza de tu madre
en la puerta de la escuela te quitó el aliento,
desde que tu mejor amiga y vos se tomaron las manos pegajosas y calientes,
desde que vos, colegiala huésped en la casa de un minero,
dos arriba y dos abajo, demasiado pequeña para habitaciones
o camas de huéspedes, compartidas con dos hermanas,
riendo en la oscuridad, corazones calientes por charlas sobre chicos.

Extiendes el texto. Ella te alcanza una fruta.
La  rompes, comes, sabes exactamente cómo
sostener su peso de terciopelo, cómo morder, saborear
hasta el último trozo dorado. Pero estás perdida por las palabras,
no puedes pensar en eirin en inglés — está en la punta de  —
Pero el gato te comió la lengua, lamiendo jugo de durazno
de tu mano con su áspera langue de chat,
tafod cath, la aspereza de la pérdida.

Gillian Clarke














No hay comentarios: