Nuestros cuerpos como ruinas 

Trajiste la soledad de San Francisco a Wuhan.
Pasadas las 3 a.m. una tenue luz se derrama bajo tu puerta.

Sin poder dormir entre tus libros,
te recuestas sobre tu computadora como si la custodiaras.

Has atravesado el océano para visitarme:
mi camino se hace más angosto.

Visitamos la ciudad en la que vivimos durante treinta años
y la encontramos apenas reconocible —como si sólo hubiésemos pasado aquí una corta temporada.

Una carretera moderna nos lleva a nuestras antiguas casas—
Nacimos en este país, es aquí donde debemos morir.

Para alejar la vejez, ¿qué cosas podemos evocar de la juventud:
qué tiempos pasionales, amantes pasados que nuestros cuerpos aún recuerdan?

El milagroso amor joven y los misterios que nuestros
cuerpos conocían — ahora parecemos residir en un lugar extranjero.

Todo se cae a pedazos, nuestros cuerpos se vuelven ruinas, las llamas
se apagan. Tú estás de pie entre los muros caídos de nuestro lugar natal

en luto. Se ha vuelto casi tan extranjero como la juventud.
Tú vuelve a San Francisco. Yo me quedaré aquí, custodiando los restos.

Liu Zongxuan

No hay comentarios: