Para ser un buen comunista
(1939) 

Camaradas:
Quisiera hablaros de la educación de los miembros del Partido Comunista mediante sus propios esfuerzos. El tratar ahora esta cuestión será útil para la edificación y consolidación del Partido. 

1.
¿Por qué es necesario que los comunistas emprendan su educación?
  

¿Por qué los comunistas deben emprender su propia educación?

Para vivir, el hombre debe luchar contra la naturaleza y explotarla a fin de producir bienes materiales. La producción material es siempre una producción social, sean cualesquiera sus condiciones. Se sigue de ahí que, al comprometerse en la producción en un estadio cualquiera del desarrollo social, los hombres deben entrar en tales o cuales relaciones mutuas de producción. En su lucha continua contra la naturaleza, no dejan de transformarla y, al mismo tiempo, de transformarse así mismos y de transformar las relaciones que existen entre ellos. Los hombres mismos, sus relaciones sociales, sus formas de organización social y su conciencia se transforman y progresan sin cesar, en el curso de la larga lucha contra la naturaleza que ellos llevan a cabo en cuanto seres sociales. En los tiempos antiguos, el modo de vida de los hombres, sus formas de organización social y su conciencia eran diferentes de lo que son hoy, y en el futuro serán también diferentes. 

La humanidad, la sociedad humana siguen un proceso de desarrollo histórico. Cuando la sociedad humana alcanzó un estadio histórico determinado, aparecieron las clases y la lucha de clases. En una sociedad de clases, todo hombre existe en cuanto miembro de una clase dada y vive en las condiciones dadas de la lucha de clases. La existencia social delos hombres determina su conciencia. En una sociedad de clases, la ideología de los miembros de las diferentes clases refleja las posiciones y los intereses de éstas. La lucha es continua entre estas clases con posiciones diferentes, con intereses diferentes y con ideologías diferentes. Así, no es sólo en la lucha contra la naturaleza, sino que es también en la lucha entre las clases sociales, donde los hombres transforman la naturaleza, transforman la sociedad y al mismo tiempo se transforman a sí mismos. Marx y Engels decían:

“Tanto para engendrar en masa esta conciencia comunista como para llevar adelante la cosa misma, es necesaria una transformación en masa de los hombres, que sólo podrá conseguirse mediante un movimiento práctico, mediante una revolución; y, por consiguiente, la revolución no sólo es necesaria porque la clase dominante no puede ser derrocada de otro modo, sino también porque únicamente por medio de una revolución logrará la clase que derriba salir del cieno en que está hundida y volverse capaz de fundar la sociedad sobre nuevas bases.” [1]

Esto significa que el proletariado debe comprometerse conscientemente a largas luchas sociales revolucionarias y que, en el curso de esas luchas, debe transformar la sociedad y transformarse a sí mismo.

Debemos, pues, considerar que es necesario y posible el transformarnos. No deberíamos considerarnos inmutables, perfectos y sacrosantos, ni pensar que no tenemos necesidad y que no somos capaces de transformarnos. Asignarse la tarea de transformarse en el curso de la lucha social no tiene nada de degradante; las leyes objetivas del desarrollo social lo exigen. Si no lo hacemos, no podremos progresar ni transformar la sociedad.

Nosotros, comunistas, somos los revolucionarios más avanzados de la historia moderna; somos nosotros, hoy día, los que asumimos la tarea de transformar la sociedad y el mundo, y los que somos la fuerza motriz de esta transformación. Al combatir sin descanso a los contrarrevolucionarios y a los reformistas, los comunistas transforman la sociedad y el mundo, y, al mismo tiempo, se transforman a sí mismos.

Cuando decimos que los comunistas deben transformarse a sí mismos al combatir a los contrarrevolucionarios y a los reformistas en todos los terrenos, entendemos por eso que en el curso de este combate deben realizar progresos personales y elevar sus cualidades y capacidades de revolucionarios. Un revolucionario sin experiencia debe pasar por un largo proceso para su formación y su educación revolucionarias, antes de convertirse en un revolucionario maduro y acabado, capaz de captar y de aplicar con maestría las leyes de la revolución. Pues, en primer lugar, un revolucionario inexperto, que ha nacido y se ha criado en la sociedad antigua, ha conservado, de un modo totalmente natural, de aquella sociedad vestigios ideológicos diversos(prejuicios, costumbres y tradiciones) y, en segundo lugar, no ha pasado por un largo período de práctica revolucionaria; por tanto, no le ha sido posible tener ya un conocimiento verdaderamente profundo del enemigo, de nosotros mismos o de las leyes que rigen el desarrollo social y la lucha revolucionaria. Para poner fin a esta situación, deberá, al mismo tiempo que estudia la experiencia revolucionaria del pasado(la práctica de nuestros predecesores), participar él mismo en la práctica revolucionaria de su tiempo; y en esta práctica revolucionaria, en la lucha centra los diferentes elementos contrarrevolucionarios y reformistas, será necesario que desarrolle su actividad consciente y que redoble los esfuerzos en el estudio y en la propia educación. Sólo así podrá adquirir gradualmente una comprensión y un conocimiento más profundos de las leyes del desarrollo social y de las leyes de la lucha revolucionaria, conocer verdaderamente a fondo al enemigo y a nosotros mismos, descubrir y corregir sus ideas erróneas, sus malas costumbres y sus prejuicios, y mediante eso elevar el nivel de su conciencia política, cultivar sus cualidades revolucionarias y mejorar sus métodos revolucionarios.

Un ejemplo. Diversos miembros del Partido toman parte en una lucha revolucionaria de masa y se encuentran comprometidos en la práctica revolucionaria, en unas circunstancias y condiciones más o menos idénticas. Esta lucha común puede ejercer sobre ellos un influjo completamente diferente. Unos harán progresos muy rápidos y ciertos, y los que iban a remolque, conseguirán incluso ponerse en cabeza. Otros avanzarán muy lentamente. Habrá incluso quienes comiencen a flojear en la lucha y, en lugar de ser empujados hacia adelante por la práctica revolucionaria, se quedarán atrás. ¿Por qué esto?

Otro ejemplo. Muchos miembros de nuestro Partido han hecho la Larga Marcha; fue una dura prueba, en el curso de la cual la inmensa mayoría de ellos ha realizado notables progresos. Sin embargo, la Larga Marcha ha tenido sobre ciertos miembros del Partido un efecto completamente diferente: tuvieron miedo ante una lucha tan áspera y algunos incluso intentaron esquivarla o huir de ella; y más tarde, sucumbiendo a las tentaciones del exterior, desertaron efectivamente de las filas de la revolución. Muchos miembros del Partido han tomado parte en la Larga Marcha y, sin embargo, ¡qué diferencias hubo para ellos en sus efectos y en sus consecuencias! Una vez más, ¿por qué ocurre esto?.

En el fondo, estos fenómenos reflejan en las filas de la revolución las luchas de clases de la sociedad. Las diferencias en el origen social de los miembros de nuestro Partido, la diversidad de los influjos que han experimentado en la sociedad, hacen que no todos tengan las mismas cualidades. Difieren en la actitud, en la posición y en la comprensión con respecto a la práctica revolucionaria, y el desarrollo de ellos en el curso de esa práctica toma direcciones diferentes. Esto se advierte claramente en vuestro mismo Instituto. Recibís todos aquí la misma enseñanza y la misma formación; sin embargo, como hay diferencias entre unos y otros por vuestras cualidades y vuestra experiencia, por la intensidad de vuestros esfuerzos personales y por vuestra voluntad de educaros, podéis obtener resultados diferentes, incluso opuestos. Por tanto, para que un revolucionario se transforme él mismo y eleve su propio nivel, es esencial, es absolutamente indispensable, que aporte un esfuerzo personal, que se eduque en el curso de la lucha revolucionaria.

Para llegar a ser un buen revolucionario, políticamente maduro, completamente comunista, sea que participe en la revolución desde hace poco o que se consagre a ella desde hace años, debe pasar por la prueba de un largo periodo de lucha revolucionaria; debe aguerrirse en la lucha revolucionaria de masas yen medio de toda clase de dificultades y deprivaciones; debe hacer el balance de las experiencias adquiridas en la práctica, redoblar los esfuerzos en su educación, elevar su nivel ideológico y adquirir una competencia más grande, y no debe dejar embotarse su sentido de lo nuevo. Solamente así se convertirá en un revolucionario políticamente inquebrantable, con unas cualidades morales elevadas. 

Confucio decía:

“Cuando tenía quince años, me dedicaba al estudio. A los treinta, llegaba a la seguridad. A los cuarenta, había vencido la duda. A los cincuenta, reconocía la voluntad del Cielo. A los sesenta, nada de lo que escuchaba podía turbarme. A los setenta, podía ajustarme a los deseos de mi corazón sin transgredir lo que es justo.” [2]

Este pensador de la época feudal refiere aquí el proceso de su propia educación; él no se consideraba como un “sabio” de nacimiento.

Otro pensador de la época feudal, Mencius, decía que nadie había realizado una “gran misión” ni había desempeñado un papel en la historia sin pasar primero por un periodo de duras pruebas. Pasar por un período así supone “probar su alma mediante el sufrimiento, romper sus músculos y sus huesos con la fatiga, torturar su cuerpo con el hambre, ser reducido a la miseria, ver destrozadas sus empresas, y mediante todo eso tener su espíritu aguijoneado, su carácter templado y sus capacidades acrecentadas”. [3]

Puesto que los comunistas tienen que asumir la “gran misión” de transformar el mundo, misión sin igual en la historia, es necesario que estén tanto más atentos a formarse y a educarse a sí mismos en el curso de la lucha revolucionaria.  Es indispensable a los revolucionarios proletarios que hagan su propia educación comunista. Esta educación no debe nunca separarse de la práctica revolucionaria o del movimiento revolucionario efectivo de las grandes masas trabajadoras, en particular de las masas proletarias.

El camarada Mao Tse-tung ha dicho:

“Descubrir la verdad a través de la práctica y, nuevamente a través de la práctica, comprobarla y desarrollarla. Partir del conocimiento sensorial y desarrollarlo activamente convirtiéndolo en conocimiento racional; luego, partir del conocimiento racional y guiar activamente la práctica revolucionaria para transformar el mundo subjetivo y el mundo objetivo. Practicar, conocer, practicar otra vez y conocer de nuevo. Esta forma se repite en infinitos ciclos, y, con cada ciclo, el contenido de la práctica y del conocimiento se eleva a un nivel más alto. Esta es en su conjunto la teoría materialista dialéctica del conocimiento, y ésta es la teoría materialista dialéctica de la unidad entre el saber y el hacer.” [4]

Los miembros de nuestro Partido deben aguerrirse y reforzar su propia educación en la práctica revolucionaria no sólo cuando ésta es ardua, difícil, sin éxito, sino también cuando es fácil, coronada por el éxito, victoriosa. Ciertos miembros del Partido se dejan embriagar por los éxitos y las victorias, la cabeza les da vuelta, se convierten en insolentes, arrogantes, burocráticos, e incluso se tambalean, se dejan corromper y degeneran, habiendo perdido por completo su espíritu revolucionario. Casos individuales de este género no son raros entre los miembros de nuestro Partido. Un fenómeno así en el seno del Partido debe ser para nuestros miembros un serio objeto de preocupación.

Antiguamente, antes de la entrada en escena de los revolucionarios proletarios, casi todos los revolucionarios se dejaban corromper y degeneraban, desde que habían conseguido la victoria y habían visto triunfar su empresa. Perdían el espíritu revolucionario que les animaba y se convertían en obstáculos al desarrollo ulterior de la revolución. Sabemos que en China, en el curso de los cien últimos años, o, para coger una época más reciente, en el curso de los cincuenta últimos años, muchos revolucionarios burgueses o pequeños burgueses se han dejado corromper y han degenerado desde que habían conseguido algún éxito y habían llegado al poder. Esto estaba determinado por la base de clase de estos revolucionarios y por la naturaleza de las revoluciones de antaño. Antes de la Gran Revolución socialista de Octubre en Rusia, todas las revoluciones en el mundo terminaban invariablemente por la sustitución de la dominación de una clase explotadora por otra. Así, los revolucionarios de antaño, en cuanto se convertían en la clase dominante, perdían su espíritu revolucionario y se volvían contra las masas explotadas para oprimirlas. Esto era una ley inexorable.

Pero no puede ser nunca de ese modo para la revolución proletaria, para el Partido comunista. La revolución proletaria apunta a la abolición de toda explotación, de toda opresión y de todas las clases. El proletariado, que representa el Partido comunista, es explotado pero no explota a nadie; está, pues, en condiciones de conducir la revolución hasta el final, suprimir definitivamente toda explotación en la sociedad humana y desterrar de ella todo lo que es corrupción y degeneración. Es capaz de fundar un partido provisto de una organización y de una disciplina rigurosas, instaurar un aparato de Estado a la vez centralizado y democrático; mediante este partido y mediante este aparato de Estado, es capaz, ala cabeza de grandes masas populares, de llevar a cabo una lucha intransigente contra toda forma de corrupción y de degeneración, depurar sin cesar el Partido y el aparato de Estado de todos los elementos que se hubieran corrompido y que hubieran degenerado (por muy elevado que fuere el puesto que ocupan), a fin de preservar su integridad. Este rasgo característico de la revolución proletaria y del partido revolucionario proletario no existía ni podía existir en ninguna revolución, en ningún partido revolucionario del pasado. Los miembros de nuestro Partido deben comprender claramente este rasgo, yen particular cuando la revolución triunfa y cuando gozan de la confianza y del apoyo crecientes de las masas, es cuando deben aguzar su vigilancia, intensificar su educación ideológica proletaria y guardar siempre intactas en ellos las cualidades revolucionarias del proletariado, sin caer en los senderos de los revolucionarios del pasado, que degeneraban en el momento del éxito.

La formación y la educación propia por medio dela práctica revolucionaria y de la ideología proletaria son importantes para cada comunista, sobre todo después de la toma de poder. Nuestro Partido no ha caído del cielo, ha nacido en la sociedad china. Cada miembro del Partido proviene de esta sociedad, vive todavía en ella, permanece en contacto permanente con todo lo que hay en ella de sórdido. No es, pues, extraño que los comunistas, sean de origen proletario o no proletario, veterano o nuevo, hayan conservado más o menos en ellos las ideas y las costumbres de la antigua sociedad. Para conservar intactas nuestras virtudes de combatientes de vanguardia del proletariado, lo mismo que para elevar nuestras cualidades revolucionarias y nuestra capacidad de trabajo, es necesario que cada miembro del Partido redoble sus esfuerzos para formarse y educarse en todos los aspectos.

Tales son las razones por las que los comunistas deben emprender su educación. Voy a hablar ahora de los criterios que la rigen.

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[ 1] C. Marx y F. Engels: La ideología alemana, pág. 82, Barcelona, Grijalbo.

[ 2] Título del capítulo “Wei Tchengs” en Conversaciones de Confucio. Confucio (551-479 3. J. C.) fue el fundador dela escuela que lleva su nombre. (Nota del autor.)

[ 3]Sacado de Mencius, libro VI, “Kaotse”, parte II. Mencius (390-305 a. J. C.) fue el principal continuador delaescuela de Confucio. (Nota del autor.)

[ 4]  Mao Tse-tung: “Sobre la práctica”, Obras escogidas, t. I, pág. 331, Madrid, Fundamentos. 

Liu Shaoqi



Para ser un buen comunista
(1939)
 
3.
La autoeducación de los comunistas y la práctica revolucionaria de las masas
 
Para llegar a ser los más fieles y los mejores discípulos de los fundadores del marxismo-leninismo, debemos realizar nuestra educación bajo todos los aspectos en el curso de la grande y larga lucha revolucionaria del proletariado y de las masas. Es decir, necesitamos estudiar la teoría marxista leninista; aprender a examinar y a resolver los problemas, colocándonos en la posición y en el punto de vista del marxismo-leninismo y sirviéndonos de su método; asimilarnos la estrategia y la táctica revolucionarias del proletariado; penetrarnos de la ideología y de la moral proletarias; defender sin cesar la unidad del Partido, practicar la crítica y la autocrítica, y observar la disciplina del Partido; desarrollar un estilo de trabajo compuesto de labor dura y de áspera lucha; reforzar nuestros lazos con las masas; adquirir conocimientos en las diversas ramas de la ciencia, etcétera. Todos somos miembros del Partido Comunista y todos debemos, por consiguiente, sin excepción, realizar nuestra educación bajo los aspectos arriba indicados. Pero como los miembros de nuestro Partido difieren los unos de los otros por su grado de conciencia política, por su experiencia en la lucha, por las funciones que ocupan, por el nivel de su cultura y por las condiciones en las que realizan su trabajo, existen naturalmente algunas diferencias entre ellos en lo que concierne a los aspectos de su educación, a los que deben prestar una atención especial o consagrar esfuerzos particulares. 

Cuando, en la antigüedad, Tsengtse decía: “Me examino cada día en tres cosas”[10], insistía en el examen de conciencia. El libro de las odas [11 ], en estos versos célebres: “Como se trabaja con el buril el marfil, se pule la piedra y se talla el jade”, hace alusión a la necesidad de la mutua ayuda y critica entre amigos. Todo esto muestra que, para hacer progresos, hay que desplegar grandes esfuerzos en la educación de sí mismo y concederle a eso una gran importancia. Sin embargo, lo que los antiguos denominaban educación de sí mismo era, en la mayoría de los casos, una cosa idealista, formal, abstracta, sin lazos con la práctica social. Exageraban el papel de lo subjetivo, se imaginaban que su “buena voluntad” abstracta bastaría para hacerlos capaces de transformar el estado de cosas existente, para transformar la sociedad y transformarse a sí mismos. Esto es evidentemente absurdo. No debemos educarnos de esa manera. Somos materialistas revolucionarios, y la educación que nos damos a nosotros mismos no puede estar desprendida de la práctica revolucionaria de las masas.

Lo esencial para nosotros es no aislarnos jamás de las luchas revolucionarias llevadas a cabo continuamente por las masas populares, sino asociarnos a ellas para estudiar, resumir y aplicar las experiencias revolucionarias del pasado. Esto significa que debemos hacer nuestra educación y formarnos en el curso de la práctica revolucionaria misma, y hacerlo con el único fin de servir al pueblo, de contribuir por nuestra parte a la práctica revolucionaria. Significa también que debemos con toda modestia aprender a adquirir la postura, el punto de vista y el método del marxismo-leninismo, las nobles cualidades proletarias de sus fundadores, y que debemos aplicar todo esto a nuestra propia práctica, a nuestra vida cotidiana, a nuestras palabras, a nuestros actos y a nuestro trabajo, corrigiendo o eliminando sin cesar todo lo que, en nuestra ideología, se oponga a ello, y reforzando así nuestra ideología y nuestras cualidades proletarias, comunistas. Significa, finalmente, que debemos prestar un oído atento a los consejos y a las críticas de nuestros camaradas y de las masas, estudiar minuciosamente los problemas prácticos que se plantean en la vida y en el trabajo, recapitular con cuidado las experiencias y las lecciones recogidas en el curso de nuestro trabajo y, a la luz de todo esto, verificar si hemos comprendido bien el marxismo-leninismo y si hemos aplicado correctamente su método, descubrir, para corregirlas enseguida, nuestras insuficiencias y nuestros errores, y mejorar nuestro trabajo. Por otra parte, necesitamos, partiendo de experiencias nuevas, examinar si no hay alguna conclusión o aspecto del marxismo-leninismo que se pueda completar, enriquecer y desarrollar. En una palabra, debemos unir la verdad universal del marxismo-leninismo con la práctica concreta de la revolución.

Tal debe ser el método de los comunistas para realizar su educación. Este método marxista-leninista de educación de sí mismo no tiene nada en común con los métodos idealistas, separados de la práctica revolucionaria de las masas.

Para aplicar con consecuencia este método marxista-leninista de educación de uno mismo, debemos combatir resueltamente y eliminar por completo uno de los mayores males que nos ha legado la antigua sociedad en el terreno de la educación y de los estudios: el divorcio entre la teoría y la práctica. En la antigua sociedad mucha gente, al instruirse, pensaban que no era necesario ni incluso posible el actuar de acuerdo con lo que aprendían y, al mismo tiempo que predicaban la justicia y la virtud en sus escritos y en sus discursos, eran en el fondo unos bribones empedernidos. Los reaccionarios del Kuomintang leían y releían los Tres principios del pueblo[12 ] y , recitaban el Testamento de Sun Yat-sen [13], pero, de hecho, aplastaban al pueblo con impuestos, se entregaban a la corrupción y a las matanzas, oprimían a las masas, se mostraban hostiles a las “naciones del mundo que nos tratan en pie de igualdad”, corrían precisamente a entenderse con el enemigo de la nación, es decir, a entregarse a él. Un viejo sieutsai [14 ]me dijo un día que de todos los preceptos de Confucio él sólo podía aplicar uno solo: “El arroz no será nunca demasiado puro, la carne no estará nunca cortada demasiado fina” [15]. En cuanto a los otros, él no podía observarlos y, por otra parte, tampoco tuvo nunca la intención de hacerlo. Si esto era así, ¿con qué fin querían todavía mantener escuelas y estudiar las “enseñanzas de los sabios”? Para conseguir honores y enriquecerse. Se trataba de hacer uso de las “enseñanzas de los sabios” para oprimir a los explotados y de hacer profesión de justicia y de virtud para engañar al pueblo. Ese fue la actitud de las clases explotadoras de la antigua sociedad hacia los sabios que esas clases “reverenciaban”. Es inútil decir que nosotros, comunistas, nunca debemos adoptar una actitud parecida cuando estudiamos el marxismo-leninismo y lo que hay de mejor en la herencia histórica de nuestro país. Lo que nosotros aprendemos, debemos ponerlo en práctica. Nosotros, revolucionarios proletarios con intenciones honestas y puras, no queremos ni engañarnos a nosotros mismos ni engañar al pueblo ni traicionar a nuestros antepasados. Este es un rasgo característico y uno de los grandes méritos de los comunistas.

Este mal de la antigua sociedad, ¿es posible que no tenga influencia alguna en nosotros? No, eso no es posible. Ciertamente, entre vosotros no hay nadie que estudie el marxismo-leninismo para llegar a funciones elevadas, para hacer fortuna o para oprimir a los explotados. ¿Pero se puede afirmar que nadie de vosotros tiene nunca la idea de que sus pensamientos, sus palabras, sus actos y su vida no tienen necesariamente que ser guiadas por los principios del marxismo-leninismo o que no es necesario aplicar todos los principios que se aprende? ¿Nadie de vosotros piensa nunca que, si estudia el marxismo-leninismo, si hace estudios teóricos más avanzados, es para conseguir un éxito personal, para sacar de ahí vanidad o para convertirse en una celebridad? No puede asegurar que no existe nadie entre vosotros que tenga estas ideas. Esta manera de pensar no es conforme al marxismo-leninismo, va contra su principio fundamental: la unión de la teoría y de la práctica. Ciertamente, debemos estudiar la teoría, pero también aplicar lo que hemos aprendido; y es para aplicarla, es para el Partido, para el pueblo y para la victoria de la revolución, para lo que estudiamos.

El camarada Mao Tse-tung ha dicho:

“La gran fuerza del marxismo-leninismo está precisamente en su vinculación con la práctica revolucionaria concreta de cada país. Para el Partido Comunista de China, eso supone aprender a aplicar la teoría del marchina. Si los comunistas chinos, que son parte de la gran nación china, carne de su carne y sangre de su sangre, hablasen del marxismo separándolo de las características de China, su marxismo no pasaría de ser abstracto y vacío. Por ello, el problema que todo el Partido hade comprender y resolver con urgencia es cómo aplicar el marxismo concretamente en China, de modo que todas sus manifestaciones tengan un carácter inequívocamente chino, es decir, aplicar el marxismo a la luz de las características de nuestro país. Debe eliminarse el estilo de cliché extranjero [16,] debe haber menos cantinelas abstractas y vacías, y debe mandarse a descansar al dogmatismo, dando paso al estilo y espíritu chinos llenos de vida y lozanía, que gustan a la gente sencilla de nuestro país.” [17]

En su estudio del marxismo-leninismo, nuestros camaradas deben seguir el método indicado por el camarada Mao Tse-tung.
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[10] Sacado del capítulo “Hsiué eul”, en las Conversaciones de Confucio. Tsengtse (505-435 a. J. C.) fue un discípulo de Confucio. (Nota del autor.)

[11] Colección de 305 poemas chinos, la más antigua en su género, que se remonta a la época Tchuentsieu. (Nota del autor.)

[12] Se trata de los principios y de los programas enunciados por Sun Yat-sen, referentes al nacionalismo, la democracia y el bienestar del pueblo en la revolución democrática burguesa en China. En 1924, en el “Manifiesto del primer congreso nacional del Kuomintang”, Sun Yat-sen formuló de nuevo sus Tres principios del pueblo; allí interpretaba el nacionalismo como oposición al imperialismo, la igualdad entre las diferentes nacionalidades del país y la alianza, en vista de la lucha común, con las naciones del mundo que nos tratan en pie de igualdad, y se declara por un apoyo activo a los movimientos obreros y campesinos. Los antiguos Tres principios del pueblo fe convirtieren así en los nuevos Tres principios del pueblo, que incluían estas tres tesis políticas fundamentales: la alianza con Rusia, la alianza con el Partido comunista y el apoyo a los campesinos y a los obreros. (Nota del autor.)

[13] Testamento hecho por Sun Yat-sen en marzo de 1925 poco antes de su muerte. En su testamento, Sun Yat-sen exigía la aplicación consecuente del “Manifiesto del primer congreso nacional del Kuomintang”. (Nota del autor.)

[14] A partir de la dinastía de los Tang, los exámenes imperiales de la China feudal fueron organizados en tres niveles: nacional, provincial y de distrito (o tcheu). El que aprobaba los exámenes de distrito se llamaba sieutsai. (Nota del autor.)

[15]  Sacado del capítulo “Hsiang tang” de las Conversaciones de Confucio. (Nota del autor.) 

[16] El estilo estereotipado o estilo de la "composición en ocho partes" era una forma particular de composición exigida en los exámenes imperiales en la China feudal desde el siglo XV al XIX. Este tipo de escrito, vacío de todo contenido, no hada otra cosa que jugar con las palabras y buscaba únicamente la forma. Cada una de sus partes estaba sujeta a reglas inmutables, e incluso a un número de caracteres determinado, y para componerlo no se tenía que hacer otra cosa más que adaptarse mecánicamente a las fórmulas requeridas para un asunto determinado. El estilo estereotipado extranjero designa los escritos difundidos por los intelectuales superficiales de la burguesía y de la pequeña burguesía después del Movimiento del 4 de mayo de 1919; igualmente desprovistos de sentido y hechos de clichés y de lugares comunes, estos escritos estuvieron en curso largo tiempo en las filas de la cultura revolucionaria. (Nota del autor.)

[17] Mao Tse-tung: “El papel del Partido Comunista en la guerra nacional”, Obras escogidas, t. II, pág. 216, Madrid, Fundamentos.

Liu Shaoqi





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