"Al principio de Facebook, sus responsables tenían una visión muy extrema de cómo el mundo se volvía mejor cuanta más gente se conectaba y cómo las personas eran mejores cuanto más compartían. Han abandonado esa visión gradualmente y le han dado al usuario cada vez más herramientas para controlar su privacidad. ¿Por qué? Porque no necesitan que seas público en su plataforma para seguir haciendo negocio con tus datos.
No creo que una regulación más estricta vaya a ser un problema grave para Facebook. Quizás afecte a su modelo actual de negocio, pero encontrarán la manera de seguir haciendo dinero. Las compañías petrolíferas están reguladas y eso no evita que hagan lo que hacen con el medioambiente. No creo que la regulación esté, siempre y por definición, del lado de la víctima. Puedes tener una regulación que oficialice el abuso de poder y las relaciones desiguales.
Además, hay una idea que todo el mundo acepta y que no está justificada: la acumulación de datos va a durar siempre. Es un error pensarlo: los datos per se cada vez tienen menos valor. Lo que importa es la lectura que se hace de los mismos, y Google, Facebook o Amazon ya tienen lo que necesitan. Con los datos que ya han acumulado, pueden construir inteligencias artificiales que generen nuevos servicios y un nuevo modelo que siga siendo rentable para ellos."

Evgeny Morozov


"Corea del Norte a un lado, los gobiernos más autoritarios han aceptado ya el crecimiento de la cultura de Internet como algo inevitable, no tienen más remedio que encontrar la manera de darle forma de acuerdo con sus propias narrativas - o arriesgarse a que sus narrativas sean diseñadas por otros."

Evgeny Morozov


"Es peligroso ver internet como una solución a los problemas del mundo."

Evgeny Morozov



"Estamos en una era en que los datos son algo en torno a lo que emergen nuevos modelos de negocio y nuevas formas de explotación."

Evgeny Morozov


"Google y Facebook explotan los datos que generamos para hacer dinero con ellos; lo cual tiene muchas otras consecuencias, como el modo en que esto facilita la vigilancia. Para mí, básicamente, Google quiere ser el nuevo Estado del bienestar y el nuevo partido político. Quieren reunir tantos datos como puedan. Y, proactivamente, luchan contra las enfermedades; proactivamente, quieren que estés más sano; proactivamente, quieren que aprendas cosas que no habrías aprendido de ningún otro modo; generan tiempo libre para ti y solo tendrás acceso a él si usas su sistema. En ese sentido, se convierten en el vehículo a través del cual se genera un tipo de movilidad social o de avance. Mi miedo es que ya no haya marcha atrás. Ellos poseen la infraestructura, tienen los datos. Y si se quiere poner en marcha un servicio alternativo, será complicado."

Evgeny Morozov



Me gustaría empezar con la mala noticia: hemos perdido el norte. Cuando hablo en plural, me refiero a todos los que desde lo intelectual, espiritual o profesional nos sentimos unidos a la socialdemocracia o al socialismo. No logramos comprender integralmente las dinámicas de la economía digital ni las del propio capitalismo (y el papel que deben jugar la socialdemocracia y el socialismo para oponerse a él o actuar como contrapeso).

Por lo que se refiere precisamente a las grandes empresas tecnológicas de Silicon Valley, con demasiada facilidad obtenemos hoy una impresión distorsionada sobre las prioridades y los valores que deben marcar el proyecto de la socialdemocracia o el socialismo. Es cierto que tradicionalmente estos dos movimientos se preocupan por cuestiones de poder, Estado de derecho y legalidad, pero esos puntos nunca estuvieron como eje principal dentro de su agenda. Sus motores siempre han sido, más bien, la igualdad, la justicia social y, aunque parezca contraintuitivo, la innovación institucional.

Si la socialdemocracia pudo alcanzar tantos logros, fue precisamente porque creó nuevas formas y prácticas institucionales. Entre ellas se cuentan el Estado social y el principio de cogestión, pero también instituciones que están asentadas en algún lugar entre el sistema social y el capitalismo. Veamos el caso de la biblioteca. Esta institución opera con un ethos y una racionalidad totalmente distintos de los del mercado. No buscamos promover la competencia entre 50 bibliotecas diferentes para optimizar el resultado, sino que consideramos a la institución como un bien público, que requiere una infraestructura y un financiamiento adecuado; y utilizamos esa entidad pública para transmitir valores que son importantes para nosotros, como cooperación e igualdad: nuestro origen y nuestra pertenencia de clase no deben impedir que accedamos a determinados recursos.

Pero es justamente aquí donde la socialdemocracia y el socialismo debilitan su principal argumento: porque muchas de sus intervenciones –desde el Estado social hasta la cogestión, pasando por las bibliotecas– no iban solo dirigidas a fortalecer la igualdad y la solidaridad; lo que mostraban, sobre todo, era cómo puede funcionar una sociedad con mayor eficiencia y efectividad. Promovían así innovaciones sociales y económicas. El Estado social, por ejemplo, es también la forma más eficiente y efectiva de estructurar las relaciones sociales, porque permite que la gente aproveche a pleno los recursos disponibles y contribuya a decidir cómo se organiza la sociedad.

Sin embargo, esta larga historia de innovaciones sociales cayó casi en el olvido en las últimas décadas, ya que la socialdemocracia se mantuvo ocupada sobre todo en resguardar las instituciones contra los ataques neoliberales. Aunque estas luchas defensivas eran necesarias, tuvieron un efecto nocivo: debilitaron la capacidad de los socialdemócratas y socialistas para reflexionar acerca del cambio tecnológico y desarrollar innovaciones institucionales, capaces de conducir las fuerzas por caminos más igualitarios, pero también más eficientes y efectivos, tal como se logró hacer antes con otras dinámicas económicas.

El objetivo final del neoliberalismo

¿Qué significa esto aquí y ahora? Nuestra capacidad de realizar innovaciones sociales se ve enfrentada a una serie de limitaciones, que socavan las condiciones bajo las cuales es posible mantener con vida el proyecto socialdemócrata. Y esas limitaciones provienen de varios frentes: de la velocidad y las estructuras del capitalismo global, pero también de la presencia de tanto capital muerto que después de la crisis financiera deambula buscando alguna oportunidad de inversión que le garantice al menos una rentabilidad de entre 6% y 7%. No nos referimos únicamente a los codiciosos flujos especulativos que saquean a diferentes empresas e instituciones, sino también con frecuencia a los fondos de pensiones que fueron creados por gobiernos socialdemócratas. Léase: esos fondos que hoy invierten en Facebook, Google o Amazon son los mismos que garantizaban la jubilación de muchos europeos. Y mientras no hallemos una salida sencilla para escapar de la debacle en que se encuentra la economía mundial desde hace diez años, tampoco cambiarán con rapidez las condiciones estructurales. Mucha gente solo podrá seguir obteniendo las ganancias esperadas a través de start-ups tecnológicas y empresas de plataforma. Por lo tanto, nuestros análisis siempre deben tener en cuenta la existencia de ese capital muerto en busca de inversiones por un valor cercano a los 200.000 millones de dólares.

Esto significa que no deberíamos rechazar tan alegremente la idea de crear un fondo de inversiones para empresas tecnológicas de Europa como si fuera una medida draconiana. Porque si no nos enfrentamos a esta realidad, todas nuestras empresas y start-ups correrían el riesgo de ser adquiridas por capitales de China, los países del Golfo, Japón o Estados Unidos. En los últimos años ya hemos podido observar un desarrollo en tal sentido.

Con esto no quiero defender un nacionalismo económico ni sostener que deberíamos controlar ciertas industrias porque son alemanas o francesas. Pero para lograr innovaciones institucionales avanzadas, es necesario que podamos determinar la dirección en que habrá de desarrollarse nuestra infraestructura digital; y lamentablemente esa infraestructura se encuentra hasta hoy en gran medida en manos privadas. Es el caso de los datos, la inteligencia artificial y la robótica. Sin una sólida intervención estructural –aun cuando deje un resabio corporativista–, perderemos por completo el control de la situación.

Para conservar algún margen de acción, necesitamos entonces un gran abanico de intervenciones políticas. Esa es la condición para lograr innovaciones sociales y estructurales de carácter radical. De lo contrario, el proyecto neoliberal alcanzará su objetivo final. Porque en última instancia lo que busca el neoliberalismo es impedir cualquier forma de coordinación que no se base en el mercado. Uno puede coordinar lo que quiera en la familia, en la iglesia o en cualquier otra organización social que no esté basada en el mercado y el precio; pero apenas se apunta a un nivel más alto y se pone en riesgo la acumulación del capital, el neoliberalismo intenta quitarse a uno de encima.

La inteligencia artificial como bien público

El neoliberalismo impide que cualquier coordinación social basada en la solidaridad y la igualdad (y no en la lógica del mercado y la competencia) se amplíe y llene los espacios que hoy, por ejemplo, ocupan en nuestra sociedad las bibliotecas. Una alternativa neoliberal consistiría en ofrecer a la gente dispositivos lectores de libros electrónicos de 25 compañías digitales diferentes y cobrarle por palabra leída; cada suscriptor generado, en lugar de ir a una biblioteca financiada con impuestos, podría abonar una cuota anual y acceder así a la cantidad de libros que deseara. En resumen, el proyecto neoliberal busca que nuestro polifacético repertorio de intervenciones se limite a una sola: la competencia.

A medida que aumentamos la competencia, se nos hace necesario resolver un problema. No quiero decir que la competencia sea algo malo per se; pero a menudo se la presenta como el remedio estándar. Precisamente el debate en torno de las empresas tecnológicas muestra una fuerte marca neoliberal. Amazon, Facebook y Google, o al menos las start-ups, aparecen como solucionadores de problemas, mientras que otras fuerzas sociales (como sindicatos, cooperativas, comunidades o Estados nacionales) casi no son tenidas en cuenta. Tampoco se piensa demasiado en la infraestructura jurídica, política y tecnológica que permitiría a estos grupos realizar un trabajo conjunto para desarrollar proyectos de gran magnitud, tal como ocurrió en su momento con las instituciones del Estado social. Los neoliberales fueron exitosos a la hora de limitar nuestra fantasía y atarnos las manos.

Más importante aún es estudiar ahora el nuevo panorama digital y esbozar el aspecto que podrían tener las nuevas instituciones. ¿Dónde podemos cooperar, crear nuevos conocimientos y bienes públicos? Tomemos como ejemplo la inteligencia artificial. Actualmente, cinco compañías chinas y cinco estadounidenses destinan en cada caso unos 10.000 o 12.000 millones de dólares anuales para realizar investigaciones sobre inteligencia artificial. ¿No sería más sensato que, en lugar de diez firmas con una inversión total de 100.000 millones de dólares en este rubro, hubiera 100 de esas empresas con un desembolso de unos 2.000 millones cada una? Evidentemente esa es la pregunta errónea. La correcta apuntaría a saber qué parte de los gastos actuales representa un completo despilfarro. Sé que se trata de 90%. De lo anterior se desprende que la inteligencia artificial es un bien público casi en el sentido clásico. En un momento se la desarrolla, se pone la infraestructura a disposición de otros y se logra así una drástica reducción de los costos. Además, el aprovechamiento de los efectos de las redes tiende a mejorar la calidad. Sin embargo, hoy hay diez empresas que desarrollan idénticas capacidades para los algoritmos y el aprendizaje automático. Todas someten sus sistemas a un entrenamiento para que distingan entre fotos de gatos y fotos de perros; todas replican las mismas funciones.

En ningún otro caso se ve con tanta claridad el despilfarro capitalista como en la actual carrera por la inteligencia artificial, y la situación no mejora si se aumenta de 10 a 100 el número de empresas. Lo que se necesita, en cambio, es un mecanismo centralizado que conciba la inteligencia artificial como infraestructura, planifique adecuadamente su promoción y desarrollo, y facilite luego el acceso a diferentes actores bajo diversas condiciones. Las grandes empresas pagarían un canon más elevado que las pequeñas, mientras que las ONG y las start-ups podrían quedar totalmente exentas. Todo esto sería posible de inmediato si diéramos el gran paso hacia una institucionalización jurídica, política y financiera. Por este tipo de innovación social debería abogar el proyecto socialdemócrata y socialista.

Pero lamentablemente estamos tan ocupados con los pecados cotidianos de estas empresas –no pagan impuestos, ejercen sospechosas prácticas de lobby en Washington y Bruselas, vigilan a los activistas y a las voces críticas– que casi no nos dedicamos a reflexionar sobre las cuestiones abstractas más importantes ni a vincular nuestras intervenciones con los objetivos fundamentales de la socialdemocracia. Sea cual fuere el proyecto socialdemócrata o socialista que construyamos sobre las ruinas dejadas por los gigantes tecnológicos de Silicon Valley, hay una gran pregunta que se deberá resolver: quién tendrá la propiedad y el control de aquella infraestructura que luego podrá ser reconvertida para diferentes proyectos.

El Estado social se basa en la premisa esencial de que determinados servicios son tan trascendentes para el bienestar de la gente y la solidaridad social que requieren su desmercantilización: es el caso de la atención sanitaria, la educación, el transporte y algunos otros. No obstante, el capitalismo ha logrado penetrar en las esferas más íntimas de nuestra existencia, ha colonizado el mundo vital. Hubo esfuerzos sistemáticos para mercantilizar cada componente de nuestra vida cotidiana y cada interacción con otras personas o instituciones políticas. Debería haber habido un contragolpe hace largo tiempo. Las relaciones sociales digitalizadas deben desmercantilizarse, de manera tal que la infraestructura pueda ser utilizada para sostener vínculos solidarios e igualitarios, y propagar estos valores.

Los desafíos de la socialdemocracia

No es posible que la socialdemocracia y el socialismos sigan careciendo de una estrategia para reconquistar esta infraestructura. Al mismo tiempo, debemos ser muy realistas: se trata al menos de mantener la chance, porque la socialdemocracia todavía no está preparada para la reconquista propiamente dicha. Por el momento, a lo que se dedica es más que nada a la regulación; y es algo que hace bien. Toda la Comisión Europea se basa en la idea de que tenemos reglas y debemos cumplirlas. Pero este planteo no congenia con las innovaciones sociales. Por lo tanto, cada vez que un socialdemócrata o un socialista hable de regulaciones, el aplauso correspondiente debe ir acompañado de la siguiente pregunta: ¿qué harán, además, para afrontar el inmenso desafío político, económico y cultural de la globalización? ¿Qué infraestructura y qué agenda político-económica tienen en mente? Creo que no tienen ninguna. Y en parte eso se debe a que las numerosas posibilidades de regulación que les ofrece la Unión Europea se han convertido para ellos en un agradable y cómodo refugio.

No me malinterpreten. De ninguna manera estoy contra las regulaciones. Pero no son ellas las que nos darán una victoria como la obtenida por la socialdemocracia durante el siglo pasado, máxime porque ahora las relaciones de fuerza en materia política e intelectual distan de promover la solidaridad y la igualdad. Lo mismo ocurre con el modo en que funciona el actual sistema económico. Piensen en un Estado socialdemócrata como Noruega. Si sus fondos soberanos no hubieran puesto tanto dinero en muchas de esas empresas tecnológicas, el país estaría hoy inmerso en una profunda crisis. Y aunque algunas de las compañías mencionadas perdieron enormes sumas durante el presente año, en los cuatro o cinco anteriores pagaron las jubilaciones de unos cuantos noruegos.

Es un mito creer que el cumplimiento de una buena agenda de regulación tecnocrática basta para salir de este embrollo. Lo que hace falta es un proyecto político más ambicioso, que redefina por completo la socialdemocracia del siglo XXI. El encuentro con la digitalización le ofrece a la socialdemocracia una oportunidad salvadora, porque le permite ir más allá de la mera defensa de los logros alcanzados en el siglo XX.

Hay algo importante: si los socialdemócratas se deciden a desarticular las grandes compañías tecnológicas, deben saber por qué lo hacen. Y deben hacerlo por las razones correctas. El objetivo no puede ser desarticular las empresas grandes para obtener muchas pequeñas. A eso podrían aspirar los liberales o los demócrata-cristianos, pero no los socialdemócratas.

Su objetivo debe ser «otra cosa». Y es imposible que se concrete sin reducir el poder de Google y Facebook. Por lo tanto, es factible y quizás también necesario contar, por un lado, con una alianza táctica entre socialdemócratas y socialistas y, por el otro, con gente que apueste a la competencia. Pero si los socialdemócratas y los socialistas establecen este tipo de unión sin comprender la dinámica política y filosófica subyacente, serán devorados por sus adversarios. No serán más calificados que los demócrata-cristianos o los liberales para hablar de competencia. Y si llegaran a serlo, cabría preguntarse para qué debería seguir existiendo la socialdemocracia como partido político independiente. Se puede adoptar táctica y estratégicamente esta línea argumentativa para impulsar los propios objetivos; el único problema es que tal vez no se sabe cuáles son.

Existe aquí un enorme agujero negro en la agenda de los partidos socialdemócratas. En el mejor de los casos, les quedan quizás tres o cuatro años para cubrirlo. Si no lo logran, habrán desaprovechado una oportunidad esencial para su supervivencia. Es por ello que en estos tiempos venideros se enfrentan a dos tareas.

En primer lugar, deben determinar con precisión cuáles son en realidad las condiciones necesarias para posibilitar un nuevo proyecto socialdemócrata. Se requiere un enfoque político totalmente distinto respecto a la propiedad de los datos. También se requiere el desarrollo de al menos algunos prototipos: ciudades en las que pueda funcionar otra economía digital, basada en la solidaridad y la participación ciudadana. Se trata de modelos que no se limitan a adoptar una posición muy jerárquica y a creer que la gente debe trabajar en una fábrica, sino que promueven un verdadero espíritu empresarial y apoyan a las personas que efectivamente pueden montar una start-up. Sin olvidar que no todas esas empresas emergentes son iguales. Algunas muestran un comportamiento típicamente depredador, mientras que otras persiguen fines más nobles y actúan de una manera digna.

Todo esto debe ser puesto a prueba. Porque mientras no haya prototipos de las nuevas infraestructuras digitales que se encuentren en funcionamiento en el plano local, será absolutamente imposible convencer a alguien para que intente su implementación a escala nacional o europea. Desde luego, para eso necesitamos recursos financieros y representantes políticos que asuman un riesgo en el terreno. Deben estar dispuestos a enfrentarse a los negociados inmobiliarios, a Uber, Google o Amazon. Por supuesto que habrá una fuerte oposición política, porque estas empresas son muy poderosas y saben lo que quieren; además, tienen una ventaja inestimable: se apoyan en el proyecto neoliberal, tendiente a minimizar cualquier forma de coordinación que no esté basada en el mercado.

Esto torna aún más difícil la tarea de la socialdemocracia. Por lo tanto, no solo es importante que en los próximos dos o tres años llevemos a cabo una experimentación acelerada y creemos espacios seguros y bien financiados para realizar una innovación digital sin un carácter neoliberal; lo que debemos hacer, en segundo lugar, es emprender un viaje intelectual muy ambicioso y repensar cómo podría ser nuestro movimiento político en el siglo XXI. Es algo que hasta ahora no ha hecho de manera suficiente ninguno de los partidos socialdemócratas en Europa, América del Norte ni América Latina.

Se trata entonces de la conexión de dos líneas. La primera es una experimentación muy práctica y diligente, unida a una serie de intervenciones sumamente pragmáticas y orientadas a las políticas en Bruselas: ¿qué se debe hacer a escala europea? ¿Necesitamos un fondo tecnológico continental para asegurar al menos que nuestras empresas del sector no terminen perteneciendo todas algún día a Arabia Saudita? ¿Cuánto tiempo nos queda para evitarlo? ¿Contamos con las estructuras jurídicas y económicas necesarias para impedir esa absorción? Si no podemos responder a estas preguntas, en algún momento nos faltarán sencillamente los recursos para crear un futuro alternativo.

La segunda línea consiste en esbozar ese futuro y en redescubrir para ello algunos rasgos pioneros y más subversivos del pensamiento socialdemócrata. Debemos reavivar esas tradiciones tan olvidadas y vincularlas con las instituciones. Si logramos realizar avances en ambos frentes, la socialdemocracia no solo sobrevivirá, sino que experimentará una etapa de prosperidad.

La gran contradicción del neoliberalismo

La situación actual es extremadamente contradictoria. Por un lado, al proyecto neoliberal le va bien: empresas como Uber, Airbnb y Google refuerzan la idea de que cada uno debe ser un emprendedor y de que la competencia es la única solución a los problemas. Así establecen esta ideología en nuestras interacciones cotidianas. No es poco entonces el apoyo que Silicon Valley otorga al proyecto neoliberal. Por otro lado, a medida que todo sigue yendo en la misma dirección, las externalidades o los costos del sistema ascienden a un nivel tan alto que los propios neoliberales se ven sobrepasados y los mercados, en definitiva, ya no pueden resolver los problemas. No es posible crear mercados dirigidos a ofrecer soluciones y luego más mercados adicionales para rescatar a los primeros. Porque en ese caso, en lugar de resolverse, los problemas se acumulan.

Aun así, no debemos subestimar la dureza e inflexibilidad de nuestro adversario. No podremos esperar ningún avance mientras los socialdemócratas y los socialistas no articulen con claridad qué es lo que quieren en un capitalismo altamente globalizado, financiarizado y digitalizado como el del presente. Nuestros problemas no son el resultado de un error de comprensión respecto a las grandes empresas tecnológicas, sino respecto al papel, el significado y el futuro de la socialdemocracia. Si no se aclara este error, tampoco podrá haber claridad en torno de las grandes empresas tecnológicas. La confusión relacionada con el sector de la tecnología es la consecuencia, y no la causa de nuestros problemas. Para tener lucidez, primero debemos comprender una cosa: cuál es el significado de la socialdemocracia bajo las condiciones del capitalismo actual.

Evgeny Morozov
Fuente: Fundación Friedrich Ebert – Congreso de Capitalismo Digital




"Habría que oponerse a que el paradigma de la propiedad privada se extienda a los datos. Ha habido esfuerzos de comercializar hasta el aire, y hay que oponerse. Los datos, sin la capacidad de analizarlos, no son gran cosa. Hoy en día solo algunas grandes empresas son capaces de estudiarlos. Esa información debería estar bajo un control público, que no significa un control del Estado, sino de los ciudadanos. La reciente fascinación en Europa por esa idea del común, que no tiene nada que ver con la de los comunes, es un marco sano. La gente podría ceder esos datos voluntariamente, pero siendo propietaria de estos."

Evgeny Morozov




"Hay que impugnar la palabra inteligente. Me gusta aplicar una perspectiva histórica. Muchos de los dispositivos inteligentes que nos rodean reflejan intereses y compromisos de la gente que los fabrica o configura. El motivo por el que la gente comprueba una y otra vez su Facebook o Twitter en el teléfono es que los sistemas han sido diseñados para crear esas dependencias. El modelo de negocio de este tipo de servicios es así. Cuantos más clics hago, más valioso soy; ocurre, casi, como con el condicionamiento de Pavlov. Cuantos más clics míos consiguen, más dinero hacen conmigo, lo que hace que diseñen los servicios para maximizar esos clics. Yo tengo una perspectiva cínica, banal y racional de que el dinero es lo que rige el mundo. Y eso explica el modo en que se conciben los servicios. ¿Que ese sistema nos distrae y dificulta que nos centremos? Por supuesto. ¿Es un problema de los dispositivos inteligentes? No. Es cuestión del modelo de negocio. Me niego a creer que no haya otra manera de generar comunicación entre la gente sin generar distracción. Sería la derrota final de la imaginación. Debemos ser capaces de soñar y pensar en términos que no estén definidos por Silicon Valley. Para mí, en este punto, las empresas de tecnología son como las cadenas de comida rápida, las casas de apuestas o los casinos: crean y manufacturan una adicción que luego tiene unas consecuencias. En el caso de las tecnológicas, la distracción."

Evgeny Morozov



"La evidencia empírica muestra que es muy difícil decir que las técnicas avanzadas de vigilancia implementadas en Europa y Norteamérica desde hace tiempo hayan dado frutos. No vemos pruebas que sugieran que la capacidad de los servicios de inteligencia de monitorizar las actividades de terroristas o sospechosos conocidos, de gente que ha estado en el radar de los trabajos de seguridad, con leyes ya bastante permisivas, haya conseguido gran cosa. Así que no tengo motivos para creer que vayan a ser más eficientes si van por ese camino."

Evgeny Morozov



"La mayoría de nosotros somos muy aburridos y los datos que generamos son poco variados y las conclusiones que se pueden derivar de ellos son limitadas. Google o Facebook pueden encontrar otros negocios que no exijan recolectar tantos datos. Lo razonable es que entonces decidan dejar de regalarnos sus servicios."

Evgeny Morozov



"La revolución no puede ser pro-occidental o democrática."

Evgeny Morozov


"Las fuerzas anticapitalistas pueden hacer un trabajo mucho mejor a la hora de comprender la influencia de Google no solo en cómo la gente encuentra la información online, sino en la manera en la que están organizando la producción, el bienestar, la educación, la salud, los transportes...
Creen que las redes sociales les permiten esquivar la hegemonía de los medios tradicionales, que les han ignorado tradicionalmente, y están predispuestos a verlas como algo positivo. Es una equivocación, pero hay un problema aún mayor: no comprenden las dinámicas de este hipercapitalismo y el papel que juega el poder financiero y los inversores, conectados con el sector tecnológico.
Todo eso requiere una actualización de los conceptos básicos del capitalismo, una tarea que la mayor parte de estas fuerzas anticapitalistas no ha hecho desde los años setenta. Si todavía piensas que todo se limita a que hay un Estado del bienestar y a que hay compañías que explotan a los trabajadores, tienes un grave problema."

Evgeny Morozov



"Las soluciones espacio temporales que requiere sobreponerse a las crisis de sobreacumulación nos coloca en la tesitura de que cada derecho debe de ser provisto por el mercado, no por las leyes."

Evgeny Morozov




"Los ciberlibertarios quieren abrir, disrumpir, innovar, sin embargo es, en muchos casos, la oposición a la igualdad y la justicia. Piensan que todo aquello que ayude a sortear las instituciones es, en principio, empoderamiento o liberación. Puede que no puedas pagar por los cuidados de salud, pero ellos piensan que el problema está resuelto si tienes una app en tu teléfono que te alerta del hecho de que necesitas más ejercicio, o que alerte si no estás comiendo lo suficientemente saludable."

Evgeny Morozov



“Los clichés fechados de las páginas de 1984 ya no son una guía confiable de lo que está por venir. Y el capitalismo de hoy es más fuerte y más extraño de lo que imaginan sus críticos.”

Evgeny Morozov



"No creo que el amor por la tecnología en sí genere cambio."

Evgeny Morozov



"No creo que lo que hizo Cambridge Analytica sea muy diferente, a nivel conceptual, de lo que Facebook hace a diario. Es su modelo de negocio: obtener todos los datos que pueden y encontrar la manera de monetizarlos. Cambridge Analytica hizo exactamente lo mismo."

Evgeny Morozov


"Para mí Silicon Valley es un efecto, y no la causa, del neoliberalismo. Hay algunos cambios estructurales del capitalismo que están conectados con la tecnología. Sería incorrecto pensar que todos los demás factores que han dado forma al paisaje en el que se hace política se hayan vuelto obsoletos. Es importante tener clara la conexión de Silicon Valley con el Ejército norteamericano, que aún provee buena parte del dinero."

Evgeny Morozov



"Podemos inventar un modelo político con el que cambiar la lógica de la tecnología."

Evgeny Morozov



 "Todo va a ir mucho peor."

Evgeny Morozov


"Yo quiero cambiar muchas cosas. El proyecto de oponerse al poder de las grandes empresas, que tradicionalmente ha sido una prerrogativa de la izquierda, ya no entiende cómo funciona el dominio hoy, porque no hacen un buen análisis de la tecnología, y no son capaces de construir o reclamar infraestructuras que han sido entregadas con las privatizaciones. Sin una lectura política adecuada de cómo encaja Silicon Valley en todo esto, no pueden oponerse al poder de las empresas. Si coges a Yanis Varoufakis, que, probablemente, es la cara de la oposición a la agenda neoliberal en Europa: es un gran tipo, con cosas interesantes que decir, pero ¿su comprensión de la dimensión tecnológica del proyecto neoliberal moderno?: cero. Tomemos Syriza, o Podemos, o muchos otros actores que intentan oponerse al capitalismo neoliberal hoy. Tienen un problema para comprender la que, para mí, es la característica más importante del capitalismo hoy en día: su naturaleza de fenómeno propulsado por las tecnologías digitales de la información.
… La menos ambiciosa de mis tareas sería, al menos, poner estas cuestiones sobre la mesa para que puedan reflexionar sobre ellas quienes están oponiéndose al actual neoliberalismo comandado por las grandes empresas; conseguir que lo escuchen algunas personas que están inmersas en una gran confusión sobre el estado de las cosas actual, que ni siquiera discuten nada porque creen que la vieja división de la tribu de la izquierda ya pasó, que piensan que el capitalismo va a ser reemplazado por una economía colaborativa, una sociedad pospoder, muy horizontal…"

Evgeny Morozov








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