Azofara

A Colombia y Patricio

I

Leoparda torre
nerviosa,
oteadora atalaya,
eréctil eminencia,
noble catadora
de horizontes
verticales.

Torre inquieta,
erguida piel,
alta cuesta,
golosa gustadora
de las hojas solares.
Rigurosa normal,
acromegálica jirafa,
esbelta, sin embargo,
paradójica,
vecina del neumático
rinoceronte…
Te asomas por encima
de tu propia torre,
respiras
la acacia del viento,
tu lengua se anima,
vierte matices negros.

Dicen los masai
que la jirafa
primordial
quiso beber el agua
de una nube,
que la nube subía, subía
por los pisos del cielo,
y la intensa azorafa
ya no pudo
contraer su fascinado
cuello;
los tetela aseguran
que la bestia elegante
quiso en tiempos ser árbol
(¡quizá lo haya logrado!).
Serio me da mi dómine
de zoología
unas explicaciones
sin ángel, sin encanto:
el número de vertebras,
por ejemplo, es el mismo
que tu y yo tenemos
en el cuello.
¡Nada raro!
Vertebras del Greco,
ingrávidas.
Enhiesta,
maculada dama,
vida en ristre.
A mí se me ocurre
que en Toledo
deberá sembrarse
un jardín de jirafas.
(Dejo escrita mi idea
para cuando resucite
España).

II

Ha culminado en México,
total,
pródigamente,
un amor de jirafas.
Nace,
con prohibición del tránsito
en el parque,
espectadores fidedignos,
consejos
de africanista,
una elegante torrecilla
animada. Hábilmente
proyecta
sus flexibles patas,
líquido vital resbaladizo
la baña. (Se imaginan
palabras en oromo,
en suajili, en zulú,
y se recuerda una
que otra
en clásico árabe
—zalamerías—
para expresar
albricias, parabienes
a la madre vertical,
alta matrona,
azorafa.)

Señora jirafa del bestiario,
progenitora
de una menor infanta mexicana:
Recibe mi entrañable
adhesión estética,
africana azorafa del bosque
de sacros ahuehuetes.

III

Esta jirafa
del altiplano,
nacida aquí con igual
vocación de torre
que su madre,
por encima de cercas
estirará el paisaje,
cultivará horizontes.
mascará sus memorias
(no escribirá nunca),
sus acacias:
visitantes mayores
la verán sin hondura;
ella,
túrrida,
grave,
gravitará.
Mínima jirafa
de Chapultepec,
te rodea
la admiración de los niños
que me acompañan:
despiertan
magnificas cabezas;
cada uno calcula
tu edificio,
desciende por el cuello
tobogán,
se detiene
en la loma del lomo,
cuenta
las manchas, busca
los pardos trazos
de tu piel pradera;
se ve jinete
—corcel arisco—,
corre ensimismado
paso a paso,
lenta la visión
descubridora.
Me preguntan tu nombre.
Que te llamas
—aclaro— jirafa.
(La “deleitosa”
que diría
rudo el árabe
de jotas variadas.)
El niño mexicano
así te entiende.
Pero, ¡ay!,
están unos señores
boquiabiertos
—de los que comen moscas
y no se maravillan—
más allá del alambre,
miran una vez
y vuelven a mirar
sin entender
nada.
Hay uno que confunde
los términos: llama
“camello” a la jirafa.
La dueña de la torre
indignada
le vuelve grupas,
señera azorafa
señora.

IV

Animal de altura,
ahora
más que antes,
jirafa de altiplano.
Juguete
de los dioses
negros,
del país de leones
árbol de asombro;
los niños mexicanos
ya conocen
esos ríos geométricos
que abren cauces
misteriosos
en tu piel,
que forman charcos,
bautizándote.

Una azorafa nace:
Se levanta una torre,
se alza un obelisco;
el niño aventurero
aprende a andar en zancos,
eleva su alma.
Jirafa,
¡oh, perpendicular
azorafa esbelta
de Chapultepec!

Carlo Antonio Castro



"Como dice Heidegger, la palabra es la casa del ser… Sin la palabra no se es. El ser humano debe tomar la palabra, debe conceder la palabra para ser y debe escuchar la palabra para ser, todavía más, ser humano. Si no escuchas a los demás estás en quiebra."

Carlo Antonio Castro



"Creo que los poemas son productos insustituibles para vivir."

Carlo Antonio Castro



"El ser humano es indescifrable."

Carlo Antonio Castro



Entre las asechanzas de la vida
avanzo y retrocedo mientras siento
que cada luz, cada sombra, cada aliento
señales son de eterna despedida.

Carlo Antonio Castro Guevara
Centro marginal



"La comunidad es algo que deberíamos tratar de conservar sana, muy completa, independientemente de los politiquillos y de los politicones."

Carlo Antonio Castro


"La familia es el amor."

Carlo Antonio Castro



“La felicidad, para mí, consiste en poder escribir cada día algo nuevo.”

Carlo Antonio Castro



"La palabra es la dinámica de todo hecho cultural. Sólo mediante la palabra podemos absorber lo que la cultura nos dice, porque la lengua es el vehículo glótico, formal, de la cultura y la lengua está hecha de palabras."

Carlo Antonio Castro



"La poesía es el punto más alto de la relación palabra-ser humano… Los poemas son productos insustituibles para vivir."

Carlo Antonio Castro


"La realización humana es cumplir con las metas que te propones."

Carlo Antonio Castro



"La soledad es meditación."

Carlo Antonio Castro



"La tristeza es absolutamente necesaria en algún momento de la vida, porque si uno se acostumbra a la felicidad pues ni siquiera se da uno cuenta de que es feliz."

Carlo Antonio Castro



"La vida es sucesión. Lo mismo que la muerte significa sucesión de la vida."

Carlo Antonio Castro


"Los amigos son como mirarnos al espejo."

Carlo Antonio Castro




Nihil (novum sub solem) obstat: Tttus Mons Roseus.
Cuando Nicaragua despertó, Somoza todavía estaba allí.

Carlo Antonio Castro



“Sí, claro, sin la palabra no se es. El ser humano debe tomar la palabra, debe conceder la palabra para ser y debe escuchar la palabra para ser, todavía más, ser humano. Si no escuchas a los demás estás en quiebra.”

Carlo Antonio Castro



Tímido Ulises

I

Penélope de siempre,
araña araña
las arenas del día,
las aguas
de la noche.
La tela de la vida,
la de la muerte,
araña.

Ósculo aéreo,
palpitación
de miembros,
la tejedora
va, viene, separa
fosos,
ventanales de espera
—bordados de vacío
poliédrico—
abismos ansiosos.

Vientre que se recrea,
glándula y pinzas
prodigiosas: telas
de maravilla,
apenas asomantes,
casi intangibles,
delicia
de la yema que explora
arácnidas culturas.
Penélope es la araña.

II

Invitación estética,
la muerte aguarda
(no hablemos de la vida)
estática.
Incansable.
Lo que se obtiene es siempre
producto de una espera,
de una ansiedad reflejo,
de una resurrección
moribunda, laboriosa
ociosidad,
atávico arte,
urgencia abdominal.

El arácnido paso
recrea
a cada tramo, hilo por hilo,
la trama entera:
Beso del aire
con la savia animal,
la sabia araña
-la que teje
testifica.

La araña araña
el vuelo de los hilos
temporales y eternos:
poda
las flotantes rebabas.
geométrica
gravitación precede
su atenta vigilancia,
devoradora de segundos
y de terceros.

III

La biología
(no hablemos de la historia)
deja caer la ingrávida
ceniza de las moscas;
y la noche,
su manto azul oscuro
remendado,
zurcido con cien hilos
y puntos blancos
o amarillos.

Hay como un arañar
más sutil,
de mas cosquilleante
sabiduría:
el arañar del agua
—luna y nube—
nocturna:
cubica matemática
infinita.
Las lucidas puntadas
del sereno
visten helados paisajes
en la tela de araña.
Liquidas perlas
hacen carambolas
con el iris,
con la estrella,
con el sol que despierta,
con el canto del gallo,
con las ubres calientes,
con los pasos primeros
—bostezantes—,
con el niño
del tiempo,
con el insomne anciano
que busca y quiere asir
-y no se atreve la
tela del instante
que sus ojos araña,
que hace de la suya
mil caras
pasadas.
Tela de la pequeña
araña:
agua, luz y madrugada.

IV

Sé que he perdido el tiempo
(ganado eternidad)
contemplando,
poniendo a secar
esta mojada tela.
Sé que el tiempo he perdido,
confuso Ulises,
mosca verbal,
golosa, tal vez, de la basura
de las palabras.
No sé si tuve
atisbos perdurables.

De todos modos
un ocioso arañar ha precedido
mi caída y mi perdida,
mi arácnido sudario,
tela :
Penélope araña eternamente
el tiempo.

Soy un Ulises que no encuentra
senderos.
Y me he perdido,
hoy,
en el milagro de una araña
matutina :
tejedora de siempre,
presentida Penélope.

 Carlo Antonio Castro



Vuelo de los Nahuales

Para Claudia Lars y Aurora Reyes,
en prenda de admiración y afecto.

I

Tiempo de la derrota cotidiana,
el sol, agónico, vencido,
esconde grave cuatrocientos fuegos:
Cede la llama, fugaz sabiduría,
al agua oscura de la Luna Madre;
no se advierte si duerme moribundo,
o si nuevas vigilias imagina;
si es el inefable resurrecto
—buboso original—
o astro sucesivo;
una sola, fatal criatura sabia
apenas lo diría: la de senos
reptantes, la de lengua
gemela, la de tétricos
ojos que ve sin la mirada,
que adivina rumores
y no escucha;
la que atiende los partos de la hierba
y atesora
los años en el fondo
del cuerpo:
la serpiente.

Lapso de sueño y fe,
solar reposo de los ojos negros,
dominio de la Madre
de animales y hombres,
dueña del cielo,
de la tierra,
del polvo,
aire.

Duerme su muerte el sol en el abismo.

II

El mono es la figura caprichosa
—ni hombre ni animal—
de un antiguo fracaso de los dioses;
vástago de árbol, ríe, contorsiona
siluetas sin descanso,
aprisiona los gestos de los otros,
salta, sube y baja, ríe
nuevamente, discute, despotrica,
se prenda de la fruta
o de la estrella;
cavila, ríe
otra vez de buena gana,
entrelaza su rabo con la cola
fraternal, receptiva
de otro mono, mona,
o con la rama;
expresa sus humores
más íntimos, difiere
de todo cuanto ríen
o promulgan
sus hermanos mayores,
menores, o extraños;
ríe, ríe, sin humor,
una caricatura
de la risa
vegetal.
Es él quien prefigura
la alegría sin suerte.
Imita cuatro movimientos cuatro.

III

Cambia el testigo…
Veamos si en el agua
de lluvia,
o en la poza,
o en el ojo
que mana
logramos, ahogando
las voces,
su rostro adivinar.

Cielo animado,
severo,
nocturno
rival del sol,
sombra estrellada,
garras, colmillos; legendaria visión
de muerte intensa, suerte de brujo,
códice de sangre, señor rojo, voz
de una lengua inexplorada, sacerdote
de rito antiguo, perfil de dioses indios,
filósofo del ara, muerte
que vive es el jaguar; bajo la luna,
el follaje, el sereno, se desplaza;
piensa, busca, sacrifica,
huye del alba, se oculta tras la Madre;
nunca ríe, sus ojos el divino
desprecio reflejan. Enemigo
de burlas y gracejos,
el jaguar es árbitro, juez
nocturno.

IV

Los viejos hombres heredaron
los temores lunares, las pieles
de veinte jaguares veinte
y crearon un cielo;
después sus voces alumbraron versos
y sus miembros rasgaron una danza,
y tomaron la arcilla de sus cuerpos
para hacer oracione
y lanzarlas, fugaces,
más allá de la noche.

He aquí que, varones,
venidos de mujer,
olvidadizos,
recreados creadores,
temieron y adoraron al jaguar
de los cielos vivientes,
sin dejar de reírse del mono,
festejar sus piruetas,
dedicarle los trozos de su barro
y su tiempo
sangre.

V

Mono y jaguar
—nahuales—,
risa y voraz sentencia:
el indio en mil silencios trenza el día,
abre la noche;
siembra su carne cotidianamente.
Mientras duerme se ausenta en pos de su alma.
En las ondas del sueño
encuentra hondas
venturas; las raíces
del hombre desentierra:
Aquí el mono,
allá el jaguar… (Los demás
animales expresan
una suerte o la otra).

Y en el cielo del indio
—hecho de la vigilia
original—
alienta el brujo
jaguar; el búho canta
en su techo nocturno; ríe el mono
en el árbol estéril.

Duerme su vida el sol en el abismo.

Carlo Antonio Castro











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