C

Cuelo el café y espero que su paso llene la casa.
Es mañana de enero simple y luminosa, todo está en paz.
Por la ventana veo pasar la vieja de la que nos reíamos ayer,
está encorvada sobre una trípode, es ciega.
Nos visita la mujercita de tu hermano por la boda que viene,
te muestra fotos de un vestido blanco como todo lo que es
maldito,
como todo lo que requiere una muerte pronta, festejada y
sucia.
Melville, te acordás, hablaba del color blanco
todas las novias deberían casarse de negro,
el matrimonio es un pacto suicida.
Los ojos de la vieja son blancos,
levantó sus anteojos y eran blancos.
Estuvo bien reírnos.
Era un símbolo.
Una rareza.

Marcelo Dughetti



El viejo

el hombre con la manta en los hombros
y el facón cruzado en la cintura
el de un litro en el almuerzo
y un litro en la cena
de tan así que le decían torino
por el litro para arrancar
ese que durmió en colchón de chala
hasta que Evita pasó con el tren de la fundación
el que no se arrodilló en la iglesia
porque "yo a ese mocito de la cruz lo conozco bien"
el de lo cuartetos gringos
y las manos reventadas de tanto cargar ladrillos
el del caballo 
el del toro
el de las alpargatas negras
y la fusta con mango tallado
el que me levantó sobre sus hombros un día
para que viera a Horacio Guaraní 
en la navidad gaucha
y me compró un choripán en el club de los Cafaratti
y se puso a tomar parejo y a mirar por la ventana
cagada por las moscas
el desfile de paisanos endomingados
y lloró casi sin darse cuenta
de ese agüita maricona que le ardía los ojos
que ni la cal de la obra le podían quemar
ese que estaba quebrado por un recuerdo
y que de tanto sufrir subió al cielo doblado
por el cáncer y la rabia
pero no se arrodilló
porque "yo a ese mocito de la cruz lo conozco bien"
ese se llamaba Mercedes 
era mi abuelo.

Marcelo Dughetti


Hija
no te prohíbo ningún pájaro
ni la muerte de lo alado te prohíbo
cantame esa canción del ángel de la guarda
hay un rico olor a tierra mojada
y quiero pensar
que el mundo es bueno
que alguien teme por mí
que nos cuidan
ahora
que el viento
está llorando en los tejados
como un niño abandonado
en un orfanato desierto.

Marcelo Dughetti



Y

Ya no hablamos.
Con su pájaro en el hombro,
transfigurada por los faroles de la plaza
camina nuestra hija, salta baldosas
que guardaban un  tesoro de barro y podredumbre.
Le pesa nuestro silencio, por eso se adelanta.
Le pesa llevar en la boca un candado de miedo.
El pájaro en su hombro se ha vuelto viejo
no estudia los movimientos de la familia
se duerme.

Marcelo Dughetti










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