“Cuando vine al mundo era junio del año 1937. Mi madre, de 26 años, murió antes de que pudieran sacarme de su vientre. Mis padres apenas tenían 11 meses de casados. Mi papá, el tercer hijo, dentista sin ejercer, viudo, fue agente viajero de medicinas y llegaba a México, cada seis meses, para permanecer con nosotros ocho días y después volver a irse.”

Delfína Careaga



El reflejo

Su silueta joven, tan frágil, tan provocativamente indefensa, le inundaba el alma de una ternura triste. No podría dejarla nunca, aunque quisiera, aunque se lo pidiera a gritos la razón y el sentido común. Tendría que asumir el sacrificio de su propia vida en aras de esa pequeña que había sufrido las lamentables miserias de la humanidad, y que, por el peso enorme de lo que suponía esto, se transformaba en una anciana milenaria dentro de un cuerpo extrañamente joven.
De seguir unidos equivaldría a vivir atrapado en la angustia en cada una de las heridas que ella mantenía siempre abiertas; pero no podría dejarla, tan frágil, tan tierna y dulce, aunque le trasmitiera una muerte constante provocada por sus experiencias eternamente presentes.
Pero al fin, el instinto de supervivencia venció al amor. Con un espantoso esfuerzo, volvió la cabeza y dejó que pasara esa silueta de ojos desproporcionadamente tristes que aquella desconocida —encontrada así, tan de improviso en la calle y a su paso—, le había dejado en la mirada.

Delfína Careaga



Nada importante

Padre querido carta última te envío hecha pavariar Parque México afán puedas entender o escuchar o siquiera percibir grito porque aunque no-lo-creas-te-extraño mi vida sigue bien tensa placentera cruel mucho trabajo días entera hueva y noches con lluvia a veces esperanza de la esperanza y las más aburrimiento sordo entre la neurosis soy buena y en ocasiones justa disparatada y bien enferma de la azotea necesidades y rebeldías y luego cine y ¡qué padre película! Y mañana pienso-escribo un guion cinematográfico mientras tanto tanta máquina y llegar puntual a la oficina y ¿qué me pondré mañana? Y viejo ya no tengo zapatos y ¡pinches camiones ya no los aguanto! y buenos días señor don contador público titulado maestro y doctor don perfecto-mierdecilla y ¿dónde andará mi hijo? Mi perra se puso eufórica cuando se fueron sus hijos Aníbal Popea Clarita su libertad perruna noble ejemplo tan sano quién estuviera con la natura tura naturaleza en la tarde entre árboles pavariar Parque México progreso planes ambiciones juego de proyectos en la noche acelere literario a las siete y media ya son las siete y media ¡las siete y media levántate vieja! deslumbre realidad cansancio sueño grito ahogado de mandar todo a la chingada y tener que arrastrarlo en los tacones ya les faltan tapas pero no se los puedo dejar maistro porque son los únicos como el único el único-hijo-bien-amado aquí en medio  doliendo como una canija muela y hoy puede que ahora sí aunque ya no me hiere más al herirse tanto ya no le hago caso hoy que se lo lleve el diablo porque hice lo que pude como tú padre conmigo y todos hacemos lo que podemos por todos aunque todos estemos bien jodidos y después la calentura ojuna de las lágrimas pero  ¡qué horrible morirse! a mí me da miedo qué caray que se maten los pendejos. 

y la casa pagada a plazos durante veinte años y la sala-comedor con muebles cubiertos de plástico y el cuadro de la Última Cena de Da Vinci arriba del aparador de cristales con mermelada seca lleno de muñequitos mutilados de azúcar y figuras de pasta izque porcelana rota y un plato con un pedazo de queso rancio y las paredes descascaradas de humedad porque después de todo existen domingos en que lavando planchando y ando y ando con endo y endo se pasa el día de descanso en ofrenda mortuoria a los planes que hicimos toda la semana pero también está tu hermana la mayor-niña.-anciana de la familia que viene de visita con la mirada buscando la copita de rompope que no existe más que el agua sucia de la llave y fabrico frases en hermoso checoeslovaco que no entiende la niña-siglo-pasado pero que incita mirada aguardando y a ver si hoy sí me entiende aguardando una copita de rompope pope rompope a que rom-pa el silencio y diga y diga más frases en perfecto checo que definitivamente jamás entenderá y que yo fatigada por tanto hablar ¿a dónde quieres ir? Fatídica pregunta de incalculables consecuencias porque puede ser a Marte o a Texcoco o siempre a algún lugar incómodo pero irrealizable pero vamos cómo no yendo y preguntando qué jijos estamos haciendo en la carcacha gastándola gastando gasolina que no tenemos dinero y sí mucho quehacer en este único día en que es el único que disponemos para hacerlo pero es culpa del idioma ¿sabes? el idioma que parece nadie familiar mío entiende nadie humano comprende en este ir y venir absurdo buscando dinero de loquitos de paranoicos y curioso dato el paranoico nuestro lenguaje es incomprensible también como el checo que hablo a tu hermanita 

que da paso a la cocina con el fregadero lleno de trastes por lavar y la estufa con cacerolas amontonadas aguardando su limpieza y un bote de basura copeteado junto con el mantel lleno de manchas  que cuelga de la estufa y cae en un extremo sobre la basura y una mujer casi anciana fláccida y temblorosa que no sabe por donde empezar y que empieza por empezar algo a separar frijoles 

pienso entonces niñez lejana casa grande y en ti más grane que la casa y macetas con plantas tengo ahora que ver Parque México en algunas tardes puedo agachada como inspector de césped por tanta máquina de escribir pero sonrío trabajos que alguien sabe necesito dinero quién no los necesita señora todos andamos a la rebatinga por eso quiero cuarenta cuartillas bien escritas para pasado mañana no es mucho gracias hasta luego adiós cómo le va compermiso pase y pienso entonces la cama mullida ya no tiene resortes viejo y parece cuna del seno de mi madre quien también trabajó en la costura trabajo chupado por los judíos de esa calle ¿te acuerdas? de noche ya va a salir tu madre escóndete para darle una sorpresa ¿te acuerdas? 

y luego está la recámara, chiquita, ya no son como antes las casas, qué va, con los muebles conocidos, sabidos y absorbidos que ni siquiera se mira ya su forma o su madera y también esta la cama  matrimonial sostenida por viejos libros policiacos sin pasta, en donde ya ni se acuerdan que alguna vez conocieron el amor, y el buró lleno de recibos de luz y del teléfono y de aspirinas junto con las llaves de la casa que siempre se andan perdiendo y un bote de bicarbonato de sodio. 

yo espero siempre recuerdes y no sé si siquiera tengas memoria pero por afán puedas entender o escuchar o siquiera percibir 

y junto a la recámara de gran espejo y de gran tocador rasguñado, quemado, con marcas de vasos, en donde se sienta —apretujada por tantos  muebles y tan poco espacio— la mujer fláccida a ver-recordar su juventud aprisionada en ese mismo espejo, está el baño de cine de tercera sin desinfectante. 

porque estoy cansada de hablar el checo estoy cansada del grito ahogado en los talones estoy cansada del día domingo que no existe estoy cansada de ver de oír de sentir el aire traspasado de gritos sordos como el mío pero en idiomas diferentes que nadie escucha ya acostumbrados a no entender de sacudimientos interiores rajando rompiendo machacando masticando desgajando desmembrando deshaciendo en nada la enmohecida lejana palabra visceral 

y junto a la recámara y el baño de cine de tercera, en la sala-comedor está un hombre sentado en un sofá con una mariposa café de grasa en el respaldo, en pantuflas; con su bata de hace  ¡uf, ya tiene tanto! con lentes con el pelo seco y canoso y lleno de caspa que huele a la misma humedad de las toallas del baño y con un diente menos, y con el periódico de hoy al lado  y con un agujero en el calcetín leyendo una carta que termina 

te quiero puedo decir sinceramente posible y sea por soledad y recuerdos 

y entonces se levanta y le grita a su mujer que está escogiendo frijoles en la cocina de su casa pagada a través de veinte años. 

—No es nada importante. Es una carta de Ana que dice que está bien. Sigue en su mismo trabajo, a Dios gracias, porque ya ves que no dura en ninguno… así fue desde chiquita… Ah, y que Eduardito… bueno, no sé qué me dice de Eduardito, ya sabes que no se le entiende bien cuando escribe. 

Ciudad de México 1975. 

Delfína Careaga










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