"De niño vendí medias en los bares. El secundario lo cursé durante la noche. Trabajaba durante el día. Quise ser médico y fui abogado. Me incliné hacia la criminología. Dejé pasar turnos de exámenes por leer la Divina Comedia. Odié los títulos universitarios. Polemicé. Perdí posiciones por decir lo que pienso. Lo seguiré haciendo. Escribí varios libros de poesía: Canto a la destrucción lo dediqué a los poetas que descendieron del futuro. Nací un 5 de octubre, el Día del Camino. Aún busco la puerta de ese camino que conduce a la poesía."

Juan Jacobo Bajarlía


El fin

Los nombres de Cibernius habían traído oscuridad
y los signos no crecían en las palancas.
Los signos se inflamaban en el caos y se alejaban.
Sólo estaba el Hombre que se acoplaba con la Máquina,
y Cibernius que recontaba sus tableros para volver al
signo de los signos.
Y la voz del Hombre era un muro en el que caía la
gangrena,
y un muro en el que estallaban los pechos de la Máquina,
y un muro en el que la vulva de hierro paría sus
fantasmas.
Y Cibernius estaba triste y robó la Máquina del Hombre, y
le puso un número a la vulva.
Y vinieron los robots y llenaron los días de Cibernius.
Y éste convocó a las cuatro raíces para sostener las
esferas.
Pero dijo a los robots: “Todo vino del número y todo caerá
en el número. La palabra vino del número y cayó en la
escritura. Luego, recordad, sois números como el
Hombre, pero números duros que se funden en su caída,
y no caen por falta de voz como el Hombre”.
Los robots aprendieron la lección que Cibernius
aprendió del Hombre.
Y engendraron otras máquinas y otros signos y otras
esferas.
Pero esos signos y esas esferas eran macho y hembra
y se multiplicaban y se rehacían de sí mismos.
Y volvió la tristeza de Cibernius. “Esta raza es maldita”,
dijo.
Y buscó al Hombre.
Y el Hombre estaba acoplado con la sombra.

Juan Jacobo Bajarlía



"El mito puede crear la realidad. La humanidad es un puñal en la apertura del futuro. El mundo no existe y sólo eres un poco de tiempo en una eternidad desconocida. Un signo que gira en los espacios orbitales."

Juan Jacobo Bajarlía



"El que busca la eternidad sólo halla el estallido del tiempo."

Juan Jacobo Bajarlía


Encuentro con Satanás

Tengo a Satanás del otro lado.
Lo presiento.
Es una máquina que crece.
“¿Qué quieres?”, le pregunto.
“Quiero tus olvidos”, me responde.
“Colecciono olvidos cargados de promesas”.
Me negué.
La máquina es un abismo lleno de ventanas.
Satanás insistió:
“Tan sólo un olvido o la sombra de un olvido.
Te ofrezco lo que quieras”.
Dije yo:
“Si te doy la sombra,
¿cómo reconocerás el olvido?”
Dijo él:
“Si me das la sombra,
sólo tendrás el deseo de una promesa vacía”.
Me negué otra vez.
Satanás modificó su dialéctica:
“Los olvidos pesan. Te compro su espesor”.
Contesté:
“¿Cómo mides el espesor?”
Y él:
“Quitándole al deseo lo que pesa la sombra
para sumarle la intención y el tiempo”.
El abismo crece
y la noche cabe en la mirada de los ciegos.
Sentado
oculto del otro lado de la puerta
Satanás me espera enumerando mis huesos.
Aún no estoy seguro de mi triunfo.

Juan Jacobo Bajarlía


Esta sí que es una oportunidad

Esta sí que es una oportunidad
que la vida me ofrece:
tus cartas en mis manos
como palomas mensajeras.
Partirán con tu mensaje
en su pequeño pico ambarino
y nunca llegarán a destino
porque el mensaje
romperá sus corazones.
Adiós, has sido egoísta
mira que morirte a los 93 años,
como si fuera justo
dejarme abandonado
a mí, solito y viejo.
No es demasiado justo
que me hayas dejado
tan solo
frente a la jauría
que siempre quiso
comernos el corazón.

Ya sé que no podrán
pero me sentiré
solo en los festejos
y solo el día de los premios.
Tal vez te parezca
una cortesía de mi parte
pero no lo es.
Ya eres el Comandante,
junto al pequeño Pablo,
del invencible ejército
de mis muertos vivos.
Padre y madre murieron
sin dejar, de su perfume,
ningún rastro, seguro,
ninguna amable huella.
Tus libros, los de Pablo
están ahí, nítida presencia
de un momento feliz
donde el fervor reinaba.

Juan Jacobo Bajarlía



"... la palabra se esconde en lo más profundo del corazón y para hallarla es necesario que la sangre suene en el canto de los pájaros."

Juan Jacobo Bajarlía



Mis muertes y las tuyas

Este pan era mío. Aquella tierra era tuya.
Todo estaba entre nosotros y no era nuestro.
Pero el estallido nos rodeaba. El estallido era el agua que bebíamos para morir.
Los ojos -¡cuántas veces los ojos en camino fueron hogueras!
Los ojos eran granadas y el estallido el agua que bañaba nuestras sienes.
Los ojos se anticipaban a la muerte en un espejo que resplandecía.
Este pan era mío. Este pan y el alba.
El pan se entristecía en la mano. El alba se cuajaba de ángeles.
Y todo estaba en nosotros.
Los pájaros de fuego rayaban nuestra voz.
Tú lo sabías. Lo supe yo. Las estrellas lo supieron.
La trinchera era nuestra tumba y nuestra madre.
Este pan era mío. Se desgajaban las palabras.
La muerte nos tocaba y caían nuestras horas.
Quedábamos desnudos enredados en las lágrimas.
Las llamas cubrían nuestro paso.
Yo moría y tú nacías. Yo para nacer. Tú para morir.
Todos moríamos y nacíamos.

Juan Jacobo Bajarlía


"Ocurrió que Alejandra Pizarnik tomaba píldoras por los dolores corporales que sentía. Pero era olvidadiza. Estoy seguro que la sobredosis fue producto de haber ingerido el medicamento varias veces pensando que no lo había hecho."

Juan Jacobo Bajarlía




Ya es piedra tu batalla.
Y tu mirar.
Naciste de la piedra y las tinieblas
cuando las furias vigilaban la conciencia.
Y volviste a la piedra, derrotada por la piedra.
Y es piedra tu batalla.
Piedra de un hilo atosigado en la belleza,
carcomida en el fuego que latía en tus cabellos,
exaltada en el impulso que dividió tu cuerpo y se hizo
llanto en la mano
que enarboló tu cabeza.
Ya es piedra tu batalla.
Y tu aliento. Y los que sostuvieron tu sangre.

Juan Jacobo Bajarlía



Yo era todos los hombres

Yo me levanté desde un hospital donde el juego también es a morir y vi las camas insomnes
            donde los enfermos pedían por la vida cuando ya estaban muertos.
Yo amanecí sin voz y sin ideas y vi las mesas donde se consultaban los pactos con el Diablo.
Y yo vi a los hacedores de vida que intercambiaban palabras con pócimas a la espera de que el
            muerto hablara del milagro y luego se durmiera en esa otra vida que no está en la vida.
Corrí por oscuros laberintos donde el dolor festejaba la muerte para aplacar el infierno que
            caía lentamente de un goteo.
Y vi los monstruos del día final filtrados desde las botellitas numeradas que yacían al lado
            de las camas.
Y al Diablo que también caía desde el gotero para festejar el triunfo que espera todos los
            días desde el amanecer.
La vida y la muerte es un juego de cubiletes que el Diablo agita con su pulso incandescente.
Yo era entonces todos los hombres.

Juan Jacobo Bajarlía












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