El regreso

El obispo repasaba satisfecho y orgulloso su lujosa catedral. Cuando lo vio, estaba parado en el centro del recinto. Se acercó a él y con una mueca de asco y desprecio lo abofeteó.
—¡”Jipi” sacrílego, este es lugar sagrado para venir a ofenderlo con esa ropa y ese pelo largo y ese aspecto asqueroso!
Cristo sonrió y, lentamente, ofreció la otra mejilla.

Agustín Cortés Gaviño



La pesadilla

Dios dormía inquieto, se convulsionaba en su sueño sudaba y, de seguro, sufría.
Las bombas empezaron a caer, los hongos a levantarse, siniestros. El universo entero estaba en llamas, todo se derrumbaba entre gritos de rabia y ayes de agonía…
Dios abrió los ojos, jadeaba; suspiró aliviado, estaba despierto, la pesadilla había terminado.

Agustín Cortés Gaviño



Otra oportunidad

La humanidad en pleno se reunió en magna asamblea. Nadie sabía de qué se trataba. Muchos pensaron en el juicio final, cuando las trompetas se escucharon, pero nada había sido aún destruido, por lo que la idea del fin del mundo fue desechada.

Se escuchó entonces la voz de Dios: ¡Este era el último día del mundo, pero algo me hizo decidir que no lo fuera! Muy pocos se hubieran salvado si en estos momentos hiciéramos el juicio, así que habrá una segunda oportunidad…!

La humanidad se relajó, reconfortada.

—¡Pero desde ahora —siguió diciendo Dios— y en vista de la poca capacidad de los cuerdos para gobernar, el mundo será entregado a los locos. Tal vez ellos consigan la Salvación de la especie!
La humanidad calló, bajó la cabeza y se retiró compungida.

Agustín Cortés Gaviño











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