“Este techo apacible que navegan velas como palomas entre pinos y tumbas late…”

Lysandro Zéfiro Deodato Galtier



Nombro la pampa –ala de la tiniebla, gran
ausente- la llanura sufrida de quien mi alma
aprendió el gesto, la actitud,
el relieve rotundo y jocundo perfil.
tierra preclara, pudorosa del sur,
distinta y alta y llena de retrocesos.
Tierra lisa, desfallecida, desfalleciente
más lenta y perezosa aún
que una caricia.
Extensión labrantía del Alba, mezclada con
el Ángel;
Palidez decreciente donde el alma se
despierta y reconoce
como en un prolijo espejo guardián,
donde todo exilio no es sino
severa pervivencia.
Tierra mayor (sola, total y única)
dadora de infinito;
Submergido paisaje, territorio mental
inaccesible.

Tierra embarazada de herrumbrosos ponientes
donde El sol suena como un gong.
donde el sol reclama que su sitio sea
un poco más alto sobre el horizonte.
Tierra allá abajo, al sur abierto,
segura y grande y cercadora
como la serenidad del dolor.

Tierra del contemplar, perfecta y definitiva,
manifiesta y secreta, asentada y desnuda
como la muerte. Desnuda como la luz y
alumbrada por dentro.
¡Pampa, lienzo de la Verónica!

Lysandro Z. D. Galtier



Sólida antigüedad del gesto,
rama desplegada de voces muertas,
sombras del adentro.

Recuerda tú también que una llanura
siempre en suspenso,
-alto remanso de melancolía-
une mi infancia a mi sueño.
Esta llanura (color de playa,
playa ella misma), más grande que ninguna
costumbre; más dolorosa aún
que la ternura oculta, inconfesada.
la llanura primitiva, la extensión
invisible, carne desnuda,
carne desierta y sellada
en donde el cielo comienza.
Y que una época vendrá
-zozobra humana mía, altanera-
en que, en una clara conciencia terrenal
todo esto, todo esto contará.

Lysandro Z. D. Galtier



Último vértigo

Del silencio venido
hacia el silencio voy
hacia fuentes tiendo,
hacia lo absoluto.
Que el mundo latente
de lo manifestado,
ya no ha menester
de otro signo mayor.

Con el pensar, mi cuerpo
-roja tierra de espinas germinado-
poco a poco de mí se libera y me abandona
y no es de pronto sino
vestidura de mi espíritu
y su tabernáculo.

Sucede que, despierto,
no soy más que el objeto,
la cosa y la persona
que por ojo (el ojo,
la lámpara del cuerpo)
percibo,
que siento por palpadura
y por oído escucho,
-todo cuanto pot magia-,
en fin,
intuyo y me rodea.

En mi más alto sueño,
en cambio,
-costumbre de costumbres,
subvida de lo eterno trastornado-
el universo todo,
sin tiempo ni riberas
vibra insondable
en mi dentro
¡Oh milagro del ritmo transitivo,
oh, microcosmos sigiloso!

Soy centro entonces
y horizonte
con el centro y con el horizonte;
Punto de reencuentro y puerta
por un detrás de luz configurados.

Uno en presencia soy
-indivisible y sucesivo-
en la conciencia cósmica
con el infinito,
con mi multitud,
con el Uno.

Insigne resplandor me inunda,
me desnuda y me es,
más, en verdad,
buscando todavía estoy…

En el abismo místico
(en el abismo mágico) sumido,
buscando el rostro estoy que yo tenía
antes de que se creara el mundo.

Lysandro Z. D. Galtier





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