“¿Cómo es posible, que en un momento alguien tenga vida, y al instante siguiente ya no? La mano está tibia, y al minuto siguiente deja de estarlo: alguien se ha ido. El embarazo es similar: no hay nada, y de pronto, hay algo. ¿De dónde vino? Vivo obsesionada con ese momento.”

Marie Howe



El momento

Ah, ese momento así-repentino
en que,               no pasa
nada
y no hay listas de cosas-por-hacer
tal vez               por medio instante
la prisa del tránsito se detiene.
El zumbido del Debo ser, Debo ser, Debo ser
se desacelera hasta callar,
y ya ni se mueven las blancas cortinas de algodón.

Marie Howe


La Singularidad

(a la manera de Stephen Hawking)

¿Quieres a veces tomar conciencia de la singularidad
que fuimos una vez?
tan compacta que nadie
necesitaba una cama, ni comida ni dinero—
nadie se escondía en el baño de la escuela
o solo en casa
abriendo la gaveta
donde se guardan las pastillas.
Porque no hay un átomo de mi cuerpo
que no te pertenezca. ¿Recuerdas?
No había Naturaleza. No
ellos. No había pruebas
para determinar si el elefante
llora la muerte de su cría     o si
el arrecife de corales siente dolor.    Los océanos
arrasados no hablan inglés o farsi o francés;
eso a lo que podríamos abrir los ojos    lo que éramos
cuando éramos océano   y antes de eso
cuando el cielo era tierra, y el animal era energía, y la roca era
líquido y las estrellas eran espacio y el espacio no era
para nada – la nada
antes de que creyésemos que los humanos eran tan importantes
antes de esta soledad espantosa.
¿Pueden las moléculas traerlo a la memoria?
¿lo que era una vez?     ¿antes de que algo ocurriese?
Sin Yo, sin Nosotros, sin alguien. Sin era
Sin verbo    sin nombre
sólo una partícula diminuta rebosante de
es es es es es
Todo   todos   hogar

Marie Howe




Lo que hacen los vivos

Johnny, hace días que la pileta de la cocina está tapada, es probable que se haya caído algún cubierto.
Y el desagüe no quiere funcionar, y huele mal, y los platos sucios se han amontonado

esperando al plomero que aún no llega. Esta es la cotidianidad de la que hablábamos.
Es invierno otra vez: el cielo es de un azul profundo y terco, y la luz del sol se filtra

por las ventanas del living porque la calefacción está muy alta aquí y no puedo apagarla.
Llevo semanas, cargando o dejando caer la bolsa de mercadería en la calle, porque la bolsa se rompe.

Estuve pensando que esto es lo que hacen los vivos. Y ayer, a las corridas entre esas
baldosas flojas de la vereda de Cambridge, derramé mi café en el puño y mi manga,

volví a pensar en eso, y otra vez, más tarde, mientras compraba un cepillo para el pelo. Es así.
Estacionar. Cerrar el auto de un portazo en medio del frío. Eso que tú llamabas deseo.

Eso que al final abandonaste. Queríamos que llegara la primavera y que pasara el invierno. Queríamos que quién sea llamara o no llamara, una carta, un beso– queríamos más y más y después más todavía.

Pero hay momentos, al caminar, cuando me veo a mi misma en el vidrio de la ventana,
digamos, la ventana de la esquina del videoclub, y me siento atrapada por un cariño tan profundo

por mi propio cabello al viento, mi cara agrietada, y el saco desabotonado que me quedo sin palabras:
estoy viva. Te recuerdo.

Marie Howe



Los Hombres, Sus Cuerpos  

Un pene era tan grande y grueso que cuando lo sentí dentro en verdad dije,  guao. Un pene no era circunciso y a mí me encantaba agarrar la pielcita y halarla hacia  abajo para que la cabecita saliera como un hombre diminuto. Un pene era curvo y yo tenía  que moverme de una forma diferente. Un pene era tan amigable que yo nunca tenía miedo  de él. Un pene era tan delgado que yo estaba realmente impactada. Un pene era grueso y  bajito como un cerdito. Un pene no se ponía duro hasta que él lo atapuzaba todo blandito  dentro de mí. Un pene llegaba apenas yo comenzaba a moverme. Lo siento, dijo él, tengo  un problema, pero a mí no me importaba. Yo amaba a ese muchacho. Un pene se reclinaba erecto contra mí casi todas las mañanas, pero yo me salía de la cama como si no hubiera escuchado ni una de sus palabras. Un pene era tan preciado para mí que yo lo besada y lo besaba aunque supiera que había estado con otra persona. Hubo un pene que nunca vi pero  mi mano lo conoció por encima del jean. Un pene amaba tanto el interior de mi boca que  cantaba y balbuceaba. Uno tenía nombre. Uno era un ratoncito. Uno, me explicó él, tenía  unos piojitos muy pequeños, y no pudimos tener sexo por un tiempo. Uno era ortodoxo y no se acercaba a la sangre. Uno tenía una verruga, una bolita dura justo debajo del bordecito. Un pene era muy paciente sin hacer mucho alarde de ello. Un pene tenía un gran sentido del humor. Un pene tenía herpes pero yo no conocía esa palabra aún. Uno era como un martillo demoledor. Uno era un borracho grosero, un patán hiriente. Uno dormía dentro de mí, muy cómodo y en casa.

Marie Howe



Magdalena 

Antes del Comienzo 

"¿Fui virgen alguna vez?"
¿Alguien me tocó antes de que pudiera hablar? 

¿Quién me tenía antes de saber que era un yo? 

Para que quisiera ese toque una y otra vez
sin saber quién o por qué o de dónde vino?

Marie Howe



Oración

Alguien o algo se inclina cerca de mí
y trata de contarme la única historia cierta de mi vida: 
una nota, 
baja como un bombo, tocada una y otra vez: 
empieza el verano, 
y el hombre que amo ha olvidado mi olor 
mi manera de gemir cuando me tocaba, mi risa 
cuando me alzaba,
riendo, para acostarme
entre los narcisos desparramados sobre la mesa.
Y Jane está muerta,
y yo quiero ir donde ella fue,
donde fue mi hermano.
Quienquiera que sea el que me susurraba
cuando yo era una niña en la cama de mi padre
ha regresado y no puedo dejar de escuchar:
Así es,
así fue y así será—
golpeada una y otra vez—aterrada en las esquinas,
acurrucada atrás en cualquier taxi,
temerosa de gritar en medio del tráfico y que nadie me reconozca
o sepa donde llevarme.
Hay, casi recuerdo,
otra historia:
corre junto a esta como un arroyo junto a un tren.
Los gorriones la conocen; la hierba crece con ella.
El viento sopla a través de las ramas más altas
y parece no herirlas.
Dime.
¿Quién era yo cuando pronunciaba tu nombre?

Marie Howe



Pero hay momentos, al caminar, cuando me
vislumbro fugazmente en la vidriera de la
tienda de la esquina, por ejemplo, que siento
un amor tan profundo
por mi propio pelo en el viento, mi rostro
cuarteado, mi abrigo, que me quedo sin
palabras: Estoy viva. Y te recuerdo 

Marie Howe










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