Decisión en la huida

Toma el teléfono con seguridad y marca el número. Tan pronto oye que le responden, exclama:

—¡Me voy para siempre!… ¡No volveré!

Del otro lado una voz monótona replica:

—Teléfono desconectado —clic— teléfono desconectado…

Abraham Dantus B.


El temblor

Se dejó sentir el terremoto, el castillo empieza a vibrar y de sus torres empiezan a volar las malas costumbres, las viejas creencias, los chismes, las mentiras, la suciedad; la vibración sigue y caen los gobiernos tiranos, las religiones fanáticas, la moral mojigata, la ceguera mental, la televisión. Ya en ruinas huyen del castillo los malos amigos, la obscuridad, los alimentos y bebidas tratados químicamente, el esmog, y demás polutantes. A un lado de las ruinas un arqueólogo desentierra, cientos de años después, una cara de un niño sonriente.

Abraham Dantus B.


Ensimismamiento

A la hora del cofi-breik bajé a la cafetería de la planta, pedí un café. Estaba cansado de la rutina y de mi trabajo, tenía que descansar.
Mientras sorbía lentamente mi café me puse a observar una pintura marina, bastante mala, que colgaba de la pared.
Pensé en Acapulco, en el mar, puestas de sol, Puerto Escondido, me iba absorbiendo cada vez más y más.
Salí de este ensimismamiento cuando una ola mojó mis pies.

Abraham Dantus B.


Tres huidas

Quería huir de su familia, de su casa. Esta tenía tres puertas.

Ya decidida, abrió la primera y vio la cara de su padre; abrió la segunda y vio la cara de su madre.

Abrió la tercera y se vio ella misma.

Abraham Dantus B.


Vía lactea

Si hicieran una autopista directa entre mi deseo y tu región púbica, ¿crees que aprendería el género humano a poner la vagina en su lugar?

Abraham Dantus B.











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