Canción de los sueños muertos

Uno a uno
mis sueños,
bajo yo no sé qué ala perversa
se han ido muriendo.

El jardín interior no repite
la sombra de mi eco.
Ya no soy el muchacho que sueña,
se han ido los versos…

La ambición del laurel se ha dormido,
el romántico cisne se ha muerto,
la sutil sensitiva desmaya
y se adentra en el alma el invierno…

Armando Ulloa Muñoz 


Égloga

Lejos de la estulticia quiero tejer mis rimas,
donde no alcance el grito de los doctos graves,
y dar cantos serenos y emociones óptimas
y dejar que el espíritu vuele como las aves…

Donde pueda sentir el ritmo de las horas,
y aguzar los sentidos en un silencio sabio,
y ver el corazón desnudo cuando llora
y entreabrir las pupilas limpias de todo agravio.

Quiero vivir la vida anónimo y sereno,
humilde y encantado en mi heredad lejana;
saturarme de sol sobre los campos buenos
y beber el rocío fresco de las montañas.

Quiero en las noches blancas, bajo la luna errante,
copiar de las estrellas el temblor emotivo,
y lleno de dulzura y de emoción fragante,
tenderme sobre el césped y quedarme pensativo…

Y ver caer las tardes y llegar los crepúsculos
encendido el espíritu, el corazón abierto,
y pasar de la tierra – insensibles los músculos-
a la vida encantada en que viven los muertos…

Armando Ulloa Muñoz 


Quiero vivir la vida, anónimo y sereno,
humilde y encantado, en mi heredad lejana:
saturarme de sol sobre los campos buenos
y beber el rocío fresco de las mañanas...

Armando Ulloa Muñoz 


El hombre de la tierra

Buen campesino labra tu campo, abre los surcos,
y esparrama los firmes granos con mano pródiga:
las semillas que hoy riegan tus sudores fecundos,
fecundas te darán mañana el pan que comas.

La tierra, a tus esfuerzos, como una buena esposa
se rendirá y humilde te brindará sus frutos;
tú le darás en cambio tus lágrimas gloriosas,
la sangre de tus venas y el vigor de tus músculos.

Y así, cuando ya sientas temblar tus manos rudas
y esté presto tu espíritu para emprender el vuelo,
ella y tú habréis formado un nudo tan estrecho
que, cerrando los ojos y mirando la altura,
tú, como última ofrenda, le ofrecerás tus huesos,
y ella, en último pago, les dará sepultura…

Armando Ulloa Muñoz 


Soneto

Para escribir mis versos diáfanos y sencillos,
dos cosas sólo pido, con la humildad de un ciego:
un rincón que perfumen rosa, menta y tomillo
y –¡oh musa inolvidable!– soledad y sosiego.

Quiero que en ellos quede todo lo que fue mío,
la vida que renace con el primer retoño,
el sol que cubre de oro las mieses del estío,
los frutos del invierno y el vino del otoño.

Que viva en sus estrofas todo lo que florece,
el corazón cansado que se rejuvenece,
los sueños de la infancia que marchitó la edad.

Los árboles cargados de frutos esplendentes,
los pájaros, las flores, los bosques, las vertientes
y el alma melancólica de mi vieja heredad.

Armando Ulloa Muñoz 














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