"Creo que lo bueno es aquello que aumenta mi potencia vital al estar de acuerdo con mi íntima naturaleza: su signo psíquico, corpóreo y espiritual es la alegría, porque esta subraya y rubrica mi adhesión entusiasmada al mundo y a lo real; la tristeza, por el contrario, merma mi potencia de ser y cifra el odio explícito o tácito hacia la vida, proyectándose hacia afuera y hacia adentro en forma de remordimiento, de vergüenza y de auto-odio; y, en segundo lugar, el demonio de la pereza existencial, del dominio espiritual de la inercia por medio del cual uno se paraliza y le cede todo el terreno de la propia alma a la pulsión de muerte y a la desesperación.  Mi quehacer literario trata de hacerle frente a esos dos peligrosísimos “demonios”."

Armando Rojas Guardia


"La paz  es mi más importante conquista espiritual.”

Armando Rojas Guardia



"Los  escolásticos afirmaban que la paz es “la tranquilidad en el orden”. Yo soy un obseso del orden mental. No puedo funcionar existencialmente sino desde un riguroso orden interior. No concibo otra manera de que mi vida tenga dirección y propósito. Por eso mismo le concedo gran importancia a la paz. Nada hay tan valioso como ella: junto con la alegría, constituyen los dos signos principales de la presencia del Espíritu de Dios en nuestra interioridad."

Armando Rojas Guardia



"Mi trabajo literario quiere comunicar y compartir la lumbre de esa conquista espiritual. La literatura, y en especial la poesía, es un pan precioso que se reparte y se comparte: ¡ojalá mis páginas puedan acercarle a mi lector un poquito de  calma meditativa, de serenidad oferente, de paz medular!"

Armando Rojas Guardia


Olvido involuntario

Yo sé que debo recordar algo que supe,
algún sanguíneo secreto hoy coagulado,
el nombre escuchado en la prehistoria
(alguna confidencia prenatal),
la raíz de mi memoria fisiológica,
la luz del fondo que me alumbró de pronto
y se quedó, como grano de anís, en mi cerebro,
(…)
el instante que me busca a cada hora,
la fecha que me espera y que olvidé.

Armando Rojas Guardia


Patria

Alguna vez amamos, o dijimos amar,
la terquedad sombría de tu fuerza.
La voz del padre enronquecía
al evocar calabozos, muchedumbres,
hombres desnudos vadeando el pantano,
llanto de mujer, un hijo
y más arriba (dónde arriba?)
el trapo contumaz de una bandera.
Supimos, lenta y vagamente,
que lo imposible te buscaba
extraviándote los pies
-aquellos pies de Hilda obsesionaron
a mis ojos de niño: su corteza
terrosa, vegetal, desconcertada
sobre la pulitura del granito.
Tal vez una tarde, entre los campos,
la música te deletreó de pronto
al lado de algún bosque, una colina,
un lago triste que se te parece:
la misma terquedad al revelarte
ávida no precisamente de nosotros
(los efímeros, los quizá, los transeúntes)
sino de tu pátina absurda de grandeza
-esos sueños opulentos de la historia
que son más bien su horror, su pesadilla.
Ahora que te conoces vil, prostibularia,
porque tanta voluntad ecuestre
se apeó bajo el sol a regatear
y el héroe mercadeó con su bronce
y el oro solemne del sarcófago
adornó dentaduras, fijó réditos,
y no hay toga ni charretera ni sotana
que te oculten cuadrúpeda, obsequiosa
por treinta monedas ancestrales,
yo me atrevo a cubrir tu desnudez.
No es verdad que te vendiste. Tú anhelabas
dilapidarte brusca, totalmente:
un lujoso imposible.
Lo sabías,
siempre lo has sabido y como siempre
aras en el mar. Te concibieron
con voluntad precisa de fracaso.
Cómo afirmar, pasito, que hoy te quedas
en la dificultad de sonreírte
levantando los hombros, desganado,
y diciéndote con sorna, con ternura,
mañana sí tal vez. Quizá mañana...

Armando Rojas Guardia


Poema de llegada

Cuando tú vienes
tú el vacío el nada el ya.
el que yo no sé su nombre
ni interesa
cuando tu vienes
me siento perder voz
me seco de palabras
sueno
simplemente
como tú
sin queja sin golpe
sin crujidos
sueno como tú
Cuando tú vienes
tengo prisa
por decir
por llamarte de algún modo
por nombrarme
a mi también
para al fin reconocerme
en tu presencia
me abalanzo precipito
sacudo la quietud
mancho lo limpio
todo es tan vacío tan gota
inaprehensible
tan exactamente nada
tan silencio
Cuando tú vienes
abro ensancho acojo
me dilato
no sé decir
sino que abro
inútiles clausuras
Tú en el canto
tú el silbo el suave el que no pesas
vuelves hilos levísimos
mis nudos
me desatas
Cuando tú vienes
nada dices
y me dices
Nada pides
Qué vas a ser tú el implacable
el exterminador, el Enemigo
Nada pides
eres
Sólo oigo como eres
sólo oigo como soy
y quiero
ser
así eso que escucho
me abandono
Cuando tú vienes
hay una exacta coincidencia
te miro
en lo profundo
de aquello que deseo
qué mentira
qué imposible
qué estúpido
querer lo que no quieres
querer lo que no quiero
y entonces
ya no es sino la paz
la precisa ubicación
el ser escueto
Cuando tú vienes
no has venido
estás ya desde siempre

Armando Rojas Guardia




Todo está soportado por la risa

¿Qué son los siervos de Dios
sino bufones que tocan el corazón
de los hombres llenándolos con el
buen humor del Espíritu?
Francisco de Asís

Todo está soportado por la risa,
la paciencia del humor.
A esta masa selvática de cosas
que hormiguean, al zumbido
de su abejear insomne, a esta mañana
obesa de la luz, a la lujuria
cromática y sonora de este día
amanecido apenas y ya ebrio
de su propio trajín trasnochador,
en fin, a todo el peso
que es el mundo grávido de sí,
solamente la gracia lo sostiene.
No hablemos de la historia.
¿Cómo no se disuelve, aniquilada,
la épica sangrante, la fatiga
de volver a empezar, el lunes cierto
que se muerde la cola, victimario
y desayunando su masacre?
Yo mismo no entiendo esta constancia
disonante, ruidosa de mi espíritu,
insecto alado que no puede
posarse al fin de una lumbre
que sin embargo lo convoca.
Nadie sabe que la gracia, sólo ella,
sufre el drama letal del universo
y su rutina exacta, establecida
en códigos de orden repetido.
Debajo de la ley flota el humor
que disuelve las cosas, las redime
en una ingravidez, un horizonte donde
se desanuda lo compacto
y lo justo, elevado de potencia,
ya no se reconoce ni se quiere
así mismo, monótono y puntual.
Es la misericordia de la risa.

Armando Rojas Guardia



Yo aguardo al animal dormido

Yo aguardo al animal dormido.
Mientras los otros trabajan lo discierno
moviendo sus patas livianísimas
contra mis sienes ahuecadas.
Se alimenta del ocio que me atonta.
Sus ojos son relámpagos lejanos
ardiéndome en la punta de los dedos.
Su piel es mi voz centuplicada.
Y causa sangre su pezuña fría
helándome el esfuerzo. Lo vigilo.
Mientras los otros yacen o copulan
cebo la trampa del papel
bajo la lámpara neutra, distraída.
Estudio la forma de amansarlo
con un golpe de luz sobre mi frente,
una imagen capaz de sostener
la inocencia cabal de su estatura.
Remuevo símbolos sagrados
para atraerlo al centro de esta hoja
blanca de esperarlo. Mitos sonoros
fraseados por el ritmo del lenguaje
intentan acunarlo levemente…
Pero el animal desaparece
justo en el instante de apuntarlo
con la palabra artera y su veneno.
El olor perseguido se anonada
cuando flota ese pálpito que extingue
la escritura en su límite preciso.
La idea es ya una horma para nadie.
Mi voz retrocede en la garganta.
La trampa está rota para siempre.
En la distancia frágil de la página
el animal es rastro, sólo fuga:
cuaja entonces inútil el poema.

Armando Rojas Guardia



"Yo fui un hombre que tuvo una conciencia muy precoz de su homosexualidad. A los doce años de edad ya sabía que era homosexual.  Fui  educado por los jesuitas, y esa formación la agradezco en muchos sentidos porque estuvo repleta de preocupación social y alegría vital. Pero la doctrina oficial de la institucionalidad católica afirma que la inclinación homosexual es pecaminosa, intrínsecamente desordenada; por eso, desde muy joven tuve que habérmelas con la culpa y también con el acoso, el rechazo y la represión. A los dieciocho años ingresé al noviciado jesuita: fui jesuita durante cuatro años.
Salí de la Compañía de Jesús porque sabía que la gran deuda existencial que tenía pendiente conmigo mismo era el logro de la reconciliación con mi instintividad corpórea, con mi orientación erótica.  Me ha costado un gran esfuerzo de estudio, investigación y reflexión llegar a la convicción de que la fe cristiana, incluso católica, es perfectamente compatible con la homosexualidad asumida. El deseo y el infinito rezuma, todo él, la plenitud interior y la paz que produce aquella reconciliación."

Armando Rojas Guardia


“Yo soy homosexual, soy poeta, soy pobre, soy esquizofrénico.”

Armando Rojas Guardia















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