El perfecto patriotismo

"Yo no sé, decía Juan,
por qué motivo o razón
tienes empleo, Ramón,
y a mí ninguno me dan
cuando soy de la facción.
¿Qué más pudiste tú hacer
que lo que hice? Charlar,
y mentir y calumniar,
de un polo a otro correr,
y a todo el mundo engañar.
De ese modo se logró
que triunfásemos al fin,
y por eso Pelantrín
de presidente se vio,
merced a nuestro trajín.
Si yo tanto trabajé
en la maldita elección,
¿por qué motivo, Ramón,
sin pitanza me quedé,
y metido en un rincón?
Ya puedes tu conocer,
Ramón dijo a su parcial,
que el tesoro nacional
un coto debe tener,
lo que en verdad es un mal.
Es imposible cumplir
con todos contra el rigor
de la escasez que da horror
en el tesoro; es decir,
que no puede ser mayor.
Bien puede ser eso así,
el triste Juan contestó;
pero en verdad no sé yo
que eso me convenga a mí.
A Baco juro que no.
Si de balde trabajé
en la maldita elección,
iréme a la oposición,
y quizá me vengaré
en una revolución.
Y así fue, sin más ni más,
como Juan echó a correr
al mismo bando que ayer
llamaba de Barrabás
y decía aborrecer.
Eso pasó en el Perú,
en México, El Salvador,
En Chile y el Ecuador,
y doquier que Belcebú
hacer pudo su labor.
¿Qué tenemos que extrañar
que Juan pareciese infiel
a su partido, cuando él
nada podía esperar
quedando firme en aquel?
¿Quién un partido siguió,
o dos partidos o tres,
dando continuos traspiés,
sino porque em esto halló
su personal interés?" 

Antonio José de Irisarri


En qué consiste, mi señora Musa

¿En qué consiste, mi señora Musa,
que todos pueden hoy ser escritores?
¿Será este siglo el de la ciencia infusa?
¿Será que los talentos son mejores?
¿O será que el orgullo y la ignorancia
nos dan la presunción y petulancia?

En los tiempos oscuros de mi abuelo
eran pocos los hombres que escribían,
y aquéllos estudiaban con desvelo
las cosas que tratar se proponían:
hoy escribe cualquiera su folleto
cuando apenas conoce el alfabeto.

¡Cuánto costaba hacerse literato
en aquella maldita edad de cobre!
A serlo no llegaba un mentecato
por más tinteros que agotase el pobre;
pero hoy es literato y erudito,
el que pasa su vida en un garito.


¡Malditos tiempos fueron los pasados!
¡Bendito diez mil veces el presente!
Sólo pudo nacer por sus pecados
en los primeros la cuitada gente
que estudiando las noches se pasaba,
y el libro de la mano no dejaba.

En nuestros días, que envidiara Numa,
cualquiera perillán, cualquier zoquete,
en teniendo papel y tinta y pluma,
una mesa, una silla o taburete,
escribe sin pensar en lo que escribe,
y el nombre de escritor toma y recibe.

Pensaron los antiguos como Homero,
que antes de entrar al gremio de escritores
debían ser gramáticos primero,
y estudiaban los tontos, ¡qué de errores!,
como si fuesen niños de la escuela,
la lengua que heredaron de su abuela.

¿Qué importa conocer analogía,
esa sintaxis, la ortología vana,
esa prosodia, ni esa ortografía?
¡Invenciones de aquel que tuvo gana
de sujetar a regla los talentos,
pretendiendo igualar entendimientos!

Mira a Juan, a Martín, a Bernardillo,
a Manuel y José, Pedro y Mariano,
que hicieron de su lengua un baturrillo,
y hablaron jerigonza en castellano,
sin haber dedicado una sola hora
a estudiar la gramática española.

Estos y otros que todos conocemos,
escriben y publican sus papeles,
que corren por las calles todos vemos
en cubiertas de dulces y pasteles,
o yacen en los sucios bodegones
sirviendo de escondrijo a los ratones.

Escritores han sido los citados
que nos dieron políticos consejos
de sus vanas cabezas escapados,
como huyen de sus cuevas los conejos
sin temer al lebrel que les atrape,
por más que se les grite: «¡Zape!, ¡zape!»

¡Todos estos Tostados fritos fueran!
De su siglo encomiando la excelencia
las grandes luces sin cesar ponderan;
pero en Dios, en verdad, y en mi conciencia,
que si son nuestros días tan brillantes,
brillan en ellos grandes ignorantes.

De Juan de Gutenberg cantan la gloria
por haber inventado nuestra imprenta,
el trasto que conserva la memoria
de nuestra merecida y dura afrenta.
Sin estos trastos en edad tan culta
mucha ignorancia quedaría oculta.

La imprenta ha sido tentación impía
de muchos ignorantes infelices;
que de autores tuvieron la manía
sin saber donde tienen las narices
y nos sacaron a lucir su pata
porque era el imprimir cosa barata.

¡Cuánto mejor el Gutenberg hiciera
en haber inventado un armatoste
de que el tonto hacer uso no pudiera,
o que fuera el usarlo de gran coste!
Así a lo menos, pagarían caro
los necios escritores su descaro.

Pero el maldito Gutenberg aunado
con sus dos hugonotes compañeros,
todo el mundo nos trae trastornado;
por ellos ya no hay sastres, zapateros,
ni gañanes, siquier, ni zurradores,
pues que todos se hicieron escritores.

¿Qué ventajas nos trajo aquel invento?
Las artes han perdido muchas manos,
las costumbres sufrieron detrimento,
ni artistas ya se encuentran, ni artesanos:
están sin oficiales los oficios,
y entregados los hombres a los vicios.

Pues tantos males nos trajiste, imprenta,
al demonio te doy de buena gana,
y al ente sin razón que te fomenta.
Acábase contigo la jarana
que a los hombres nos trae tan revueltos
desde que andan por ti los diablos sueltos.

Lluvia de rayos sobre el suelo venga,
que los tipos destruya y fundidores,
y cuanto al arte de imprimir convenga;
así tendrán los campos labradores,
volverá el zapatero a su zapato,
el sastre a su tijera, el pillo al hato.

Antonio José de Irisarri


"No pudo, pues, pasar por Otábalo sino el 23 ó el 24, y no ya el 25, porque no le quedaba tiempo para llegar el
27 al anochecer á Pasto, siendo así que no se andan por aquellos caminos cerca de cincuenta leguas en cuarenta y tres horas, sin descansar; ni hay caballos que resistan semejante viaje, ni jinetes que no necesiten de reposo.
Pero aunque baste lo dicho para echar por tierra el testimonio del capitán Plaza, consideremos todavía otros absurdos que contiene y lo desacreditan, haciéndolo inadmisible. Cuando aquel testigo hubiese tenido toda la luz del sol en el más claro día, no habría podido ver sino una cosa que no era fácil de creerse, porque siempre es preciso que descubramos algún fin en las cosas que se hacen. Y ¿cuál pudo ser el que se tuvo para disfrazar á aquellos soldados de una manera tan ridícula y tan torpe?
Quiere hacérsenos creer que se disfrazaban aquellos hombres para que no se conociera que eran soldados; y para esto se supone que se echan unas ruanas encima, y cambian los morriones por sombreros y se cubren las caras con pañuelos; pero llevan las carabinas y los sables á la vista, pudiendo llevar estas armas bien ocultas. ¡Excelente invención para no dar á conocer que son soldados disfrazados! Se disfrazan éstos, y el coronel que los conduce va con su cara descubierta, diciendo por todas partes: Vean ustedes esos disfrazados con que voy á hacer una cosa que no debe dejar ninguna sospecha contra mí.
¿No es esto ciertamente inconcebible? ¿No es necesario carecer de sentido común para inventar una torpeza semejante? Y se quiere que esta torpeza fuese cometida por el astuto, por el intrigante, por el malicioso general Flores, por aquel hombre á quien sus enemigos nos pintan ocupado incesantemente en combinar las más pequeñas circunstancias para el logro de sus fines.
Pues si aquel general era astuto, si era un ejercitado intrigante, si era un hombre malicioso, es preciso que el que quiere hacerle cometer las tonterías que nos cuentan, sea bien imbécil, bien estúpido, para no advertir que sus invenciones carecen de sentido común y que no son propias del hombre á quien tratan de atribuirlas."

Antonio José de Irisarri
Historia critica del asesinato cometido en la persona del gran mariscal de Ayacucho


Oda A un tribuno

"Haces mal ¡oh Tribuno!
en incitar al pueblo a los motines,
creyendo que oportuno
será para tus fines
el valerte de medios tan ruines.
Hoy eres demagogo,
y mañana la víctima habrás sido
del fiero desahogo
del pueblo enfurecido,
por tus inicuas artes corrompido.
Teme, teme el ejemplo
que dando estas al vulgo temerario:
y no creas que templo
hallarás ni santuario
que te dé asilo en el azar contrario.
Enseñas impudente
a romper de las leyes la barrera,
que al pueblo inconsecuente
los ímpetus modera,
y al hombre le separa de la fiera.
¿Cómo el dique destruyes
con que el mar de pasiones se sujeta,
sin ver que tú te incluyes
en la ruina completa
que es preciso que todo lo someta?
Tú, el fiero incendio atizas
para hacer de la patria inmensa pira
que reduzca a cenizas
cuanto a la paz conspira,
aquella dulce paz que Dios inspira.
Sigue, sigue en tu intento;
mas aguarda temblando el resultado
de tanto atrevimiento;
pues tú serás penado
con el mal que tú mismo has preparado.
Ese pueblo tranquilo
a quien tú vuelves fiero y sedicioso,
no será ya el asilo
del hombre laborioso,
ni la mansión del justo y del virtuoso.
Será de turbulencias
la fragua permanente, de venganzas,
de discordias, pendencias,
traidoras acechanzas,
y trastornos eternos y mudanzas.
Y en esta fragua misma
en que se forje sin cesar el daño
que viene con el cisma,
tú serás de tu engaño
la víctima expiatoria en modo extraño.
Y serás, no lo dudes,
cual otros fueron que constante imitas,
que a falta de virtudes,
sus astucias malditas
emplearon con fatigas infinitas.
Y por lograr un día
del aura fácil que consigue el necio
por esta infame vía,
recibieron el precio
de hacer venir la ley en menosprecio.
Y justo es que así sea,
y así lo quiere Dios por su justicia;
que aquel que se recrea
en su propia injusticia,
la pena le prepare su malicia.
Así contar ya puedes
con que serás un día aprisionado
en esas mismas redes
que tiendes tan confiado
en tu sola ignorancia, desdichado!
Serás escarnecido,
de injurias mil y de baldón cubierto,
por nadie protegido,
y ten por caso cierto
que a manos de asesinos serás muerto.
Y tal será tu suerte,
de aciaga, de fatal y de terrible,
que tu trágica muerte
verá el mundo insensible,
aunque tu fin parezca el más horrible.
Porque tal fue la pena
que impuso Dios al hombre criminoso,
que emprende la faena
de turbar el reposo
que es del orden social eje precioso."

Antonio José de Irisarri



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