"Acá me tienen, Bulnes y Perón. Otra vez en el camino de la vida pensando cuál agitar para hacer una moneda, cómo robar, estafar y hacer una changuita, todo a la vez. Hace dos minutitos era feliz, volvía a casa del supermercado llevando la bici por el volante con una mano, caminando, dejando que el aire pegajoso de la tarde me pegue en la cara. Voy altivo, mirando a las chicas deportivas de la calle. Todo en Buenos Aires tiene un aire de pantaloncito blanco deportivo. Lo encuentro a mi amigo el portero sentado en el umbral de una puerta. Vaya, encallaron las focas, pensé. Al acercarme lo veo llorando, abrazado a una botella de cerveza. Mi amigo, el Portero, es la persona más dulce y generosa del barrio de Almagro. Mi amigo, el portero, se la banca y pelea con todos los del Suterh. ¡Una tarde los corrió a las piñas a los del gremio de Santamaría! Ustedes deberían pasar a saludarlo, charlar un poquito con él, y serían mejores personas. Deberían darse un baño de vida y caminar por la calle Perón, acercarse al edificio destruido frente al Eki Descuento y ahí lo verán con la franela en el bolsillo del jean y el unifón en la mano. Todas las mañanas habla con su hijo. El vidrio ámbar es común en él, diría casi que es parte de su panza, pero las lágrimas... ¡Las lágrimas, no! Pos mi amigo el portero, es la persona más alegre y generosa del barrio de Almagro, La Paternal y el Planeta. Y ahora lo tengo, acá, mamones, llorando, destruido, recortado por los rayos de la rueda de mi bicicleta. Su cara deforme de ballena me mira con sus ojitos negros."

Washington Cucurto
El curandero del amor


"Me pone contento que escritores así te referencien. Primero, nunca pensé que iba a escribir y segundo, nuca pensé que iba a durar tanto en el tiempo. Tuve suerte."

Washington Cucurto


Oración del repositor en el supermercado

Señor,
aquí estoy gozoso de salud
y lleno de trabajo,
frente a las góndolas de las verduras
aquí estoy en el supermercado
y todavía no he visto al amigo Whitman;
estoy entre batatas y papas y coliflores alegres
soñando colifloreamente,
con chicas cola de pato.
Señor,
te habla tu hijo shiome
la jugada a favor que te salió contragolpe.
Haz que el arroyo Sarandí se cristalize
con un suave y delgado movimiento de tus dedos
que a sus bordes cristalinos crezcan
tilos,
eucaliptus
y moreras en cinta
para cuando ella baje del 148
pose su dorado pie sobre el asfalto de Sarandí.
Entonces el ruiseñor volverá a cantar en la pampa.
El picaflor volverá a libar la flor en el campo.
Berazategui será un camino de canciones.
Ezpeleta la ciudad perdida para el amor.
Señor,
haz que paren las lluvias en Concordia
que este niño caprichoso deje de llorar
que la corriente del niño desaparezca
sino pobre del superpoeta Durand, Daniel.
¿Perecerá bajo las aguas de Concordia?
Señor,
haz que los muchachos de la selección
jueguen la final
del evento más hermoso de la tierra,
del deporte mas poético del mundo,
fútbol-poesía-viva,
la destreza del pie y la armonía de la pelota.
Reservanos un lugar para nosotros
los intelevisivos,
grasitas de Evita,
ciudadanos nunca ilustres,
los que la puchereamos día a día.
Reservanos un lugar
aunque sea en el banco de suplentes,
el jujeñito que juega en la Puna
donde no flamea la albiceleste;
ayudá a estos malandras,
sátrapas,
rantifusos de la esférica,
atorrantes de la gambeta,
malcriados del hincha.
Dios mío,
soy un grasita que apenas ve un pozo en la calle
un bondi laburando a full los amortiguadores
en el empedrado;
la poesía negra y mala
como tenaza de carpintero,
arisca como una moto.
¡Danos un gol, Señor!
Que es el pan y la alegría de los pobres;
que cuando ella baje del bondi
el arroyo Sarandí sea un camino de canciones,
de vez en cuando me mire,
deje de scanear códigos de mortadela.
Haz que Diego vuelva
y tanos, gallegos y brazucas
caigan rendidos a sus pies
es decir su zurda
¿Angelical o demoníaca?
Afiná la puntería del fino Crespito,
goleador sin goles,
romperedes sin red,
iluminá al rabonero Matias Almeyda
refiná la zurda refinada de Fernando Redondo.
Ayudá a Gabriel Battistuta,
florentino y dantesco,
arcángel de toda alegría,
dueño de toda dicha.
Danos un gol, señor.
Gol celeste y blanco,
gol azul y oro,
gol granate,
gol de River Plate,
gol tripero y pincharrata,
por las calles de La Plata,
gol en Avellaneda
cruzá la pelota
de vereda en vereda
gol rosarino
leproso y canalla,
gol de pura suerte
como ganarse una mina
por Corrientes,
gol con olor a muerte
gol funebrero
gol de emboquillada,
gol vertiginoso
gol de Lopez Piojo,
gol con ritmo culebrón
como los de la Bruja Verón.
¡Danos un gol, Señor!
que se lo gritaré a mi jefe,
se lo dedicaré a mi madre.
La pelota nos espera
en el centro del campo:
Dulce mariposa vencida por la lluvia.
Barrilete sin luna,
esfera cósmica,
caja de coral donde los hombres
guardan los sueños más sublimes.
La pelota nos espera, riacha,
flotando en un charquito,
como una cebolla embarrada
en la pileta del verdulero.
Tu sabes, Señor,
si Argentina gana en Francia
la Nación volverá a ser
esa casita de chapa al costado de la ruta;
reverdecerán las flores,
el ruiseñor volverá a cantar en la pampa,
el picaflor volverá a libar la flor en el campo.
Los desocupados tendrán el corazón ocupado de alegría.
La inflación será un Frankestein reconquistado,
los perros dejarán de ser discepolianos.
La negra baja del bondi y se calza
la chabomba con cancha.
Ponete la albiceleste,
que todos sabemos que vos sos
argentino.

Washington Cucurto seudónimo de Santiago Vega


Primer mundo

Como en un poema de Cisneros pasa
frente a mí un Mercedes deportivo –ahora
detrás de él, como cola de novia, una moto buenísima
y cara–con su dueño Brad Pitt, tomando sol en su asiento,
un auto pequeño con la forma de una nave espacial.
Una preciosa pareja de ancianos, hace real lo imposible:
que la vejez pueda ser algo placentero y hasta grosso.
La joven corre con un manojo de papeles hacia el auto.
El ruido de sus tacos es para mí una música.
Y ahora lo que me faltaba, una parejita de adolescentes.
Ella rubia, platinada, con una casaca de los campeones de México 70.
Él elegante, imagínense ustedes.

Washington Cucurto


"Trabajo mucho de manera espontánea y queda algo deforme, fragmentario. Escribo mucha poesía, lo que pasa es que nunca tiene la repercusión que puede tener una novela, la novela siempre llama más la atención. Los libros de poesía quedaron en un círculo."

Washington Cucurto





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