"Me introdujo en un salón. Era el estudio. Divanes, estantes colmados de libros, cuadros, lámparas de enormes pantallas, bibelots, retratos de indescifrable dedicatoria. Preparó el té, encendimos cigarrillos y conversamos.
Del muchacho débil de Chile no queda en él sino el idioma. Y hasta el idioma va transformándose, llenándose de vocablos extranjeros, haciéndose más objetivo y preciso. En cuatro años de Berlín han variado sus fisonomías espirituales y físicas. Como todos los latinos que se radican en tierra sajona, ha pagado, primero, el tributo del choque de la raza. Luego, en la lucha por la vida, entre estos hombres de vida fuerte ha encontrado el provecho de una escuela.
-“Y quieres que te diga algo de mi vida, dice. Como tú sabes, salí de Chile hace cuatro años. Llegué a Alemania en plena inflación. Entonces, tener un dólar en el bolsillo equivalía a poseer una fortuna. La existencia era atrozmente difícil para los alemanes. En cambio los extranjeros se daban vida de grandes duques. Con un peso chileno se podía pagar el arriendo de un mes en un lujoso apartamento. Mis primeros quince días de Berlín los viví en un palacio. Escalera de mármol, lacayos de librea, buena mesa... Todo, todo lo que la holgura económica pueda proporcionarnos. Era el tiempo en que las vírgenes se ofrecían al transeúnte por un puñado de monedas o por una invitación a comer."

Alberto Rojas Jiménez
Chilenos en París



No encendáis las lámparas

No encendáis las lámparas
ni me llaméis.
Dejadme aquí sin luces.
Mi alma está mejor en la penumbra.

Ved cómo la sombra maravillosa
envuelve mi frente.
Mirad mis manos,
mirad mi aspecto dulce
y que os oiga decir:
“Dejadlo está soñando,
dejadlo solo, allí sin lumbre”.

Alberto Rojas Jiménez


Primer manifiesto Agú

En un principio la emoción fue.
Agú. Lo elemental. La voz alógica.
El primer grito de la carne.
Hoy sólo queda la palabra, sobajeada y sobajeada.
Lunar postizo, colorete.

Fuera hilvanes!…

El agua es el agua.
La tierra es la tierra.
El cielo es el cielo.

No busquemos.
Glosemos sólo la emoción orgánica de lo que está: la célula, el corpúsculo de luz
[y de sonido.
Señalemos el punto vital de cada instante.
Afirmemos la trascendencia de las fiestas espontáneas.

No busquemos.
No busquemos.
No busquemos.

Recibamos.

Seamos ánfora: Espejo-Nervio.

Reivindiquemos el sobresalto, la caricia fugaz, el mordisco…
La tristeza de la grasa sobre el abdomen…
El juego de los músculos…

Vamos a la Emoción Desnuda.
Sin forma. Sin forma.
… … … … … … … … … … …
–¿Se emociona Ud. en endecasílabos?
… … … … … … … … … … …

¡EL GRITO!… ¡EL GRITO!… ¡EL GRITO!

Poetas:

A sincerarse. El paso ha sido dado.
Agú es la Verdad. Lo Espontáneo.
Agú no necesita aprendizaje. Ni lecturas. Ni erudición.
Agú está.

Alberto Rojas Jiménez



"Un rumor de fiesta llenaba las calles. Observando que las tiendas y almacenes aún no habían cerrado sus puertas y las vidrieras aparecían iluminadas, recordé que era Noche
Buena.
Este descubrimiento me produjo cierto malestar. Pensé que es grato en estas ocasiones estar acompañado; vino a mi memoria el hogar lejano y desaparecido, y mirando los hombres y las mujeres que pasaban a mi lado por parejas o en grupos; adivinando en ellos o en los niños que reían y retozaban enseñando juguetes y aguinaldos de Navidad, un regocijo íntimo y egoísta, me fui dejando invadir por una nostálgica tristeza.
La avenida estaba llena de gente; un murmullo de colmena una densa nube de polvo flotaba por encima de todo. Los vendedores ambulantes pregonaban su mercancía, y de vez en cuando el grito de una corneta o el ruido áspero de un cencerro, rompía la atmósfera pesada y cálida.
Una muchacha me ofreció el tradicional ramillete de albahacas; lo cogí y dejé en sus manos una moneda.
La alegría popular no lograba contagiarme. Hubiera querido hablar a alguien, escuchar la voz de alguien, contemplar un rostro conocido y querido. Sintiéndome extranjero entre la muchedumbre, decidí abandonar la avenida y caminar hacia los malecones.
La calle que ahora cruzaba era estrecha, oscura y poco frecuentada.
Del fondo de la calle venían el viento y el ruido del mar. Me di de lleno a mis reflexiones, y aflojé el paso. El recuerdo amable de las nochebuenas de mi infancia llenó mi corazón.
Rostros queridos y casi olvidados surgieron en mi memoria, y la pesadumbre de la vida actual, miserable y doliente, me atenazó hasta la amargura."

Alberto Rojas Jiménez
Navidad


Yo era el poeta vestido de niño,
en el año triste en que los niños rompieron flores.

Alberto Rojas Jiménez









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