“Al crear un seudónimo me estaba apropiando de una identidad. Quería ser yo mismo. Efraín era por mi segundo nombre, pero el primer nombre de mi padre, y Barquero, recuerdo que una vez dije que era por los barqueros del Maule, donde pasé algunas temporadas de mi infancia”, señaló hace tres años el escritor. “Pero también tiene que ver con el mito de Caronte, el barquero de la parte del Infierno de La divina comedia. Es un seudónimo que está relacionado con la muerte...
Misteriosamente, el día en que publiqué mi primer libro, estimulado por tres amigos, puse el nombre de Efraín Barquero, ese día tuve que viajar a ver la agonía de mi padre, quien murió esa misma noche. Recuerdo que ese día llegó un telegrama a mi madre relatando que él estaba mal y yo viajé en una micro desde Santiago a Teno, donde estaba mi padre. Yo firmé ese día mi libro y ese día murió mi padre."

Efraín Barquero


Arte poética

Estoy lleno de símbolos de carne y hueso,
y mi canto es una fábrica terrestre
donde los versos padecen y se afanan
con la misma intensidad que los hombres.

Mi poesía nace de una dura jornada,
y es un producto conmovido del tiempo
que conoce el sinsabor de los pobres
sometidos por una vida injusta.

Mi voz no está suavizada por alfombras
ni tiene la prosodia almidonada
ni anda con el acento a la última moda.

Más bien es la exclamación ofendida
que se traga en un sollozo las últimas letras.
Más bien es una construcción de madera
golpeada con resoplidos y martillos.
Más bien es la cacofonía molesta
de un tísico ahogado en sangre machacada.

Yo no escribo con drogas ni con plumas de cisne,
ni resbalándome por pisos encerados:
casi siempre me dejo llevar a empellones
por la inspiración rechazada de un mitin.
Muchas veces es un obrero accidentado
el que me hace pensar desordenadamente
en lo esencial de la vida y de la muerte,
mientras corro a su lado con mis páginas
en blanco para estancar su sangre.

En realidad mis palabras casi nunca sonríen,
casi siempre andan apuradas,
y no siempre huelen bien:
pero mirad mi barrio lleno de estatuas de martirio,
escuchad lo que le confiesa el trabajador a su esposa,
preguntad de qué se alimenta el estudiante pobre,
entrad en una mina o en cualquier parte
donde el hombre domine la materia,
y sabréis que no es su camisa la sucia
sino que son sus pulmones desgarrados,
los que ya no podrán lavarse
ni con todo el oro del mundo.

Efraín Barquero



El lugar / el instante 

Al hablarme de ese lugar

                                   me siente más cerca

con ese gozo secreto de verlo por fin en los ojos de otro.

Y saber que si él se muere antes

                                               yo quedaré bajo su hechizo.

Desde ese momento me considera más que a un hermano

más que si nos hubiéramos bañado en el mismo río de origen

-el suyo que él conoce de fuente a desembocadura.

Porque yo oigo su rumor cuando me habla de ese lugar

a donde nunca vuelven los hombres

                                                    sino los hijos del hombre.

Desde ese momento él siempre se adelanta a mi paso

como si quisiera mostrarle lo que existió antes

de mi nacimiento

                         algo que yo veo ahora en sus ojos

cuando calla

                  cuando desaparece tras sus palabras.

La distancia entre el cielo y la tierra 

Yo lo vi acercarse como si fuera un extraño

y cuando cruzaba sentí ese olor a niebla profunda

que envuelve a todos los viajeros

                                                      al encaminarse a su destino.

Yo sentí de nuevo ese primer impulso que nos hace ser hombres

cuando es invierno

                              cuando todo se cierra en torno

-quise romper el gran silencio de la tierra y el cielo.

El desconocido se volvió como si el eco de mis pasos

tropezara con los suyos

                                      haciendo de todos los caminos

el único camino por donde los hombres se conocen.

Se detuvo

                me miró como buscándome a través de los años.

Yo lo reconocí de inmediato después de ver

que la distancia entre el cielo y la tierra

                                                                 era la misma de antes.  

Efraín Barquero


El regreso

Al fondo, y como sentado a la cabecera de
una larga mesa, mi padre me pide que le
derrame agua entre las manos.
Agua recién sacada de la noria, con mis
rodillas apoyadas en la tierra y mi cuerpo
inclinado en la boca del pozo.
Oscuro líquido que se va aclarando
al llegar en mi pesado blade.
Agua ausente y fría que, de una vez impregnados
el rostro y las manos de mi padre, vuelve a su
insondable vida de las profundidades”.

Efraín Barquero


"La naturaleza de Chile siempre está presente en mis libros, y me alegro de que así sea, pero yo no hablo siempre de ella; yo hablo del hombre chileno, sea del campo o de la ciudad. Si me llaman poeta del campo, entonces se trataría de “poeta metafísico”. Por lo demás, debo señalar que el elemento “tierra” es el que más produce imágenes en mí, así como hay poetas del agua, del aire, del fuego, según el gran escritor Gaston Bachelard."

Efraín Barquero




"Mi infancia es de origen campesino. En mi familia mis tíos labraban la tierra y mi abuelo era apicultor. Yo nací en Piedra Blanca pero mi padre pronto emigró a la ciudad de Teno, pueblo cercano a Curicó. Mi padre, a quien yo amaba mucho, es uno de los grandes dramas que marcan mi infancia y mi primera juventud. El se dedica al comercio porque no teníamos medios para ir a la universidad en Santiago. Siendo un intelectual en potencia, ya que ha aprendido por correspondencia inglés, francés, altas matemáticas, tiene que dedicarse al negocio donde le va muy mal. Su final es muy triste y hay dos libros míos sobre eso: El Regreso y Arte de Vida. Yo nací en un medio donde no había ningún libro, sólo el gran libro de la naturaleza, lo que no es poco. Mi infancia no es eglógica, sino que está marcada por el gran misterio de la semilla y de la miel. Y en cuanto a los valores humanos y espirituales, creo que todos o casi todos vienen de la crianza campesina. Hay más sobre esto pero eso está en los libros mencionados."

Efraín Barquero


Mimbre y poesía

Mimbrero, sentémonos aquí en la calle,
y armemos con tus hilos blancos y con mis hilos azules
los esenciales artefactos de uso diario:
la paz, la mesa, la poesía, la cuna,
el canasto para el pan, la voz para el amor.
Armemos juntos las cosas más esenciales y más simples,
más hermosas y útiles, más verdaderas y económicas,
para que cualquiera que pase nos comprenda y nos lleve.
Nos ame, y se pueda servir de nosotros. Nos necesite,
y podamos alegrarlo sin ninguna condición.

Tú armarás el canasto que la lavandera
necesita para sembrar la camisa más blanca,
y yo armaré una canción con olor a jabón y a pureza
para que ella junto al río halle más dulce su trabajo.
Tú tejerás la maleta para que el minero regrese,
para que los novios se casen, para que el hijo pobre
vaya a la ciudad a conquistar un oficio.
Y yo tejeré con los hilos más férreos de mis poesía
el descanso más digno, el amor más profundo, la esperanza más grande,
para que el obrero mire confiado su casa,
y no parta el pan con recelo y a oscuras,
para que los recién casados puedan anidar todos los pájaros
y no tengan que apartarse por una gota de agua,
para que el hijo menor halle la herramienta en su sitio
y no tenga que volverse porque otros la escondieron.

Mimbrero, hermano mío, qué es bello nuestro oficio
cuando a ti te encargan una cuna y a mí una esperanza,
cuando a ti te piden una mesa, un velador, un canasto,
y a mí un arma que defienda ese amoblado tan simple.
Qué es bella la jornada cuando tocamos con el mimbre o las canciones
la forma desnuda de la vida: su cintura de trigo,
sus senos llenos de luna, su vientre cubierto de musgo,
sus muslos como ríos, sus brazos como ramas,
sus ojos como un camino en paz bajo la noche.
Qué es bello nuestro oficio cuando tentamos este cuerpo
y yo le pongo el nombre más dulce del amor,
y con mi verbo le digo: levántate, eres libre,
labora en paz, procrea primaveras y veranos,
y lega a toda la tierra tu apellido.
Y tú, oh mimbrero hermano, le vas tejiendo
todos los artefactos que ella necesita
para repartir el pan entre sus hijos:
canastos para almacenar la nieve y la salud,
pequeños cestos para guardar polen y semillas
de una primavera a otra, cunas para continuar
el sol fecundo, maletas para traer la lluvia,
mesas para que las hojas caigan y vuelvan a ser verdes,
y sillas para descansar delante de la paz ganada.

Sergio Efraín Barahona Jofré, más conocido por el seudónimo de Efraín Barquero


“Pero qué es morir en poesía, sino revivir en el proyecto
de un gran poema, el día que desposemos la luz?”

Efraín Barquero


 "Yo soy millonario para perder el tiempo, pero aunque no haga nada estoy siempre trabajando mentalmente en la poesía. Por lo general escribo intensamente por ciclos. Y siempre entre un libro y otro debo “aprender” a escribir de nuevo."

Efraín Barquero








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