Alero 

¿A quien, Mercedes, sino a ti, lucero
De este mi dulce atardecer, pudiera
Pedir, para mi añosa primavera
De lágrima y canción, benigno alero? 

¡Si todo es tuyo en mi ensoñar primero
Y en mi queja viril, si estás entera
En las tribulaciones de mi espera,
Y en mis ansias de nauta y de romero! 

Tú, la paz…t ú, la luz…tú, la fontana,
Tú, la celeste Atlántida, y la humana,
Tú, el encantado lago de Paulina*. 

¡Gracias, mujer!... Desde su nicho escaso,
Mi madre, toda amor, te cede el paso.
¡Caminemos!... La noche se avecina.

Diego Dublé Urrutia
*Paulina se llamaba la empleada de su casa que le contaba historias fantásticas y leyendas populares, entre ellas, una ambientada en el fondo de un lago encantado.



El caracol

Cuando la brisa barría apenas
las nieblas grises de la mañana
y al arrastrarse por las arenas,
con sus espumas como azucenas
jugaba, en sueños, la mar cercana,
junto a la choza de sus mayores,
se despidieron los pescadores.

La bruma triste los envolvía:
ella gemía ¿qué haré yo ahora?…
Y una gaviota revoladora
oyó al marino que le decía
que era su virgen, su pescadora,
que no llorara, que volvería…

Y como urgiera ya el tiempo: “toma
-le dijo el mozo- ya el viento asoma,
la gente sale ya viene el sol…’
y recogiendo del agua clara
que entre las rocas la mar dejara,
más armiñado que una paloma
puso en sus manos un caracol:

"Que él te recuerde lo que te quiero,
que oigas mis quejas en sus rumores;
de cierto, vale poco dinero,
pues que son pobres nuestros amores,
pero es eterno su rumor suave,
y aunque es humilde, su labio sabe
de los remotos mares bravíos
y de los mundos que voy a andar,
más que tus padres y que los míos
y más que el viento que habita el mar…"
Ambos lloraron: un ave inquieta
graznó sobre ellos; el humo lento
de las chozuelas de la caleta
blanqueaba apenas, como un mal aliento;
y bajo el cielo mis transparente,
tras la fortuna que se ama en vano,
partió el navío, rumbo a Occidente,
sobre el inmenso y augusto océano.

Y cuenta el viento que desde aquella
mañana triste ¡fatal mañana!
Acariciada por la doncella
la humilde concha de porcelana,
le habló en su lengua de rumoreos
de viajes locos, de pechos fieles,
de remembranzas y devaneos
junto a la borda de los bajeles,
de aves errantes que van a pares
buscando albergues sobre los mares,
de tempestades y de ciclones
y de esos tristes besos perdidos
que van con rumbos desconocidos
bajo las altas constelaciones.

Y el tiempo vino, silente y grave,
siguiendo siempre su ruta ciega,
con el misterio de aquella nave
que en una extraña canción noruega
lleva invisibles su casco lento
bajo las brumas del mundo aquel,
siempre azotada de un mismo viento
con un fantasma por timonel…

Y con los años la niña hermosa
cuya frescura ya ajaban canas,
mirando al agua desde la choza,
vio marchitarse la tinta rosa
de sus mejillas, antes lozanas…
Aún no clareaba detrás del monte
Y ya copiaban el horizonte
sus grandes ojos color de mar;
y en ellos iban las golondrinas,
en sus revuelos de peregrinas,
a ver las barcas ultramarinas
que en lontananza solían cruzan.

Y siempre, siempre la suspirante
y humilde prenda de amor, seguía
contando historias del nauta errante
llenas de inmensa melancolía:
ya eran nostalgias desconsoladas,
en lo infinito del mar lloradas,
noches de nieve que el viento azota,
miserias y hambres en tierra ignota;
triste cortejo que siempre avanza
por esas rutas, en que sus huellas
deja, guiada por las estrellas,
la banda loca de la esperanza.

Y el tiempo alado siguió en su vuelo,
y en sus mudanzas siguió la mar,
y al campo santo más de un abuelo
en la caleta fue a descansar:
siempre escuchando la voz lejana
la pescadora tornóse anciana;
barcos ignotos aves de paso
ya del oriente, ya del ocaso
la mar surcaban cada mañana;
sólo aquel loco bajel risueño
que al occidente partiera un día
tras la fortuna, que es sólo un sueño,
en lontananza no aparecía.

Y de la concha susurradora,
la amable historia, doliente asaz,
seguía oyendo la pescadora
vaga y distante cada vez más;
la sombra triste de otros amores
cruzaba a veces por sus rumores;
hasta que un día trajo el destino,
con los clamores de un torbellino
y entre infinitos ecos perdida,
la última queja del peregrino
sobre una roca desconocida.
Y entre las brumas de la mañana
de un taciturno día de invierno
sobre cuatro hombros subió la anciana,
vuelta hacia el cielo la frente cana,
por las colinas del sueño eterno.

Dejó la tierra como paloma
que abandonada su alero deja
y errante sigue de loma en loma
tras del amado que se le aleja…
Le dio la tumba refugio blando
y allí a su lado siguióle hablando
junto a los mares, el caracol,
del sueño eterno la eterna espera,
y de ese humano vivir soñando
sola y distinta dicha sincera
que el hombre alcanza y alumbra el sol.

Diego Dublé Urrutia


En las calles

¡Junio! Mes de las aguas, mes de las brisas
Mes en que hacen los pavos su testamento
Y en que las rubias ostras -monjas clarisas-
Rompen la celda nácar de su convento;
Mes que envuelve en corrientes y camanchacas
Las solitarias islas del mar amargo,
Y en que si el pasto verde sobra a las vacas
También está la muerte de mantel largo.
 
Hoy es tu último día: lo dice el tono
De las campanas ebrias y el grito humano
Con que sale a la pesca con su Patrono
Todo lo que hay de lobos en Talcahuano.
………….

Trajes negros, azules, blancos y rojos
Bordan las serranías que el golfo lame
Y no hay techos, ni grúas ni cabos flojos
Donde la gente de aguas no se encarame.
Y la campana suena que ya es locura,
Y estallan voladores, que viene el viejo
Y de pronto la gente ve al señor Cura
Que sale abriendo cancha por un callejo.
Crece la grita entonces, se oyen los sones
De la charanga, ondea la masa humana
Y es un mover pañuelos en los balcones
Que parece un incendio cada ventana.

Diego Dublé Urrutia



Mi laúd

La caja de mi laúd
la fabriqué en una tarde,
con astillas arrancadas
al ataúd de mi padre.

Las cuerdas de mi laúd,
como lo dicen sus sones,
son fibras deshilachadas
del corazón de los hombres.

Las notas de mi laúd
me las escribe una bruja,
a quien he dado un tintero
y un aposento en la nuca.

En fin, yo soy un cantor
de esas penas y nostalgias
que se cultivan hoy día
como las flores del alma.

Diego Dublé Urrutia




Mis canciones

Me dicen que mis canciones,
como la hiel, son amargas,
que son amargas las notas
que mi laúd desparrama.

Que mis rimas envenenan,
que mis versos son puñales,
que yo soy un asesino,
¡que me calle! ¡que no cante!

A los que así me lo piden
yo les digo que no puedo,
¡que soy un ave sin nido!
¡que si no canto me muero!

Diego Dublé Urrutia



"Para mi nada pido; dadme una rama de árbol, una roca, y la tendré por nido."

Diego Dublé Urrutia


Piedad

¿Qué es ingrata la tierra? ¿Qué es ingrata
y es cruel la humanidad en que te agitas?
¿qué no acoge tus ansias infinitas
ni se angustia el duelo que te mata?

¿Qué no hay vuelo de tu alma que no abata
su maldad?…¡di, más bien, que son malditas
tus ansias infecundas y tus cuitas
y esa loca ambición que te arrebata!

¡No maldigas del hombre, que es tu hermano,
y, acaso, como tú, su angustia loca
ve perderse, sin eco, en el abismo;

Mírate en él extiéndele tu mano
y, anegado en piedad, besa en su boca
la triste humanidad, que eres tú mismo!

Diego Dublé Urrutia





















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