Antes

¡Oh! ¡No haber leído ningún libro!

Que mi poema fuera sólo
el roce del alma virgen con las cosas.

Como un inmenso párpado que se abre
para que el ojo sepa
que hay rosas de azul y de oro
bañadas en el aire transparente;

como un guante de seda
que hace más sensible al tacto
la frutada dulzura de una mano,
la tibia seguridad de una frente,
la fragilidad de una rosa;

como un sutil micrófono
capaz de dar una armonía de élitros,
un diapasón difícil,
el sonido del sueño,
la voz de Dios;

como una ávida papila
que capte los perfumes más recónditos:
el olor del recuerdo,
el perfume de las cosas perdidas,
el aroma del goce;

como una boca nueva
que paladee lo recién nacido,
los jugos de la vida y de la muerte,
el sabor de lo extraño,
la dulzura del alba.

Y nada más. Sólo
mi presencia en las cosas.

Sólo las cosas límpidas
en mis sentidos claros.

Guillermo Díaz-Plaja




Aunque es de noche

En la madrugada,
cuando los trenes de la niebla pasan llenos de niños dormidos,
cuando hay alguien que muere de palidez
y se quedan laxos los músculos del corazón;
cuando la angustia enraíza nuestros pies
y las calles charoladas queman sus últimas tristezas;
cuando se aplana todo sobre mí y sobre ti,
entonces yo diré mi tristeza de siempre.

Desgarrará mi alma, turbia de noche,
un primer rayo de sol: y el instante
temblará de ternura. Tú serás…

Tú serás como entonces, una frágil memoria
de translúcidas manos;
yo intentaré todos los raptos que salen en las novelas
llevándote blanca, laxa y doblada entre mis brazos de niebla.

¿Por qué mi sonrisa patética? Camino
sueño arriba, hasta llegar a aquella cima
tuya, tan de ti para ti. Pienso que nada es nada;
que nada es forma y color. Que tu mano
es aquella música vaga; que tu rostro
es aquel vuelo circunvolante de ave
sobre la isla de mi sueño;

que tu voz es el lirio muerto de mi adolescencia.

Quizás hayan hecho tu vestido de aquel grito de júbilo
que fue mi anunciación primera;
que tu cabello…

Por esto ahora mi tristeza de siempre.

Guillermo Díaz-Plaja




"El barroco es una técnica y un estado de espíritu."

Guillermo Díaz-Plaja



"Hoy las fiestas del Centenario se han proyectado a las calles de Managua. Un desfile de carrozas ha conducido a un delicioso cortejo, donde las sedas y los lirios, los cisnes y las liras, las saetas de Diana y la espada de Belona, las "púberes canéforas" que amaba Rubén, en suma, han hecho visible y plástica la belleza extraordinaria de la mujer nicaragüense.
Coronaba el desfile, en especial carroza, una dama sonriente, de bella prestancia, todavía de arrogante figura: Margarita Debayle. Sí, habéis leído bien: la Margarita del cuento de Darío. "Margarita, está linda la mar..."
La cosa sucedió hace sesenta años. Era una niña dulce y blonda, hija del gran amigo de Rubén, el doctor Debayle. Tenía ocho años la dulce criatura. Y Darío pasaba una temporada en casa de su padre, en la finca que tenía en la isla del Cardón, frente al puerto nicaragüense de Corinto, en la ribera del Pacífico.
Margarita Debayle sigue -a sus sesenta y tantos años- siendo una mujer muy atractiva, muy cultivada, de extraordinaria gentileza. A mí me ha emocionado conocerla, estrechar su mano, hacerle la pregunta que todos le hacen:
Rubén pasaba una temporada con nosotros en el Cardón. Era muy tierno y cariñoso. Adoraba a los niños y le gustaba hablar con ellos. Un día le pedí que me escribiera un cuento. Allí mismo improvisó la poesía y luego me la copió en un cuaderno que mandamos comprar en Corinto.
Margarita Debayle sonríe radiante de la universalidad que ha conquistado su nombre en la dedicatoria del poeta. Fue ella la primera en ver con sus ojos de niña, por la magia del verso, "el quiosco de malaquita", el "gran manto de tisú", sin olvidar a los "cuatrocientos elefantes a la orilla del mar". Debió de sentirse raptada a ser la princesa del cuento, a la que se le ofrecía, en síntesis maravillosa, "rosa, verso, pluma y flor".
Lo que usted no sabe -me dice- es que Rubén me dedicó después otro poema. Fue en 1914, y yo estaba estudiando en el colegio de monjas de Saint Joseph, en Filadelfia. Darío pasó por Nueva York, camino de Nicaragua, en el viaje final de su vida. Preguntó por mí y quiso verme. Y me escribió otro poema bellísimo.
-¿Dónde se ha publicado? -le atajo-. Porque yo no lo conozco.
-No lo conoce nadie -me dice Margarita-. Se lo dejé a una monja de mi colegio en el curso de unas vacaciones, y, al regresar, me enteré que mi profesora había muerto en un accidente y que había sido enterrada con todos sus papeles. Allí terminó el poema de Darío. Le repito que era muy bello."

Guillermo Díaz-Plaja
Crónica menor de un centenario



[La casa está vacía...]

La casa está vacía. Navegamos.
Las cámaras desiertas se han poblado
de los fantasmas que nosotros mismos
hemos ido creando en la existencia.

Criaturas de luz y de gemido,
cada instante ha dejado un suave rastro
que apenas raya el aire del recuerdo.

Somos leves corpúsculos de sombra,
eslabones fugaces en el tiempo,
término breve de esperanzas altas,
categóricas muertes implacables.

Sabemos que, al final de la jornada,
irremediablemente, dejaremos
esta vez de verdad, y para siempre,
vacía nuestra casa.
Para siempre.

Guillermo Díaz-Plaja



"La cultura es una forma de la memoria."

Guillermo Díaz-Plaja



"La misma acción puede ser horrible hoy y estupenda mañana, según quién la lleve a cabo; en la personalización continua del español, la calidad del hombre es la que determina la gravedad del pecado y no al revés."

Guillermo Díaz-Plaja



"La técnica es creadora de mundos poéticos. Miles de años la humanidad soñó con despegarse de la tierra. Ícaro y Leonardo de Vinci son dos expresiones del mismo anhelo. Los poetas situaban sobre las nubes mundos ahora tangibles y visibles."

Guillermo Díaz-Plaja



Mundo

Yo también, viejo Walt, quiero cantar la diversidad del mundo:
disparos de evidencia ametrallan mis ojos,
realidades súbitas estallan fulminantes
y el día inventa la belleza del mundo.

Recién nacido de la hermosura de las cosas,
Dios me bendice en su diversidad.

Madurez de verdades:
todas las policromías se sirven a sí mismas
y a la armonía del universo;
los grandes árboles alzan sus catedrales temblorosas
para cegar el fondo insensible de los panoramas;
los ríos con sus fluidos cuchillos
desdoblan los paisajes para mostrarlos invertidos.

Y el dolor de la verdad
contrapesa el vuelo de los sueños.

(Y la horizontal de la muerte
cruza la vertical de la vida.)

Guillermo Díaz-Plaja



"Para la mayoría de los españoles ya resulta una gran sorpresa que alguien les hable de los Siete Pecados Capitales, porque el español se limita a pensar en uno, el de la lujuria."

Guillermo Díaz-Plaja



"Para nosotros, las gentes de mi edad, los poetas de la generación del 27 eran como los hermanos mayores. Diez años de diferencia cronológica, cuando se tenían veinte años, eran una cifra muy considerable, porque -desde la tímida mirada nuestra- los que integraban ese grupo poético se nos aparecían como maestros, cuyas banderas -vanguardismo, pureza estética, arte de minoría- seguíamos entusiastas."

Guillermo Díaz-Plaja


Poesía junta

En mi perfecta soledad cerrada,
tu ausencia es el dibujo de mi muerte;
y me pesa en la frente desolada,
la obsesión de sentirte y de no verte.

Navego por tus ojos, cielo arriba;
en busca de tu afán y de tu acento;
con la esperanza de encontrar cautiva,
mi propia imágen en tu pensamiento;

y en la seguridad de estar ceñida
como la mano al guante nuestra suerte,
siento mi soledad fortalecida,
triunfadora del miedo y de la muerte.

Guillermo Díaz-Plaja


Se describe al amor en metáfora de caballo

Amor, furioso amor, encabritado
se alza de manos y bracea al viento;
amor de enfurecido movimiento
en mi carrera, amor, desenfrenado.

Amor que hiere el hierro del bocado
espoleado del furor violento,
que a galope tendido da su acento,
desbocado el amor, desesperado.

La despeinada crin, bandera viva,
de tu navío, mástil que colora
del belfo estremecido la saliva,
al ritmo acompasado de su prora,
y sangriento el ijar, muestra rendido
enamorado, dulcemente herido.

Guillermo Díaz-Plaja








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