"Definir la poesía es uno de los intentos más difíciles. Para mí la poesía significa una forma de acercarme al mundo y tratar de percibir de la manera más atenta posible sus signos, su movimiento, sus silencios. Es también una forma de conocimiento, sin que esto signifique solamente tratar de comprender sus misterios insondables, como la profundidad de la noche, el paso del tiempo, o la fugacidad de la vida. Es una manera de descubrir paisajes, imaginar rostros, buscarle sentido a ciertas dudas. También es captar la música de las palabras mientras escucho el crepitar del fuego o dialogo con las personas que me rodean. Quizás la poesía no sea más que el largo camino en búsqueda de una revelación. Es sensación y sonido, algo de sentimiento. Es todo esto, pero escribir poesía, ¿no es acaso perseguir algún misterio?"

Gregory Zambrano


"El poema es ante todo un ejercicio de lenguaje. En este sentido puede tratar de expresarlo todo. La clave está en encontrar la manera de decirlo con sentidos nuevos. La poesía siempre hablará de los mismos temas, pero de tal forma que estos parezcan una revelación. Eso es lo que puede llegar a conmover a un lector. Allí reside el placer que transmite un poema. En la medida en que la escritura intente abarcar la complejidad del ser humano o, me atrevería a decir, encerrar al mundo en las palabras, el lector también estará ayudando a construir ese sentido nuevo. La poesía refleja pensamientos, deseos, dudas, y también puede motivar interrogantes, por eso siempre puede producir lecturas infinitas."

Gregory Zambrano


Los cielos de la noche 

Rendidas están las armas, mientras sueño. Cerrado el puño
sobre las espadas.
La hora oscura acecha y entre las sombras de la noche se teje
una emboscada.
Arde el fuego de la memoria, repaso los días, los rostros, los
paisajes.
Alguien se esconde en una esquina, también la duda y la
sospecha.
¡Ay luna! ¡Ay luna!
Déjame guardar el extravío, deja que te vea desde esta
trinchera de palabras
frágiles que el tiempo borra. Silencio, ecos, nadie respira.
La ciudad deslumbra en la mañana fatídica, aurora silenciosa
que descubre
los nardos insomnes, callados y sin esperanza.
Afuera hay un hombre triste y solo, envuelto en una música
inaudible.
Mi madre le suplica que se marche, pero al mirarnos, lo
sabemos: ese hombre soy yo,
a punto de partir hacia el abismo. No hay tiempo.
Vencer la noche, vencer las sombras. Amanece y los cielos
intuyen el reverberar de la canícula. Estoy solo y salgo al
encuentro del oscuro heraldo.
Romper el silencio no es un acto de valor. Miro y avanzo
resuelto entre las dudas.
No estoy vencido, acaso la mañana teje su último balbuceo.
Solo queda el rastro de unas huellas ligeras sobre el camino,
ni el humo del primer fogón que se despierta, ni el olor del
arestín.
Mi voluntad sigue intacta, pero mi cuerpo está ya mutilado.
Los huesos sacan fuerzas, los dedos son enjambres, lirios
desolados.
Viene en mi auxilio el niño que fui imaginando el cielo, con
nubes limpias y fugaces.
Amanece, pero ya es tarde, tarde.
Ahora, yo soy la noche que se derrumba sin piedad. Es el
naufragio. Nadie duerme.

Gregory Zambrano



Poeta en estado de emergencia

El poeta solía hacer grandes cosas
con sus manos, con su voz.
Era un gran constructor,
pintaba ríos y ponía una brújula
en los paisajes,
su oficio preferido
era pensar en las mujeres,
confundía sus piernas
con colmillos de elefantes,
el poeta pintaba sus sueños
y siempre venía el verbo a él manso,
luminoso y todo el universo
se unía en un aliento,
en una carta donde él daba cuenta
de las grandes carencias de los demás hombres.
Ahora, después de muchos años,
el poeta cabalga porque es jinete insomne
y se lamenta de sus dolencias,
sin embargo nada ha cambiado,
de su palabra salen grandes inventos,
es decir, dioses, fuegos, dudas y canciones.
Es un pirómano con las palabras.
El poeta no cree en lo que ve, por eso
lleva siempre un farol entre sus manos
y toca la realidad como para salir de dudas.

Gregory Zambrano













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