La paz de los sentidos

por la rendija abierta en el postigo
entra un hilo de sol en nuestro cuarto
se enciende por la mata de tu sexo
en penumbra los dos cuerpos desnudos
bajas del lecho te pones las bragas
y un vestido de leves florecillas
transparentando tus maduros senos
que me parece como si volvieran
a la turgencia de sus veinte años
bajo el juego sapiente de las manos
y mientras vuelves a ordenarlo todo
–huelga decir cuán eficiente eres–
me demoro en la cama aún un buen rato
el amor a mi edad puede hacer daño
y me aflige el pensar que con el tiempo
el temor a morir de amor ya no
me asaltará cuando también yo tenga
la estúpida cordura de los viejos
y llegue ya a la paz de los sentidos

Emilio Coco


Las únicas palabras

Quisiera escribir versos muy audaces
que me diesen un aire de moderno.
Pero parecerían algo falsos
e impropios de la edad que ya tenemos.

Los poemas eróticos exigen
que haya dos cuerpos jóvenes y bellos.
No es este nuestro caso. La piel cede,
y existen además otros problemas.

¿Tú qué crees? ¿Me aventuro a usar palabras
como túrgido, erecto, penetrar?
¿No se van a reír mis enemigos?

Lo dejaré correr. Esto es lo único
que te puedo decir: ¡Cómo me gustan
tus ojos verdes y tu linda cara!

Emilio Coco


ME LLAMO EMILIO COCO

y moro en un edificio en tercer piso
de calle La Piscopia 89.
Cerca de cuarenta años enseñé francés
pero he amado siempre y solo el español
y dejé la escuela con escasa amargura.
No tengo prisa por alzarme en la mañana.
A sorbos bebo un tazón de agua caliente
y luego desayuno
café con leche y copos de trigo,
que aseguran –está escrito en el paquete–
un pleno bienestar.
Voy al baño y en el lavabo lavo
la herrumbre de los años,
pero la luz por la rendija abierta
me clava sus reflejos como insultos.
Ya sentado en la mesilla me estrujo el cerebro
buscando un bello verso
pero desisto pronto: es mejor concentrarme
sobre algún mexicano,
uruguayo o chileno:
de un año hasta la fecha
no me interesan más los castellanos.
Terminada la cena, me acuesto en el diván
y me adormezco
con cualquier transmisión:
sea ficción, año cero o puerta a puerta.
No me ducho los sábados,
absuelvo mis deberes conyugales
no semanalmente,
pero como y cuando puedo:
no me invento problemas si es que fallo.
Inesperadamente me socorre
un murmullo de sangre
si intento una caricia sobre su cuerpo
y aunque no responde
me enfervorizo al descubrirme joven
por no haber perdido aún las ganas
de encontrarla debajo de la sábana.
Regreso al verso que traduje mal,
me roba el sueño contar sílabas sobre
el pecho, me alzo,
diez gotas del lexotan,
mascullo las plegarias en la noche
y espero que la noche me sea leve.
En tus inescrutables designios,
Señor, me has asignado
una vida de poeta menor.
A los grandes no les toca una existencia
tan pareja y vulgar.

Emilio Coco


Mi única virtud

Después de trabajar el día entero
taladrando y poniendo las cortinas,
librándote de mí me has ordenado
que me vaya a la cama. Ya es manía

ofensiva salirte con la tuya
a toda costa. Tienes tanto yo
que ni a modo de finta se te ocurre
hacerme concesiones ilusorias.

Ya con un pie en la cama me has gritado:
Antes lávate, ensuciarás las sábanas
con todo ese sudor que lleva el cuerpo.

Obedecer es mi única virtud.
Incluso en las cuestiones del amor
el día y la hora los decides tú.

Emilio Coco


Mis pensamientos

Son sílabas de agua mis pensamientos
al agua van y de agua se alimentan
se evaporan huyendo de la palabra
que tiende emboscadas bajo la sombrilla
para embridarlas en orden de sonidos
pero escapan veloces hacia lo alto
y llueven otra vez en gotas de colores
para reanudar el juego en medio de las olas

Emilio Coco



Poeta menor

Resuenan los estantes de mis libros
y oigo a grandes poetas en voz baja
leyendo versos mágicos. Aquel
murmullo tan suave me sosiega

y predispone el ánimo ferviente
a la escucha. La vida es un hervor
de pasiones titánicas, la nada
se sublima en sus altos sentimientos.

Al pensar en mi historia de poeta
vivida sin excesos ni desastres,
entre afanes vulgares, entre amores

ruines, todo me irrita. Me fastidia
que al futuro mi nombre solo pase
en una larga lista de menores.

Emilio Coco


“Ya soy un carcamán. No entiendo nada.”

Emilio Coco







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