Amigos:
esta vida
nos oculta algo.

José Corredor-Matheos


¿Dónde se oculta el sol?
¿Quién está amenazando
con su espada
lo que aún tiene vida
por morir?
¿Qué nueva luz alumbra
el horizonte?
¿Qué nueva soledad
nos ha cubierto
con su manto de hierro?
Nos queda por romper
una única rosa
de cristal.
Una única rosa.

José Corredor-Matheos


" “El mundo está en crisis”. Lo dicen Spengler y [Karl Marx|Marx]] y Nietzsche desde hace más de un siglo. Y ahora eso ha estallado […] Hemos perdido el arte de vivir. La modernidad nos ha hecho tirar por la ventana cosas esenciales. Hemos perdido el tiempo, ya no disponemos de tiempo para no hacer nada. Y con eso hemos perdido también la soledad y el silencio."

José Corredor-Matheos


El poema se oculta

A Jaime Siles

El poema se oculta
en el poema,
igual que la montaña,
se oculta en la montaña,
y hasta el nombre de Dios,
en los nombres de Dios.
Escribes las palabras
y el poema se oculta
entre una letra y otra,
la montaña, en los granos
de arena del desierto,
como el nombre de Dios
entre los números.
El agua, allá en la playa,
disuelve cielo y rocas,
disuelve las palabras,
disuelve los deseos
de vivir.
No busques el poema
en el poema,
no busques la montaña
en la montaña,
ni los nombres de Dios
en el nombre de Dios.
Que los nombres, al fin,
sean un solo nombre,
y un número los números.
Contempla la montaña
como es
y deja que el poema
solo sea poema,
que los nombres de Dios
se borren con las olas,
y verás el poema
florecer,
descender la montaña
hasta tus pies,
disolverse en las aguas
las palabras,
los nombres y los números.
Y que el poema sea.

José Corredor-Matheos



El reloj no es un arco. Ni un silbo.
Ni una flor. Ni un rosario.
Sobre las olas vuela.
Pasa otra vez. Y luego todavía.
Siempre. Siempre volando.
El reloj no es un árbol.
Ni un ave. Ni un hermano.
Mirad vuestras muñecas. Alas. Pasos.
Sobre las olas vuela
este mismo reloj.
Siempre. Siempre volando.

José Corredor-Matheos


La manera que tiene el infinito...

La manera que tiene
el infinito
de caber en un cántaro…

¿Qué ha sido de aquel sauce
que había en mi jardín
y despertaba el verde
de mis hojas,
y qué ha sido también
de aquel que era yo
cuando todas mis hojas
eran verdes?
A veces creo oír
que aquel sauce pronuncia
mi nombre algunas noches
y lo siento en la savia
de mis venas.
¿Y él, podrá oírme
si leo este poema?
¿Lo sentirá en la sangre
que corre por su tronco
y por sus ramas?
Hay algo que me dice
que ni el sauce ni nada
de lo que fuera mío
he de considerarlo
perdido para siempre.

La lluvia te ha llenado
los pulmones
de algo que es un dolor
en todo semejante
a la alegría.

Pocas cosas despiertan
mi alegría
como el brincar gozoso
de algún perro
que me ha salido al paso.
Pocas cosas remueven
algo profundo en mí
como el mirar de un perro
fatigado
de haber vivido tanto.
Todo el amor del mundo
que tú ansías
y la desolación que sientes
asoman a los ojos
de un perro que te mira,
interrogándote.

Si a este inocente
pájaro
nada le importa más
que gozar del instante
e ignora que ha nacido
y que ha de morir,
¿por qué habrá de
importarme
a mí, si es mi vida
corta como la suya
y soy feliz también
bajo esta fina lluvia
ignorándolo todo?

De la muerte, cortar
el esfuerzo incansable
con que incita
a vivir para siempre.

¿Es sólo un calcetín
eso que brilla
en medio de la calle
o alguna ave herida
que no puede volar?
Sucio, agujereado,
su fulgor me deslumbra
en pleno mediodía.
¿He de pasar de largo
o lo he de guardar
con todos mis tesoros?
¿Quién lo dejó caer,
como al azar,
para que me saliera
ahora
al paso,
calcetín que es capaz
de volar como un pájaro,
desplomarse en la tierra
como un pájaro,
y viene a recordarme
que él y yo compartimos
la caída y el vuelo?

Te cuesta ver las cosas
que comparten tu vida
como te cuesta ver
tu propia vida.
Hasta que un día aprendes,
y lo haces de golpe,
como si ya estuvieras
despidiéndote
de todo para siempre.

Canta el viejo Louis Armstrong,
y es el mundo el que canta.
Ahora que la voz
es la de Ella Fitzgerald,
la muerte se levanta
de su lecho
y todo lo ilumina.
Tú sientes la vergüenza
de estar vivo,
tú sientes la vergüenza
de no ser también negro
y no poder cantar
como Louis, como Ella,
de pie sobre la muerte.

Yo soy un pez, un pez
que va por el jardín,
tan libre como un árbol.
Y soy también un árbol,
que tiene sus raíces
en el cielo,
como un pájaro.
Soy un pájaro, un pájaro,
y son míos los cielos
las aguas y la tierra.
¿Por qué, si soy un pez,
un pájaro y un árbol,
la angustia de ser hombre
hace que todo
me resulte, de pronto,
tan extraño?

Ponerte a ver el
mundo,
ir contando sus piezas
y al final descubrir
que falta una.
No saber dónde está,
pero intuir
que hay una solución
que has de dar tú.

No sé si mis palabras
son de paz y consuelo
o de desolación.

Sosegar el espíritu
entre el pavor y el gozo
de vivir.
Y que el mismo sosiego
sea el signo gozoso
de que el pavor empieza.

¿Cuánto daría yo
por oír en tu voz
que la nada es el fruto
de tu meditación,
que después de la
muerte
hay la nada
o la misericordia?

¿Qué músicas son éstas
que hieren mis oídos
como hojas de otoño?
¿Quién es el que me dicta
lo que escribo
y me hace vivir
con la clara conciencia
de la muerte? 

José Corredor-Matheos




"La poesía surge de la necesidad, es tu subconsciente. Es imposible hacer un poema con voluntad. [...] en el momento de escribir hay que olvidar todo lo que conoces, y el lector también tiene que olvidarlo todo para dejar que lo que lee le afecte."

José Corredor-Matheos



¿Llegaré yo a escribir?

A Carmen Borja

¿Llegaré yo a escribir
alguna vez
el poema que me abra
ese paisaje
donde pueda perderme
entre los árboles
y aspirar los perdidos
aromas de la infancia?
¿Cuándo podré crear
un mundo tan real
como irreal es éste
en el que vivo?
Todo lo que he logrado
es escribir poemas
que son sólo poemas.
No dan sombra sus árboles,
ni frutos.
En ellos no hay aromas,
ni el silencio que anuncia
que el poema se ha escrito.

José Corredor-Matheos


"Lo complicado no es escribir poesía, sino que se lea."

José Corredor-Matheos



Luz a lo lejos.
infinita nostalgia
no sé de qué.

José Corredor-Matheos


No te preguntes
quién eres tú en verdad
si en verdad eres Tú.

José Corredor-Matheos


Pasan trigos;
luego un hombre.
¿Hacia dónde?

José Corredor-Matheos



Qué maravilla
la de haber nacido.
Qué maravilla, sí:
haber nacido ciegos.

José Corredor-Matheos


¿Qué   músicas son éstas
que hieren mis oídos
como hojas de otoño?
¿Quién es el que me dicta
lo que escribo
y me hace vivir
con la clara conciencia
de la muerte?

José Corredor-Matheos



Qué tarde...

QUÉ tarde
más hermosa.
Qué dulce
es esta brisa
que acaricia
sin prisa
la piel
de cada cosa.
Se ha detenido,
ociosa,
la mirada
indecisa
y asoma
la sonrisa
cuando en la luz
se posa.
Cómo expresar
en prosa
con palabra
precisa
la sensación dichosa
de la tarde
indivisa,
si el verso
lo improvisa
la mano
temblorosa.

José Corredor-Matheos


Si fuera este poema

Si fuera este poema
el último que hicieses
¿tendría más valor
que otro cualquiera?
Todo poema es único
y tu muerte lo escucha
con el mismo deleite,
con igual impaciencia.

José Corredor-Matheos


Todo está solo,
y todo no está solo.
Todo está muerto,
y todo no está muerto,
Todo está lejos,
todo, si lo toco.
Todo perdido, todo,
si lo encuentro.

José Corredor-Matheos



Todo lo veo en actitud
de espera.
¿Por qué esa mansedumbre
de las cosas
la manera que tienen
de parecer que esperan?
Recógete en silencio
Aunque todo se agite
en torno a ti,
igual que si esperaras.

José Corredor-Matheos



Tus palabras no son

Tus palabras no son
las que esperabas.
No abren las heridas
más profundas,
ni los gozos más íntimos,
tal vez definitivos.
Estás mudo, expectante,
y sabes, sin embargo,
que nada hay que esperar.
La posible amenaza,
la noticia feliz,
la misma paz posible
o imposible,
siempre están por llegar.
Hay acaso palabras
que pueden abrir puertas
y cerrarlas,
pero no las conoces.
Escribes porque sí.
El ruido de la pluma
en el papel,
el rumor que va entrando
por la abierta ventana
y el silencio,
sobre todo el silencio,
te dictan lo que escribes.
Aunque no es escribir

José Corredor-Matheos


Yo me vuelvo a mi verso
Y dejo este triste
campo sin nada, yermo,
las espigas sin grano,
estos ríos sin agua,
palabras sin sentido.
Vuelvo al trabajo solo
del huerto solitario
poblado de cizaña,
con los dos pies   hundidos
y las manos vacías.

José Corredor-Matheos







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