Mal por mal, antes de Pombal

"Pocas figuras en la historia de Portugal despertaron y siguen suscitando tanta pasión y polémica. Para unos fue un déspota cruel, para otros un gobernante ilustrado, para casi todos los políticos decididos y pragmáticos que reconstruyeron Lisboa tras el cataclismo del 1 de noviembre de 1755, convirtiéndola en la capital más moderna de Europa en ese momento, con una notable visión del futuro.

Pero, ¿quién era exactamente Sebastião José de Carvalho e Melo, Conde de Oeiras y Marquês de Pombal? Agustina Bessa-Luís eligió la palabra "enigma" para clasificar el misterio que aún envuelve aspectos clave de su vida y la forma en que construyó su carrera y encarnó su proyecto de poder, siempre con la aprobación real.

Este libro da voz a Pombal y a buena parte de quienes lo amaron y lo odiaron. La figura de Pombal no consiente ni recomienda la neutralidad o la indiferencia, por excesiva, inmensa, omnipresente. Esta no es una memoria ficticia, con el apoyo fáctico que implica la Historia. Es solo un recuerdo, un recuerdo polifónico y contradictorio que no pretende descifrar enigmas ni desentrañar misterios. Todo esto vivió y murió con Pombal, quien, en este libro, no es juzgado ni trata de juzgarnos. Los únicos juicios en la Historia sólo el tiempo los puede hacer, con Pombal o con cualquier otro, ya que el juicio del presente no tiene suficiente serenidad ni distancia para ser justo. Pombal fue lo que fue, en su momento, que no es ni puede ser el actual. Pombal era quien era y el capítulo que legítimamente le pertenece en la Historia de Portugal permanece desafiante abierto al debate, la controversia y el enfrentamiento de ideas. Así ascienden las grandes figuras al nivel de la posterioridad. No los otros."

José Jorge Letria


Portugal, por qué sí

Podría llamarte padre, ala de fuego, planta silvestre,
porche abierto al hechizo de las estrellas.

Podría anidar en el capullo de tu abrazo
y duerme con el misterio que alimenta tus leyendas.

Podría recordar los nombres de ríos y montañas
y de las líneas secundarias que atraviesan valles y montañas.

Podría preguntar por tus hijos
largamente olvidado en los vagabundeos de este mundo.

Quizás quiera interpretar tu melancolía
como signo de añoranza por la grandeza perdida.

Podría reabrir, en una página incierta, tus libros raros,
los de poetas que engrandecieron póstumamente,
como los héroes, en la patria de los dolientes
y de oficiantes de la envidia más dañina y arraigada.

Podría entrar en tus casitas
las de granito y las pintadas con la suave blancura de la cal.

Podría acariciar tu barba blanca
que se volvió salada en el fragor de las batallas.

Podría desenterrar a tus muertos
solo para saber qué sueños traicionados los llevaron a la tumba.

Podría desenmascarar a los vendedores que hablan en tu nombre
como si estuvieran hablando de negocios insignificantes en un puesto de feria,

Podría preguntarte por qué cruzas la cabeza hacia abajo
las plazas de los pueblos desiertos y quieres saber
el paradero de tus hijos silenciosos y lejanos,
de los que tomaron otros caminos
con el dolor de tu ausencia magullando sus pechos.

Podría acostarme en tu regazo
como si estuviera acostado en la cama de brezos
al borde de los promontorios que guardan la furia del mar.

Podría llorar en tu hombro cansado todas las desgracias
que se vio obligado a dar su consentimiento y permanecer en silencio.

Podría contarles a mis nietos sobre las hazañas
do Gama, Magallanes y Cabral
y dibuja un mapa de las glorias navegantes
solo para que sepan que un día
llevabas la efímera corona de algas de los reinos marinos.

Podría preguntarte y darte una cuenta
de todo lo que soñamos y no logramos.

Podría hacer todo eso y más
pero prefiero vislumbrar la tristeza en tus ojos
la ternura con la que sigues el rastro de pájaros y estrellas
y luego abrazarte y decirte: mi querido Portugal,
serás, hasta el final, la luz que no se apaga ni se rinde
cuando soñamos con todo lo que aún necesitas ser.

José Jorge Letria



Se escribe para el desdén

Se escribe para el desdén, para el vacío,
esperando un día, que puede ser el siguiente,
en que alguien dirá: valió la pena.
Se cuentan a través del techo, se cuentan los versos
del enamoramiento y de la guerra,
se cuentan las islas y las pasiones
y sobre todo se intenta escribir, crédulamente,
con la inocencia de quien descubre petróleo
en una maceta de hierbabuena y sigue adelante,
indiferente a la riqueza y a la posesión. Se escribe
para el desprecio de los que aman otra escritura
y se enredan en ella como las prostitutas
en la bajeza de las camas del lucro garantizado.
Se escribe para no ser leído, para la muerte,
para la ironía de los que dicen: tampoco
era mal poeta, pero escribió demasiado.
Se escribe para el bandolín y para la quimera,
para la queja y para los celos, para después
de la muerte, pluma apuntada a los sesos, a la espera
de que alguien se levante y diga: aprendí
a gustar de la poesía leyendo su silencio,
saboreando su dolor. Se escribe para
gustar de la aventura, como en la prosa de Salgari;
con miedo de que un crítico llegue y diga:
está fuera del canon, cede a la facilidad.
Se escribe para no tener poder, para la nada,
rostro caído sobre la página de adoración de los sonidos.
Se escribe burlescamente, con los ojos puestos
en personajes que se confunden con el musgo
de las casas alucinadas por el tedio. Se escribe,
siempre se escribe para el desdén,
para fingir las voces que prometen
la gloria en la miseria de los libros. Se escribe
para el alma que se queda, mucho después
de que dejemos de escribir, de vivir
estúpidamente en la soledad de lo que escribimos.
Y puede ser que otro día,
al día siguiente, alguien abra el libro,
la gaveta, la caja de los miedos, sonámbulo:
estuvo aquí un poeta, noto su olor,
la forma, el alborozo de la ausencia, la rabia,
la desesperación de no querer partir.
Mucho respeto, que aquí vivió un poeta,
en la más peligrosa curva de las palabras
que matan, liberan y rescatan. Fin.

José Jorge Letria









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