Ana Guillot

casi fantasmal canta
no hay
en esa noche otro sonido
más carnal que esa voz
atenuada en su cauce
alivianando
negruras y tristezas
nido o manantial o canto
ella entona
lo que quiere la niña
que sonríe
deslumbrada y frugal
pajarita en sus brazos
risa o mano que abre y cierra o pestañas
el canto que ahora late
el verde en ese canto
como si la naturaleza toda
iluminara
el pequeño lugar
donde las dos hembritas
se amamantan

la nieta tiene un hilo
en la mollera
de pura luz o brillo
y la abuela
tejerse quisiera en ese hilo
para reinventarse
como si el jardín
volviera en la canción
y ella estuviera
por detrás del tilo esperando
sucesos y reencuentros
hay
en la habitación
un río que las mece
que se las va llevando
en lenta placidez
se amamantan las dos
vínculo o laboriosidad o herencia
de la herencia
apenas ese espacio
sencillo y tenaz
donde el nombre se amplía y persevera

Ana Guillot



Digo finalmente que yo también
he visto
mi cuerpo adocenado 

digo que he estado viéndome
en los pasos exiguos de los otros
y que he menguado el alma
(como ellos)
para evitar 

Y tan abajo
tan inocente la risa
sin embargo

Ana Guillot



mujer 1

-¡ah!, ¿se podía elegir?-pregunta
ahora que ya es vieja
ahora que su vestido es negro, aceitoso,
que ha parido seis hijos y tiene
el vientre entumecido, lacio
el peinado tirante y esa sonrisa tiesa
y finita
-¡ah!, ¿se podía gozar?
era posible entonces dejarse tocar en la entrepierna
sin que los padres miren
era posible cantar con voz profunda
como chavela vargas
no como doris day
el pasito liviano
y ese final feliz y tan yanqui
era posible cantar
un bolero
como si entrecerrara los ojos para él
la nuca para él
los pechos como frutas abiertas
y ese olor a verano
y las enaguas flotando el precipicio
la clara manera de decir que sí
-¡ah!, ¿se podía reír y no planchar
el ceño almidonado para que no se enojaran en casa?-
como si fuera la calle la apertura
la noche la apertura
un corredor erógeno
un relámpago en la columna vertebral
-¡ah!, ¿no estaba mal tentarse con la risa de otro
con el olor de otro
con la cintura de ese hombre perfumado
que traía jazmines los domingos?-
elegir qué ingles, qué palabras
qué portazos pegar
cuando le pegan a ella las palabras dolidas
las palabras precarias, amarretas
haber parido hijos y no haberle escuchado
ni un -te amo-
nunca la caricia después de la descarga
nunca una manera de mirar diferente antes del desayuno
¡ah!, el frío la acobarda
es hora de cerrar esa puerta que viene haciendo ruido
es hora de prender el farol
y apenas descansar

Ana Guillot


mujer 2

la baba de ese beso
la saliva en la espalda
en la vagina
la yerma lascitud
de haberse equivocado
de hombre
los corpiños al borde
de la cama
las enaguas que retienen la seda
no hay canto primoroso
no hay gemido grito rasguño gutural
espasmo
no hay nada
hay la pared y su humedad
como un augurio
el olor hueco de sus crines
sobre el desaguadero
ella tensa las manos
en el hierro
se sujeta de la cabecera
él empuja la queja más dolida
ella hace silencio
los corpiños al borde de la cama
una ladera montañosa
la roca de por medio
(haberse equivocado de hombre)
el hueco de las crines
no hay roce caricia extremaunción
no hay nada de nada
se encoge frugal ella
él avanza las crines y el quejido
taladra la madera del abdomen
los músculos más tiesos
se agigantan
las noches
pesadillas del aire la baba en los pezones
nada de nada
en el vejamen sólido
en el entretejido de las mantas
ella reza para que pase pronto
él oscila las crines
las masa de su cuerpo
no hay más techo no hay sigilo
no hay ternura
no hay nada de nada
ni acaso rebelión
habría
él se come la zarza en ese grito
ella detiene el rezo
él bosteza
ella gira en la cama
el pueblo es un espectro
una calavera amenazante

Ana Guillot











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